Pasaron 4 años, 11 meses, y 9 días desde que la CGT hizo su último paro general de 24 horas. Gobernaba Mauricio Macri y entre los reclamos sindicales figuraba “el deterioro de la situación económica” y “la pérdida de poder adquisitivo de los salarios por la inflación”. Luego, Alberto Fernández y Cristina Kirchner tuvieron mucha más suerte: no sufrieron ni un solo paro pese a que la economía, la inflación y los salarios empeoraron lo que dejó la gestión de Cambiemos. Hoy, Javier Milei afrontará su segundo paro general desde que asumió, esta vez de 24 horas. Antes soportó un paro de 12 horas con movilización y otras dos concentraciones callejeras de protesta. Todo un récord.
¿Cambiará algo el día después de la huelga de este jueves? Es a lo que apuesta la central obrera con una medida de fuerza que, según se prevé, será contundente gracias a la adhesión del transporte. Ya logró que Milei aceptara recortar la reforma laboral casi a su medida y consiguió que flexibilizara su postura de no homologar paritarias que superaran la previsión inflacionaria. Pero no se conformó y ahora va por más: quiere eliminar otros artículos de la Ley Bases, impedir que vuelva el Impuesto a las Ganancias y frenar el ajuste económico y la reforma del Estado que reducirá puestos de trabajo.
“Tenemos la responsabilidad de conducir, pero esta no es la CGT de hace 40 años”, dijo a Infobae Gerardo Martínez, líder de la UOCRA y uno de los dirigentes más lúcidos del sindicalismo, para remarcar que ya pasó la época de los 13 paros generales de Saúl Ubaldini contra Raúl Alfonsín y que la dirigencia cegetista sabe que “Milei preside el país y tiene que gobernar 4 años”. Para mostrar una actitud más reflexiva, sin embargo, debería salir de la lógica de siempre, subordinada a los paros y movilizaciones que castigan sobre todo a los gobiernos no peronistas (esa característica tuvo el 64% de las 44 medidas de fuerza convocadas por la CGT desde 1983, como informó este medio).
Es un problema para el sindicalismo haber quedado atrapado en esa encerrona. Y más aún para el sector dialoguista de la CGT, que corre el riesgo de no poder salir de la dinámica irreductible de las fracciones gremiales combativas y de izquierda. Hoy, los más moderados de la CGT se sienten forzados a endurecerse para tratar de que el Gobierno los llame a dialogar y, a la vez, para no quedar desacomodados en el congreso cegetista que elegirá nuevas autoridades en 2025.
¿Qué pasará luego del paro general de 24 horas? “Dependerá del Gobierno”, contestó Martínez. Todavía no está claro cómo hará la fracción dialoguista de la CGT para evitar que su estrategia quede desde este viernes a merced de los más duros. Pablo Moyano agitó el “fantasma de la Banelco” y enojó a los senadores afines. El kirchnerista Edgardo Llano pidió “escrachar” en los vuelos de Aerolíneas a los legisladores que votaran la Ley Bases. El titular de la combativa CTA Autónoma, Hugo “Cachorro” Godoy, incluso fue más allá y amenazó con destituir a Milei por la fuerza: “A los déspotas y dictadores el pueblo argentino los echa como ya lo hicimos a lo largo de la historia”, dijo.
El dilema es cómo evitar que esos socios actuales de la CGT en el plan de lucha contra el Gobierno sean los que marcarán el ritmo de sus próximos pasos y cómo poner en claro sus profundas diferencias con los sindicalistas que apelan a un discurso y una línea de acción que bordea lo destituyente.
Mientras, la Casa Rosada no da muestras de sensibilizarse ante las protestas de la CGT y avanza, en realidad, como si tratara de dejar expuestos a los dirigentes gremiales ante una sociedad que mayoritariamente, según las encuestas, todavía tolera las consecuencias del “ajuste más grande de la humanidad”, como se jactó Milei de estar aplicando. ¿Podrá la CGT seguir endureciéndose y haciendo paros de manera permanente sin quedar asociada con el intento de voltear al Presidente?
Por eso se entiende la apuesta cegetista de hacer todo lo posible para que el Senado rechace la Ley Bases y el paquete fiscal: si el Gobierno fracasa en tener esas leyes clave, la derrota será tan grande que, imagina la CGT, deberá recalcular sus decisiones y sentarse a negociar. Que fue lo que sucedió con la marcha universitaria, un tremendo error de cálculo político del oficialismo. Luego de la masiva movilización, llena incluso de votantes de Milei, el Gobierno llamó a las autoridades de la UBA y este lunes incluso la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, recibió a los 4 sindicatos del sector educativo en la CGT y les prometió lo que venía negándoles: convocar en breve a la paritaria nacional docente. ¿Sucederá lo mismo si Milei no logra que salgan del Congreso las leyes que necesita?
El tablero en el que se mueven el Gobierno y la CGT es muy similar al del ajedrez. El que se apresura y no piensa la próxima jugada, pierde. Así lo admiten en el sector sindical dialoguista, donde saben que no deben resignar el protagonismo en manos de Pablo Moyano, Edgardo Llano y Hugo Godoy.
Hay conflictos inevitables: tras el paro de este jueves, el dirigente del Sindicato de Camioneros tratará de desplazar al ferroviario Sergio Sasia de la jefatura de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT). La crisis se evidenció el lunes pasado, cuando los gremios del sector hicieron asambleas de 8 a 11 con interrupción del servicio, pero Sasia y 2 sindicatos ferroviarios se diferenciaron al no paralizar los trenes y limitarse a repartir volantes con sus reclamos.
Este miércoles, por primera vez tras largos años de una feroz rivalidad interna, la kirchnerista seccional Capital de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), liderada por Daniel Catalano, se alió a la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN), de impronta moderada y conducida por Andrés Rodríguez, para difundir un documento en el que denuncian “el intento de desmantelar el Estado nacional” y hablan de una “cacería humana” contra los empleados públicos. Rodríguez, secretario adjunto de la CGT, es un abanderado del diálogo y aspiraba a encontrar funcionarios con los cuales negociar medidas que parecen inevitables. No lo consiguió y debió acercarse al kirchnerismo.
Ese puede ser el espejo que refleja la imagen de otros sindicalistas de impronta moderada que quieren negociar, pero deben endurecerse por la falta de nuevas señales del Gobierno. Por eso el conflicto con el sindicalismo depende tanto del Presidente. Si “ayuda” a los dialoguistas convocándolos a consensuar algunas medidas, logrará aislar a los dirigentes que sólo buscan desgastar su figura y utilizan a la CGT como mascarón de proa. El paro general es una forma de desahogo y un llamado de atención que durará 24 horas. Si los sindicalistas quieren superar el “síndrome de los 13 paros contra Alfonsín” deberán encontrar métodos distintos. Nadie hace apuestas sobre lo que puede suceder desde mañana en este escenario en el que Milei y la CGT son los ejes de una pelea indescifrable.