Corría la madrugada post-elecciones generales y en la explanada de ingreso al hotel Libertador, el búnker donde los libertarios festejaban a medias un resultado con sabor a poco, un asesor de Victoria Villarruel dejaba traslucir su malestar en la oscuridad. Hacía tiempo venía notando una creciente exclusión por parte de la cúpula de la abogada y compañera de fórmula de Javier Milei, y no lo entendía. En las encuestas, “Vicky” medía tan alto como “el León”, y sus intervenciones en los prime time de la TV eran un éxito, aunque fuera por la polémica que generaban. Correrla era contraproducente, y sin embargo, no podían evitarlo. Se estaba gestando el germen de una disputa política en la cúpula de La Libertad Avanza, que se arrastraría al ámbito institucional durante la gestión y que explotó ayer, cuando la Casa Rosada vislumbró que el preciado DNU de desregulación del Presidente podía estar por derrumbarse por culpa -según ellos- de la vicepresidenta.
A pesar de los denodados intentos de los voceros del Gobierno para negarlo, el enfrentamiento entre Milei y Villarruel es un secreto a voces que nadie niega en privado en el mundillo libertario. La pelea subterránea se arrastra desde la campaña, cuando se quebró el vínculo por mutuas decepciones y, especialmente, la desaprobación de Karina Milei.
Los líderes se conocieron en 2018 vía Twitter, unidos por las banderas celestes en el debate por el aborto. Los likes y DMs derivaron en encuentros personales, y culminaron con el ofrecimiento de Milei a la jurista para que lo acompañara en el binomio de la incipiente coalición de LLA en la carrera por el sillón de Rivadavia. Ahora es otra discusión legislativa, por el DNU de desregulación, la que llevó a que el vínculo toque fondo y parezca irreconciliable.
La furia desatada en la Casa Rosada por la habilitación que le dio la presidenta del Senado al tratamiento del decreto más importante para Milei es el corolario y muestra cabal de una larga puja silenciosa que los libertarios intentaron tapar con éxito relativo durante los primeros meses de gestión. Se arrastra desde el segundo tramo de la campaña, arraigada en la molestia de Karina Milei con las supuestas ínfulas de grandeza de Villarruel, que cometió el error imperdonable de levantar el perfil más allá de lo permitido en el cerrado espacio de derecha. “Victoria siempre fue muy valorada. Pero tiene un problema, que no entiende cuál es su rol”, acotó un estrecho colaborador del Presidente.
Es cierto que Villarruel tiene agenda y aspiraciones propias. Desde el inicio de la aventura libertaria, la abogada, activista principal de la polémica cruzada por el revisionismo de la última dictadura militar se apropió del relato de la fuerza en términos de derechos humanos. Al principio, con marcado aval de su líder. Después, de manera cada vez más independiente. Y quienes defienden a la vicepresidenta están convencidos de que la excluyen porque la consideran una amenaza.
Sus colaboradores resaltan su alta autoestima. “Tuvo que forjar un carácter muy fuerte yendo a contracorriente de la cultura del Nunca Más tantos años”, resumió un colaborador cercano que, como ella, esperaba que Milei reconociera con creces su contribución en la campaña y se sintió defraudado. Del otro lado, en Balcarce 50 creen que el premio por su compromiso fue más que suficiente. “Nos aportó mucho, sin dudas, como todos. Pero se sobrepasó con las pretensiones. Tiene que entender cuál es su lugar”, insistieron en el círculo íntimo del jefe de Estado.
El punto de quiebre fue en diciembre, durante la repartija de cargos del Estado nacional, cuando Milei le arrebató a Villarruel definitivamente las ilusiones de apropiarse de tres de las áreas que había pedido, Justicia, Defensa y Seguridad, para las cuales -decía- estaba reuniendo y formando equipos técnicos desde hacía meses. “Nunca le prometimos nada más que la vicepresidencia. Se equivocaba si creía que se iba a quedar con todos esos lugares, fue egoísta”, justificó entonces uno de los asesores recién llegados a la administración pública.
En ese momento también señalaron que la conformación de esos cuadros que prometía Villarruel se demoró demasiado. La designación de Patricia Bullrich, de Luis Petri y de Mariano Cúneo Libarona en esas carteras fue una estaca que terminó de desgarrar el nexo que los unía.
