George Kennan desde su oscura oficina en Moscú anunció el comienzo de la Guerra Fría con su Largo Telegrama enviado a Washington. Henry Kissinger demostró que era posible contener a la nomenclatura soviética abriendo un canal geopolítico con China. Y William Burns confirmó que la diplomacia era una herramienta inexorable para evitar que el mundo sucumbiera ante el epílogo del Momento Unipolar que protagonizó Estados Unidos desde la caída del Muro de Berlín al ataque terrorista ejecutado por Osama Bin Laden.
Joseph Biden envió a Burns a Buenos Aires para ratificar su decisión política de considerar al gobierno de Javier Milei como su principal aliado en América Latina. Y Burns, con su cargo de director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y su aspecto de profesor universitario de John Hopkins, impactó en la Casa Rosada por su conocimiento del mundo, sus modos personales y su manejo de la información clasificada.
Burns llegó a Balcarce 50 con una silenciosa custodia y en la explanada fue recibido por el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y Marc Stanley, embajador de Estados Unidos en Argentina. Los tres subieron al primer piso de la Casa Rosada, y a posteriori se sumó Patricia Bullrich, ministra de Seguridad Nacional.
Antes de asumir como director de la CIA, Burns trabajó junto a George Bush (P), Bill Clinton, George Bush (h) y Barack Obama. En 1991, cuando era un joven diplomático, participó en la Conferencia de Paz en Madrid, y diez años más tarde asesoró para preparar la invasión a Irak, una decisión de la Casa Blanca que aún critica.
Burns todavía recuerda los años junto a Clinton, pero siempre ha preferido la voluntad política y la ética en el poder de Obama. Muy cerca de este presidente de Estados Unidos, el actual director de la CIA supo que Bin Laden había sido muerto en Pakistán.
La administración Biden está preocupada por la ofensiva de China en Argentina y América Latina, las operaciones de narcoterrorismo que pueden promover Hezbollah e Irán en asociación con los carteles de la región y los constantes ataques cibernéticos y de noticias fake que se ordenan desde Rusia para debilitar a las democracias del continente.
Desde su extensa carrera diplomática, Burns no considera un hecho casual este volumen de amenazas constantes y sucesivas. Y en este escenario geopolítico, el director aplicó su conocimiento de Medio Oriente y Rusia para explicar en Gobierno que Argentina y Estados Unidos deben actuar en tándem para enfrentar enemigos comunes.
La Casa Blanca comparte la segmentación ideológica que hace Milei respecto a las dictaduras regionales -Cuba, Nicaragua y Venezuela-, las condenas explícitas a Irán, Rusia y China, y su apoyo a la principio de legítima defensa que ejerce Israel para combatir a Hamas en la Franja de Gaza.
Y el director de la CIA reiteró en Balcarce 50 que Biden apoyará al Presidente en su agenda local e internacional. Desde esta perspectiva, en dos semanas llegará la general Laura Richardson, jefe del Comando Sur de Estados Unidos. Richardson es otra señal de respaldo de Washington a Milei.
Cuando concluyó la reunión en Gobierno, se conoció el siguiente comunicado oficial: “La llegada del funcionario de alto nivel del gobierno estadounidense forma parte de una agenda de trabajo común entre ambos países en materia de inteligencia y de lucha contra el terrorismo”.
Es cierto que en DC no cayó muy bien que el presidente se abrazara con Donald Trump -adversario de Biden en las elecciones de noviembre-, pero la Casa Blanca cree que derrotará al candidato republicano y que Milei puede actuar como un balance de poder frente a gobiernos de la región que comparten idéntica hoja de ruta con China, Rusia e Irán.
Burns lo explicó muy bien en su libro The Backchannel: la diplomacia debería ser el único método para cerrar un acuerdo entre partes que no coinciden en todo.