El conflicto social que se desató tras la revuelta policial que terminó ayer con el anuncio de un acuerdo puso en jaque un sistema político que lleva 20 años en el Gobierno, con aciertos y errores. Aún no está claro cuáles serán las consecuencias de todo lo que pasó, debido a que de la crisis no surgió un emergente y la oposición no cuenta hasta ahora con una figura en ascenso que pueda capitalizar los resquebrajamientos de un sistema político que se sacudió hasta los cimientos.
Si bien los uniformados fueron los que encendieron la alarma, el cascabel al gato lo pusieron, primero, las docentes. Con los ojos de la Nación sobre Misiones, generaron un hecho político trascendente: pusieron en primer plano a Carlos Rovira, el hombre fuerte del gobernante Frente Renovador de la Concordia, que fabricó un esquema de poder que crujió las últimas semanas.
El apellido Rovira no aparecía en los titulares desde su pelea de principios de siglo con el Obispo Joaquín Piña. El prelado encabezó un movimiento de resistencia popular que impidió que se estableciera la reelección indefinida en la provincia.
Rovira pasó entonces a un segundo plano. Tras bambalinas, condujo a la Renovación con mano férrea. Su decisión viene definiendo de manera ininterrumpida quién disputará la Gobernación. También quien pasa al ostracismo. Desde hace 20 años, el FRC gana por amplia mayoría por sus aciertos, a pesar de los errores, y gracias a una oposición que, desde la muerte de Piña, está desarticulada y no encuentra un mensaje ni un liderazgo convocante.
En todos estos años, la Renovación convivió con gobiernos nacionales de diferentes signos políticos. De Eduardo Duhalde a Néstor y Cristina Kirchner, de Mauricio Macri y Alberto Fernández. “Gobernabilidad con gobernabilidad se paga”, es el lema de Rovira. Esta máxima habilitó que sus legisladores nacionales voten con el kirchnerismo, el macrismo y, recientemente, avalen las posturas libertarias. El FRC, en el plano nacional, se mantiene oficialista. Lo que cambian son los inquilinos de la Casa Rosada.
Las maestras cantaron piedra libre el jueves de la semana pasada. Dejaron de lado las estructuras formales del Gobierno y fueron a buscar a Rovira a su reducto: la Legislatura provincial. Querían que sea el poder real quien resuelva su reclamo salarial y de condiciones laborales.
Las esperó un imponente operativo de seguridad que incluyó acciones de inteligencia desde el día anterior. Fueron repelidas por una acción de la Policía que aún respondía al Gobierno. Los que se habían amotinado, permanecieron en el campamiento que habían montado en el Comando Radioeléctrico. Esa noche se marcó por primera vez desde el viernes 17 que la solidaridad entre docentes y uniformados, baile mediante, se declamaba más de lo que se practicaba.
El domingo, las maestras volvieron a darle un golpe inusitado a la figura principal del FRC. Fueron a su casa particular. El objetivo fue mostrar la contraposición entre la forma en que vivía Rovira, un bunker con todas las comodidades y medidas de seguridad, y la realidad de la docencia misionera. Dejaron en evidencia que el poder estaba blindado. Es que en la sociedad misionera, Carlos Rovira es el eje del sistema, el que ordena a favor y en contra.
El sistema y sus límites
La Renovación supuso una construcción política que dotó a la provincia de una historicidad, un presente y un futuro. Es el misionerismo. Así lo definen. “Mi patria es Misiones”, suele repetir Rovira cuando conversa con sus allegados. El modelo revalorizó el rol de la provincia en las luchas por la independencia y el federalismo. La figura icónica es el Comandante Andresito, como se conoció a Andrés Guaçurarí y Artigas, el caudillo misionero de origen guaraní, sobrino del oriental José Gervasio Artigas.
Proyectando sus valores, el FRC sacó a Misiones de una crisis económica recurrente. Eliminó la deuda pública y mantiene el superávit fiscal desde hace años. Esto es merced a la austeridad en el gasto y políticas fiscales localistas que incluso han generado controversia. La referencia es a la existencia de un régimen que la oposición denomina “aduana paralela”, ya que se cobra anticipos de Ingresos Brutos a los bienes que entran a la provincia. El ingreso que implica tiene un impacto alto en las cuentas provinciales.
La provincia también promociona políticas de desarrollo tecnológico y hasta difunde la vigencia de un “Sillicon Misiones”, el distrito del conocimiento, una escuela de innovación y hasta un cine Imax, el único en la Argentina fuera de Buenos Aires. La cuestión a resolver es si este modelo, que se forjó en torno a Rovira, podrá perdurar más allá de su figura. Hoy por hoy, el esquema piramidal lo tiene como figura central y líder (así lo definen) rodeado de un círculo de pocas personas de su estrecha confianza.
En un segundo escalón, las figuras y funcionarios principales. En un tercero, quienes mantienen los resortes de funcionamiento de la estructura política y administrativa del Estado. Finalmente, está su masa de votantes, una aplastante mayoría hasta ahora. Es difícil de sostener esta construcción política con lineamientos del Siglo XIX se sostenga en la complejidad del Siglo XXI sin el toque artesanal de quien la pergeñó.
Tras lo ocurrido con la revuelta policial y con el conflicto docente y de salud abiertos, la pregunta que quedó flotando en el aire es: ¿El Frente Renovador encontró un límite que lo obligará a reinventarse de aquí en más para sostenerse o irrumpió, como en el ámbito nacional, el principio del fin de una era? La dirigencia opositora se inclina por la última alternativa. Pero la motivan más los deseos que una valoración y evaluación de hechos. Aún no encuentra su “nuevo Piña”. Y sigue orbitando alrededor de Rovira y esperando que su estrella se apague.
En el oficialismo, por el contrario, minimizan lo acontecido. Y lo atan a experiencias anteriores, como la revuelta policial que sufrió como gobernador Maurice Closs en 2012. También pesa más el deseo que la racionalidad. Lo que sí es cierto es que la Renovación entendió que algo está pasando. Y reaccionó rápido. Este jueves hará un despliegue de musculatura política con una movilización de su militancia a la Legislatura. A diferencia de la oposición, el FRC tiene figuras de recambio. Y pretende resguardarlas.