El PRO empieza una nueva etapa política desde su existencia. Se trata de un momento de renovación y relanzamiento, con guiños de alineamiento con Javier Milei, presidente de la Nación. Luego de arduas negociaciones, Mauricio Macri se convirtió ayer en el nuevo titular del partido que había fundado a principios de siglo. Logró un acuerdo con Patricia Bullrich, que le disputada poder interno. Ahora se prepara para conducir al PRO con un desafío complejo: apoyar al Gobierno sin ser fagocitados por La Libertad Avanza.
No es tarea sencilla. Milei le quitó al PRO el componente disruptivo y, con eso, buena parte de su electorado. ¿Para qué quiere el Presidente los dirigentes amarillos si ya tiene los votos? Es una de las preguntas que resuena en los corrillos políticos del partido que creó el ex presidente.
Pese a que tuvo un amplio respaldo de la dirigencia del PRO, no fue fácil para Macri el cierre de listas. Ayer era el plazo límite para presentar las candidaturas ante la Justicia Electoral. Bullrich, que ejercía la presidencia, había anunciado su decisión de correrse del cargo para enfocarse en la gestión del Ministerio de Seguridad. El partido debía renovar al presidente, dos vicepresidencias, titular de la Asamblea, la secretaría general (elegido por el Consejo), 25 consejeros y vocales.
La dificultad para el cierre provino por la resistencia que Bullrich ejerció sobre Macri. La funcionaria se movió para impedir que el macrismo hegemonice al PRO. Juntó avales, operó políticamente con dirigentes nacionales y del interior para conseguir apoyos que le permitieran ser un contrapeso al ex Jefe de Estado. Conocía que perdía una interna con Macri, pero sabía que podía equilibrar el reparto de cargos internos si ejecutaba presión.
Macri buscó quedarse con la mayoría de los espacios de poder dentro del PRO y quiso bloquear algunos nombres propuestos por Bullrich, como el de Damián Arabia, a quien el bullrichismo impulsó como vicepresidente segundo. El macrismo había soltado el nombre de Soledad Martínez, intendenta de Vicente López, para la vicepresidencia primera.
Después de largos días de negociaciones políticas, que se vivieron con idéntica tensión a la de un cierre de listas de elecciones nacionales, Macri y Bullrich llegaron a un acuerdo. Lo paradójico es que los dos salieron a comunicar con sus voceros que ambos habían logrado un mejor cierre. La ministra festejó la designación de Arabia y de un una decena de dirigentes cercanos dentro del Consejo Directivo.
El macrismo transmitió el mismo entusiasmo al señalar que “casi el 80% de los nombres son de Mauricio”. En esa lista computaron a gobernadores e intendentes que, si bien algunos de ellos están hoy en sintonía con Macri, hacen un juego propio anclados en sus territorios. En cualquier caso, el ex Presidente logró un amplio consenso para conducir el partido, con avales de referentes históricos, jefes territoriales y los presidentes del PRO en el interior.
Macri lo vive como un paso clave. Nunca antes había ejercido la presidencia del partido, peso a ser por años el líder indiscutido. Desde el triunfo de Milei ante Sergio Massa, en el balotaje de noviembre del año pasado, el ex Jefe de Estado evaluó que para Juntos por el Cambio (JxC) había sido una derrota dura de asimilar. Así como también para el PRO, uno de los partidos más preponderantes de aquella coalición. Macri cree que el partido debe ordenarse, recuperar la identidad, los valores originarios y el componente disruptivo.
En el macrismo señalan que la construcción política de Horacio Rodríguez Larreta entre 2021 y 2023, con un perfil social demócrata de centro, “desdibujó” el espíritu del PRO. Esa agenda de derecha que otrora capitalizaba el macrismo fue, de pronto, absorbida por el auge libertario de Milei.
En ese escenario, Macri busca liderar una especie de transición en el PRO. Quiere que el partido se renueve y funcione como plataforma para el crecimiento de dirigentes nuevos o jóvenes. Bullrich, en cambio, entiende que el partido como tal debe alinearse a Milei.
La ministra de Seguridad es leal a Milei y se mueve para fortalecer el volumen político del Gobierno. Los libertarios llegaron a la Casa Rosada con alta legitimidad de origen pero con especial debilidad parlamentaria y territorial. Bullrich articula políticamente para que el PRO converja con el oficialismo y respalde todas las iniciativas de Balcarce 50.
Macri y Bullrich, vínculo en crisis
Macri y Bullrich hablan cada vez menos. Atraviesan un momento de tensión. La relación se lesionó después de las PASO de 2023 y nunca volvió a ser igual. Las diferencias se profundizaron cuando ella movió y aceptó ser la ministra de Seguridad de Milei.
El ex Presidente se molestó porque consideró que fue una “jugada personal” y sin su anuencia. “Ya soy grande y no me manda nadie”, deslizó Bullrich ante sus colaboradores cuando surgió la propuesta de Milei y decidió avanza sin el respaldo de Macri. El vínculo quedó roto y la reconciliación no será fácil.
Mientras tanto, Macri busca sostener la cercanía con los referentes históricos y territoriales del PRO. Está en sintonía con los gobernadores Rogelio Frigerio (Entre Ríos) y Nacho Torres (Chubut), así como con Jorge Macri (CABA). Lo mismo con intendentes de peso como Soledad Martínez (Vicente López) y Guillermo Montenegro (Mar del Plata).
Mientras que Diego Valenzuela (Tres de Febrero) y Ramón Lanús (San Isidro) se mueven hoy con un diálogo más fluido con Bullrich, aunque el sanisidrense tiene excelente vínculo con Macri también. Respecto a los referentes parlamentarios, Cristian Ritondo está alineado al ex Presidente. En tanto que dirigentes como María Eugenia Vidal y Diego Santillo cultivan buen diálogo con Macri aunque intentan conservar equidistancia y autonomía.
De todos modos, Macri y Bullrich están de acuerdo en que el bloque del PRO en el Congreso debe actuar concertado al oficialismo. La ministra tiene en Damián Arabia a su espada parlamentaria de confianza.
El relanzamiento del PRO, con Macri a la cabeza, es el primer paso hacia el 2025. El partido avanza hacia un frente electoral, casi inevitablemente, con el espacio de Milei. Inicia una etapa para discutir cómo y de qué forma concretar esa alianza.