(Desde Roma, Italia) Francisco concedió a Javier Milei setenta minutos de audiencia que aprovechó para escuchar al presidente y proponer ciertas ideas respecto a la ayuda social que se administra desde el Ministerio de Capital Humano. “El Papa lo dejó hablar, plantear sus ideas. Y en su momento, le pidió prestar atención a la situación de los niños y los ancianos”, reveló a Infobae un vocero del Vaticano a prueba de desmentidas.
Francisco se encontró con un Presidente que porta un programa de ajuste liberal y una persona que le sorprendió por su vehemencia, sencillez y afectuosidad. “Me dijo que fue a ver a la novia y se pagó su pasaje de avión”, comentó el Santo Padre a su círculo más estrecho del Vaticano, en referencia al viaje de Milei a Mar del Plata.
A diferencia de sus relaciones de Estado con Mauricio Macri y Alberto Fernández -adonde siempre primó la cautela y la distancia política-, Francisco tiene una actitud contemplativa con Milei. Durante la audiencia de setenta minutos, el Papa no interpeló un sólo concepto económico del Presidente: se limitó a escuchar y a plantear determinados temas vinculados a la ayuda social.
“Él sabe de sus ideas económicas, que no son las mías. Yo lo escuché y después le pedí que preserve los comedores para los chicos y los remedios para los ancianos. Y el Presidente me dijo que sí, que lo iba a hacer”, comentó el Papa a sus interlocutores de confianza.
Francisco es intuitivo y no hubo cálculo político cuando pidió a un asistente que lo llevara frente a Milei después de la canonización de “Mamá Antula”. El Papa lo saludó desde su silla de ruedas, y el presidente le pidió un abrazo. Ese gesto de Milei, más la confianza de Francisco al preguntar sobre su corte de pelo, terminó de enterrar una escaramuza electoral que tenía final abierto.
“Un error de juventud. Una tontería en la campaña. Me pidió disculpas, y yo las acepté”, dijo el Papa para cerrar este asunto que preocupaba en la Casa Rosada.
Francisco elogió la relación del Presidente con el rabino Shimon Axel Wahnish, que participó de la audiencia en el Vaticano. Milei quiso que estuviera a su lado durante un tramo del encuentro con el Papa, y esa decisión fue rescatada por el Santo Padre. El Presidente es católico y tiene una relación profunda con la religión judía.
El Papa conoce al ministro del Interior Guillermo Francos, ya que fue su alumno en la facultad. Habla muy bien de él, y elogia las formas de la canciller Diana Mondino. Le gustó cómo presentó al futuro embajador ante la Santa Sede, Luis Pablo Beltramino, y cómo se manejó durante la audiencia en el Palacio Pontificio.
Milei invitó a Francisco a la Argentina. Firmó una carta oficial en Buenos Aires y repitió la invitación durante la audiencia en la Biblioteca Papal. Francisco quiere regresar, pero depende de su salud. Tiene un viaje de once días a La Polinesia -en agosto- y está limitado por el comienzo de la campaña electoral en Uruguay, que elige presidente hacia fines de octubre.
Francisco desea visitar Argentina y Uruguay. Esa su intención para 2024.
Entonces, la ventana para la visita es septiembre: después de La Polinesia y antes de los comicios en Uruguay. Y estas dos variables dependen de la salud del Papa. Se lo ve bien a Francisco, lúcido y con esa chispa personal que se enciende cuando mezcla su conocimiento del poder, la historia y el argot de Buenos Aires.
Ahora prepara una charla sobre Inteligencia Artificial, Religión y Modernidad, que dará a mitad de año en Italia. Ya pidió a sus asesores que le acerquen la información básica para redactar un discurso que fijará la posición de la Iglesia en un asunto que ya condiciona el presente.
Como sucedió con Laudato Si, que aportó su mirada sobre el Cambio Climático. Y como pasó con Fratelli Tutti, que presentó una perspectiva alternativa a los desafíos de la globalidad tras la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética.
Francisco podría llegar a Buenos Aires al comienzo de la primavera. Una estación que siempre le sentó muy bien.