Existe un consenso establecido a través de los canales internos de comunicación. De un lado y del otro hay acuerdo en que el Partido Justicialista (PJ) sea utilizado como punto de partida de la reorganización del movimiento político. ¿Cómo? A través de la convocatoria a unas elecciones en las que las puertas estén abiertas para todos. ¿Quiénes son “todos”? Los que están adentro de Unión por la Patria (UP) y los que están afuera pero se definen como peronistas. Todos es todos. Sin exclusiones.
Alberto Fernández llegó desde Madrid con esa propuesta bajo el brazo. Tiene en claro que su ciclo al frente de la presidencia del partido está terminado, aunque aún le resten trece meses de mandato. Su voluntad es que la renovación partidaria se inicie con elecciones transparentes y en los próximos días avanzará en esa línea. Sin “dedazo”. Sin acuerdos de poder para encumbrar un nombre propio.
Pero entiende también que este no es el momento de discutir la renovación del partido. “Hay temas más importantes que esos”, dicen desde su entorno, en referencia a la crisis económica del país y la delicada situación actual que atraviesa el Gobierno en la relación con los gobernadores y legisladores de la oposición. Lo cierto es que en paralelo a la gestión libertaria, el PJ empieza a tener vida nuevamente a través de sus dirigentes más representativos y la discusión del futuro partidario se mete en la agenda política.
Fernández considera que el mejor camino a seguir es que el Congreso del PJ, que preside el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, habilite la constitución de una mesa de acción política compuesta por dirigentes de todas las vertientes del peronismo. Y que sea esa mesa la encargada de organizar y coordinar, en base a los requisitos legales del partido, las elecciones internas para que voten los afiliados. Él, en tanto, se tomaría licencia como presidente del partido.
Esa intención del ex presidente es la misma que tiene Cristina Kirchner. Extrañamente, en la actualidad ambos piensan en espejo. Los dos consideran que debe haber elecciones abiertas para todos los afiliados y para que se presenten todos los dirigentes peronistas que deseen. Pero los dos también entienden que el foco de atención debe estar puesto en la gestión de Javier Milei y en los resultados del ajuste en la vida diaria. “Esa es la verdadera agenda”, dicen en ambos entornos.
El congreso del PJ se llevaría a cabo durante marzo. Y del encuentro saldría una fecha de elecciones y una decisión política: abrir las puertas del partido para que compitan los representantes del peronismo disidente. Desde Miguel Pichetto hasta Guillermo Moreno, desde Juan Grabois hasta Juan Schiaretti y Martín Llaryora. Que se rompan los límites de la construcción electoral que se realizó en el 2019 y que continuó, con otro nombre, en el 2023, y de la que el PJ es la columna vertebral. Que todos puedan volver a pisar la sede de Matheu 130. Hasta el nombre propio más impensado.
En el peronismo creen que podría ser un buen punto de partida para comenzar un proceso de renovación del espacio político, y un punto de unidad después de la feroz interna del pasado reciente. Borrón y cuenta nueva. Que las elecciones den lugar a un nuevo ordenamiento político con mayor consenso y que, al igual que cuando el peronismo estaba en la oposición durante la era de Mauricio Macri, se genere un movimiento del espacio político que traiga aparejado múltiples adhesiones y configure una nueva agenda.
“Hay que convocar a todos. Hay que irlos a buscar. Para eso puede servir la mesa de acción política. Para designar dirigentes que construyan puentes. Ya lo hicimos en el 2019 y lo podemos volver a hacer”, fue la síntesis de un histórico dirigente del PJ, que advierte la necesidad de acercar posiciones con los dirigentes que están en la vereda de enfrente de la mayoría del peronismo. Así como Cristina Kirchner lo hizo con Alberto Fernández y Sergio Massa cuando se conformó el Frente de Todos. Una réplica del pasado.
La intención clara es abrir el juego a todas las terminales peronistas del país para que el PJ se convierta en un punto de unidad. Parece una utopía pensada en los primeros meses de un nuevo gobierno, pero en varios sectores del espacio político advierten un escenario extremadamente delicado y complicado para los próximos meses, y piensan que es necesario que la alianza política esté solidificada y, al mismo tiempo, que se comience a dar una discusión horizontal sobre su futuro inmediato.
Con el aval de CFK, el kirchnerismo está buscando tender puentes con otros sectores de la oposición y, especialmente, del peronismo disidente. Por eso, esta apertura, que también se está dando en el ámbito parlamentario, es una señal clara hacia el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, principal exponente del peronismo cordobés y una de las figuras que aparecen en el horizonte peronista como posible presidenciable.
El peronismo lo mira con atención desde que reemplazó a Juan Schiaretti. Sobre todo los sectores que responden a los gobernadores o que no están alineados al kirchnerismo duro, y que tienen la necesidad de poner fin a la influencia de La Cámpora en los destinos del esquema político. Lo miran aún más luego de convertirse en uno de los principales opositores a Javier Milei, lugar al que llegó más por decisión del Presidente que de él mismo.
En Córdoba el discurso no cambia pese a los guiños que parten desde Buenos Aires. “No nos vemos dando una pelea en el PJ. Nuestro objetivo es armar un espacio peronista anti kirchnerista. Buscar una masa crítica del peronismo, para generar un espacio desarrollista, productivo y federal”, sintetizaron muy cerca del mandatario.
La postura es siempre la misma. Con el kirchnerismo, a ningún lado. Al menos en lo que respecta a la construcción política. Diferente es la situación en el Congreso, donde es muy probable que terminen votando unidos, junto a sectores del radicalismo y los partidos provinciales, para restituir por ley el Fondo de Incentivo Docente. Una alianza estratégica que puede quedar a la vista una vez que comiencen las sesiones ordinarias.
La construcción de ese espacio político que anhelan en Córdoba no empezará antes del 2025, cuando se lleven adelante las elecciones legislativas. Y el gran objetivo será el 2027. Pero para eso falta demasiado tiempo. Son especulaciones típicas del escenario político electoral que no van de la mano de la realidad argentina, aunque convivan permanentemente.
El peronismo de Córdoba se divorció del peronismo nacional, liderado por los Kirchner durante las últimas dos décadas, después del conflicto por la ley 125 que aumentaba las retenciones a las soja. El enfrentamiento, que tuvo lugar en julio del 2008, se profundizó en el tiempo llevando al ex gobernador Juan Schiaretti a construir un partido provincial, autogestionado y con un vínculo muy tenso con la Casa Rosada.
En el presente, Llaryora entiende que Milei lo subió al ring y que tuvo que salir a defenderse, pero que ahora su máximo objetivo debe ser refugiarse en Córdoba y consolidar la gestión en la provincia. “Queremos ponerle un poco de racionalidad a la relación con el gobierno nacional. Y darle gobernabilidad en la medida en la que se dejen”, expresaron en la gobernación cordobesa.
En UP volvieron a sonar las campanas para llamar a la unidad. Pero esa convergencia solo puede servir para resistir y plantarse como la principal oposición al gobierno libertario. Para construir una alternativa en forma sólida, lenta y estable, el peronismo debe rediscutir la agenda económica, social, laboral, tributaria y previsional. Volver a empezar más allá de las peleas. La elección del PJ puede ser ese punto de partida simbólico.