La relación entre la Iglesia Católica y el gobierno nacional no es la mejor. Tampoco es la peor. Hay líneas de comunicación tendidas, pero diferencias sustanciales sobre el abordaje de cómo el Estado contiene a los sectores más damnificados por la crisis económica. Hay rispideces que se disimulan y buenos modales que ocultan la disconformidad.
Nunca hubo sintonía fina, pese a que el día que asumió Javier Milei, el mensaje del arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, fue de respaldo y acompañamiento. Una voz encumbrada dentro del organigrama jerárquico de la iglesia en Argentina, que transmitió la línea oficial de apoyo en medio de un mar de dudas que sacudía a la población por la llegada de un outsider a la Casa Rosada.
Sin embargo, con el paso del tiempo el vínculo sufrió un desgaste veloz, que los sacerdotes de diferentes sectores empezaron a retratar en sus apariciones públicas. El último fin de semana la hilera de reclamos que la Iglesia venía haciendo respecto a la implementación de políticas sociales y reparto de alimentos, volvió a escalar.
“Hay que acompañar con hechos y no solo con palabras el esfuerzo de la gente”, sostuvo García Cuerva durante la homilía pronunciada en el Tedeum del 25 de mayo. A lo que también agregó: “Todos sintamos también hoy sobre nosotros la mirada fuerte de Jesús, que nos interpela, que nos cuestiona, que nos alerta sobre nuestra insensibilidad con los más desprotegidos, que nos reclama mayor compromiso y cercanía con los que sufren”. No hubo lugar para segundas interpretaciones. El mensaje fue claro y consistente.
El segundo mensaje llegó después de la celebración religiosa en la Catedral Metropolitana y fue enviado por el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Oscar Ojea, que se metió en un nuevo capítulo de la novela sobre el reparto de alimentos por parte del Gobierno. El obispo de San Isidro le reclamó celeridad al Gobierno en la entrega de 5 millones de kilos de alimentos, que están acumulados en depósitos.
“No entro en las razones por las que están guardados, pero pienso que en un tiempo de emergencia alimentaria esto debe llamarnos a la reflexión. Rápidamente, tienen que ser entregados, esta sensibilidad frente al pan que yo tengo y puede faltar en otras mesas va contra todo lo que significa, por ejemplo, cuando tiramos comida”, precisó.
Los mensajes en tándem no fueron casuales. Hubo una decisión de que salgan en conjunto para plantear dos ejes centrales por los que transita hoy la relación entre el oficialismo y la Iglesia: el modo de abordaje de la problemática social y la entrega de alimentos a los sectores más pobres de la ciudadanía.
García Cuerva se encargó de retratar la problemática más de fondo y Ojea la inmediata. Un pedido de empatía con los postergados del sistema y un reclamo por alimentos que están almacenados en galpones del conurbano bonaerense y que el Gobierno posterga su entrega. Aunque, en la mañana de ayer, el vocero presidencial, Manuel Adorni, aseguró que están “reservados de forma preventiva para emergencias o catástrofes”.
“No nos metemos en la coyuntura, pero creemos que hay que repartir los alimentos que están almacenados”, aseguraron a Infobae en la CEA. El reclamo se mantiene activo pese a la postura oficial. Desde la Iglesia no van a responder las expresiones de Adorni. No quieren entrar en un ida y vuelta que solo aumente la polémica. Pero seguirán marcando su postura cuando haga falta. Piensan que no es un momento para discutir el reparto de los alimentos y no creen en la teoría oficial de que están reservados para una catástrofe.
Algunos dirigentes sociales, que tienen relación con la Iglesia, creen que la decisión política del Gobierno es disciplinar a las organizaciones sociales quitándoles el control de esos alimentos. Pero que, al mismo tiempo, el oficialismo no sabe cómo repartirlos porque rompieron todas intermediaciones que unen al Estado con el territorio.
Es probable que un mensaje similar al de Ojea salga de la estructura eclesiástica en poco tiempo. Esta semana comienza la difusión de la colecta nacional de Cáritas, que es el 8 de junio. Desde esa institución se publicará un informe sobre la situación social, que harán junto a la Universidad Católica Argentina (UCA). No es el único canal de comunicación. Los voceros de la Iglesia seguirán insistiendo con el reclamo mientras no haya respuestas del Gobierno. Ejercen presión a su manera.
La Iglesia no quiere confrontar con el Gobierno. Y viceversa. Tanto es así que el mensaje de Adorni, que en el fondo fue una respuesta para Ojea, estuvo dirigido formalmente a la Justicia, luego de conocer que el juez Sebastián Casanello le ordenara al Ministerio de Capital Humano, a cargo de Sandra Petovello, que en 72 horas elabore un plan para distribuir las cinco toneladas de alimentos alojadas en un depósito.
En el corazón de la iglesia católica cayeron mal las reiteradas apreciaciones de los funcionarios del Gobierno respecto al funcionamiento de los comedores y merenderos. Los obispos que visitaron a Milei el 12 de marzo en la Casa Rosada le plantearon con claridad que estaban de acuerdo con la política oficial de auditar y controlar el accionar de las organizaciones sociales, que ofician de nexo entre el Estado y la gente en el reparto de comida. Pero de ahí a no repartir alimentos, hay una distancia que genera cortocircuitos.
Hay acuerdo en el contenido, pero no en las formas. Lo que molesta en los distintos sectores que componen la iglesia es que el discurso oficial no distingue con claridad a los que trabajan bien. “Meten a todos en la misma bolsa. No se pueden discontinuar los alimentos en este momento”, se quejaron. Hay una demonización de las organizaciones sociales y su trabajo, que para la Iglesia tiene un gran valor porque son los principales articuladores para que los alimentos lleguen a la gente.
Algunos sacerdotes que trabajan en los barrios más humildes creen que existe un gran desconocimiento del Gobierno sobre el territorio. Sobre cómo funcionan los merenderos, cómo es la vida en las villas, cómo está armada la logística de contención social, cómo trabaja la Iglesia en esos sectores postergados y cuáles son las realidades que se fusionan en las calles de esos lugares donde el Estado, generalmente, tiene inconvenientes para llegar.
Puertas adentro de la Iglesia también hay mucha preocupación sobre el proceso recesivo que está en marcha y que se va profundizando semana a semana, con despidos de grandes empresas privadas. “La experiencia del que se queda sin trabajo es traumática y afecta el seno familiar”, explicó un sacerdote que trabaja en un municipio del conurbano y que conoce cada vez más casos de familias que no pueden pagar las cuotas de los colegios parroquiales.
Miradas diferentes sobre cómo afrontar la crisis económica que golpea a la mayoría de los argentinos, muchos de ellos auxiliados por la Iglesia, que absorbe el rol del Estado en las calles más recónditas del país.