En la campaña también la habían corrido, pero la -entonces futura- vicepresidenta respondía con señales para plantarse ante sus jefes políticos. El año pasado, por ejemplo, salió a marchar con un logo propio, conformado por la “V” inicial de su nombre, sin una sola alusión a la marca de su coalición ni al Presidente.
Entre los motivos de la disputa talló decisivamente la desaprobación de “el jefe” y “verdadero número uno” del Gobierno: la hermana de Milei. Cuentan que el día de la asunción, después de la ceremonia en el Congreso, la futura secretaria general le dificultó la posibilidad de acceder a un despacho para instalarse, descansar y prepararse en la Casa Rosada, donde seguían los actos institucionales de la jornada histórica de la que la abogada estaba decidida a participar. Y la breve historia libertaria muestra que aquellos que quedan atravesados por el rayo censurador de Karina no sobreviven. El actual legislador porteño Ramiro Marra es, quizá, el caso más paradigmático. Un dirigente que destinó fondos privados y tiempo para la campaña durante dos años pero fue excluido de la mesa chica apenas después de la victoria nacional y, si bien fue nombrado asesor presidencial, por ahora no pudo recuperar su lugar.
Con todo, el último roce fue con el propio jefe de Estado, apenas la semana pasada, cuando Villarruel aumentó las dietas de los senadores. También lo había hecho su par de Diputados, Martín Menem, que tiene una relación saludable con Milei. Pero la vice se resistió durante varios días a dar marcha atrás con la medida, como se lo habían exigido desde Balcarce 50, en una nueva manifestación de la impronta autónoma que irrita a los capitanes de LLA.
Más allá de los hechos, las omisiones hablan por sí solas. Hace meses que Milei no comparte un piso de TV con Villarruel, como sí ocurrió durante la carrera proselitista, cuando le daba protagonismo y la sindicaba como futura coordinadora de las áreas castrenses y de seguridad. Tampoco hay registros recientes de una de las selfies de las que suele tomarse el primer mandatario con su característico gesto facial y los pulgares arriba. En cambio, riega con constancia su relación con el asesor Santiago Caputo, el ministro Guillermo Francos y, cada vez más, con uno de los funcionarios favoritos de Karina, el vocero Manuel Adorni, con quien publicó una imagen juntos esta mañana sin motivo aparente, poco antes de la conferencia de prensa que lidera cada mañana.
En la rueda de prensa de hoy, por instrucción del Presidente, el vocero sorprendió con una negativa rotunda sobre la interna, a pesar de que apenas la noche anterior, la cuenta de X de la virtual “Oficina del Presidente” había lanzado un comunicado muy áspero contra Villarruel, cuidándose de nombrarla. Adorni, al contrario, está bendecido por el beneplácito de Karina Milei, entre quienes se forjó una relación de amistad que atestiguan las salidas para distenderse que protagonizaron juntos en recitales y eventos deportivos.
En el Senado percibieron el tono de Adorni como muestra de ciertas intenciones de “bajar la espuma” de parte de la Casa Rosada. “No existe que, a tres meses de gobierno, la vicepresidenta rompa. No es la intención, ni mucho menos. Las teorías conspirativas no nacen desde el Senado”, dijeron cerca de la vice, mientras ella presidía la sesión.
Y aseguraron que trabajan “por la institucionalidad y por el Presidente”. “Llegamos diciendo que las instituciones tienen que ser fuertes para que las cosas se activen, y lo sostenemos”, justificó un asesor al calor de la disputa. En la Cámara alta aseguraron que Villarruel había avisado sobre el nivel de presión que llegaba desde los bloques aliados. “Está claro que Victoria no haría nada de lo que la Rosada no estuviera enterada”.
En paralelo, más allá de los belicosos pases de factura, el Gobierno también descarta la posibilidad de quebrar relaciones con la vice, un escenario de caos y desestabilización que quieren evitar mientras hacen malabares con la economía y el ajuste e intentan lograr consensos para sacar la ley Bases y que no se anule el DNU. “La relación es exactamente la misma de siempre”, acotó un importante consejero presidencial esta mañana, dispuesto a poner paños fríos.
La crisis institucional en ciernes podría suturarse si alguno de los dos miembros de la la cúpula del Ejecutivo cediera. Por ahora están abocados a calmar las aguas y probablemente en el desenlace sea determinante el resultado del nervioso debate que se desarrollaba desde la mañana en el Senado.