La movilización de la CGT por el Día del Trabajador no cambió el escenario de su conflictiva relación con el presidente Javier Milei, aunque se trató de una herramienta de presión con obvias reminiscencias de la masiva marcha universitaria. Y aunque el oficialismo le dio muestras de que flexibilizó sus posiciones, la central obrera dejó en claro que no hay margen interno para un eventual levantamiento del paro general de 24 horas del 9 de mayo y que los líderes sindicales ahora jugarán fuerte para tratar de que el proyecto de Ley Bases no sea aprobado por el Senado.
Se notó un mayor esfuerzo del aparato sindical para sacar a sus militantes a la calle, aunque esta tercera movilización de la CGT durante el gobierno de Javier Milei (la primera fue el 27 de diciembre ante el Palacio de Tribunales y la segunda, el 24 de enero en el Congreso de la Nación) tiene un sabor distinto. La dirigencia cegetista logró frenar el DNU 70 en la Justicia y consiguió que, en medio de su ofensiva opositora, el Gobierno la recibiera por primera vez en una reunión oficial y aceptara mutilar su reforma laboral como gesto de buena voluntad. Nada alcanzó. La CGT avanza sin fisuras hacia su segundo paro general, apoya las asambleas de los sindicatos del transporte que el lunes próximo paralizarán el sector de 8 a 11 y ahora busca arrinconar a los senadores para frenar la Ley Bases.
La magnitud del “pressing” sobre la Cámara Alta quedó al desnudo este mediodía cuando Pablo Moyano (Camioneros), uno de los cotitulares de la CGT, disparó una frase amenazante: “Espero que no vuelva a aparecer el fantasma de la Banelco como cuando se trató la reforma laboral”.
Lo dijo en la conferencia de prensa realizada tras la movilización y graficó hasta dónde está dispuesto a llegar para presionar a los senadores y eventualmente ensuciar con sospechas la sanción de la ley. “¿Qué vamos a seguir hablando con los senadores peronistas si saben que no se puede votar una ley donde se privatizan las empresas del Estado, vuelve el Impuesto a las Ganancias y quieren eliminar las indemnizaciones? Ya está todo dicho. De hecho, hablaremos con aquellos que no integran Unión por la Patria -dijo-. Estoy convencido de que los 33 senadores tienen que votar en contra porque llegaron a ser senadores de los senadores cantando la marcha peronista, con los cuadros de Perón y Evita, y después tenemos que ir a buscarlos para que no voten una ley en contra de los trabajadores. Eso está todo hablado. Es la conciencia que tiene que tener cada senador”.
Es el operativo que la CGT ya había iniciado para obturarle el paso al DNU 70 en el Congreso, y que consiguió su propósito cuando a mediados de marzo se rechazó el decreto en el Senado, y que se apresta a profundizar en las próximas horas. Lo mismo hará en contactos con los gobernadores del PJ, que no muestran un frente homogéneo respecto de la Ley Bases. El objetivo es frustrar la iniciativa que Milei considera clave para su gobierno porque, más allá de su postura opositora por antonomasia, la CGT apunta a derribar los cambios en el régimen laboral de los estatales -que quedaron intactos en el proyecto aprobado en Diputados- y algunos artículos que no logró que sean eliminados, como el de los trabajadores independientes y la indemnización agravada por discriminación, además de la restitución de Ganancias, que causará que unos 800.000 trabajadores vuelvan a pagar el gravamen.
Por eso era tan crucial para la CGT una escenificación callejera de su poder de convocatoria. Lo logró una vez más asociada con los movimientos piqueteros, la UTEP y las dos CTA, sectores que miran de reojo los movimientos pendulares de su sector dialoguista. Por eso, y ante los contactos reservados con el asesor presidencial Santiago Caputo y el diputado Miguel Ángel Pichetto que derivaron en una versión light de la reforma laboral, sonó lógico que Héctor Daer (Sanidad), cotitular de la CGT, arrancara la conferencia de prensa con una aclaración: “No hemos discutido ni negociado ningún proyecto, ni dictamen, ni media sanción como la que ocurrió en la Cámara de Diputados”.
Es que el proyecto sancionado en la Cámara baja incluye un capítulo laboral recortado. Su versión anterior reproducía casi exactamente el mismo contenido del DNU 70, pero, a partir de los gestos hacia la CGT, los 58 artículos de modernización laboral de la Ley Bases quedaron sólo en 16, sin los puntos objetados por el sindicalismo. El texto aprobado es celebrado en forma reservada por Hugo Moyano y todos los jefes sindicales: deja a salvo la “caja sindical” porque se quitó la limitación a las cuotas solidarias, se blindaron las protestas extorsivas ya que desaparecieron las sanciones contra los bloqueos a empresas y ya no busca declarar esencial la educación para limitar los paros.
Daer también disipó la sospecha de que la CGT podía levantar el paro del 9 de mayo si el Gobierno accedía a otros reclamos sindicales luego de haber capitulado con la reforma laboral: “Vamos a seguir adelante con el plan de lucha que venimos desarrollando. En ningún momento estuvo en duda ni fue discutido. Esa agenda la marcó el Consejo Directivo de la CGT y queremos ratificar, en nombre de las más de 300.000 compañeras y compañeros que se movilizaron este 1° de mayo, que esta CGT no va a resignar un ápice de todos los derechos que tenemos conquistados a lo largo de la historia”.
Al lado de Daer y Moyano, en el escenario del salón Felipe Vallese del edificio de Azopardo 802, había miembros de la conducción cegetista como Carlos Acuña (estaciones de servicio), el tercer cotitular; Andrés Rodríguez (UPCN), Jorge Sola (seguro) y Mario Manrique (SMATA), pero otros dirigentes, a tono con este tiempo de efervescencia social, prefirieron quedarse en la calle con sus bases.
Fue el caso de Armando Cavalieri (Comercio), quien se mostró endurecido: “Nos encontramos en un momento crítico donde el estancamiento de la actividad económica pone en riesgo los puestos de trabajo y el bienestar de los trabajadores. Es vital que permanezcamos unidos y firmes en la defensa de nuestros derechos laborales”, dijo mientras lideraba una columna muy numerosa de su gremio.
Otros ejemplos fueron los de Gerardo Martínez (UOCRA), junto a otra de las representaciones más importantes de la movilización cegetista; José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), que no se despegó de los trabajadores de AYSA que lo acompañaron; Juan Pablo Brey (aeronavegantes), junto a su gente con consignas contra el acuerdo de cielos abiertos con Chile, y Sergio Romero (UDA), que permaneció todo el tiempo al frente de la columna más fuerte de los sindicatos docentes.
Hubo presencias políticas que la conducción cegetista agradeció, pero evitó para las fotos callejeras, como las del gobernador Axel Kicillof y dos de sus ministros, Andrés Larroque y Walter Correa; intendentes del PJ como Fernando Espinoza (La Matanza) y Julio Alak (La Plata), el ex canciller Felipe Solá y dirigentes del Frente Renovador como Sebastián Galmarini, cuñado de Sergio Massa.
El momento inesperado de tensión se dio cuando la columna de la CGT, encabezada por sus principales dirigentes, comenzó a caminar desde Independencia y Defensa hacia el Monumento Canto al Trabajo, una cuadra y media más adelante, pero la guardia pretoriana cegetista se encontró el paso obstruido por la presencia de los manifestantes del trotskismo sobre la avenida Paseo Colón. Si se quedaban en ese lugar, la CGT no iba a poder avanzar hasta la sede de la calle Azopardo. El posible choque entre los militantes sindicales y los trotskistas hizo temer la posibilidad de incidentes.
En la izquierda admitieron que fue su presencia allí fue una picardía: estaba previsto que se concentraran en la Plaza de Mayo, a pocas cuadras de allí, pero antes fueron al encuentro directo de los líderes de la CGT para exigirles a viva voz que hicieran un paro de 36 horas contra el Gobierno. En medio de un clima de tensión, sin embargo, los encargados de seguridad de la CGT, vallas en mano, fueron apartando a los activistas de izquierda, que aceptaron los pedidos de liberar un corredor.
Aun así, como en una pasteurizada versión de la pelea entre la izquierda dura y la “burocracia sindical” de los años 70, se produjo un duelo de estribillos cuando ambas fracciones se cruzaron. Del lado trotskista gritaban “Paro, paro, paro, paro general” con los puños en alto, mientras que en la fracción cegetista respondían “Borombombón, borombombón, los sindicatos son de Perón”, un clásico de la derecha peronista. Hubo un intento muy tímido de algunos de entonar “Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode” para superar las diferencias, pero no prendió entre los manifestantes.