A raíz de mis actividades comerciales y la posibilidad de representar a empresas israelíes en Argentina y América Latina, tomé contacto con este maravilloso país hace más de tres décadas. Con el correr de los años, si bien no he aprendido más que un par de palabras en hebreo, me enamoré de Israel y he cosechado grandes amistades, hasta sentir a algunos de ellos como parte de mi familia. Soy un verdadero afortunado por haber podido visitar Israel en tantas ocasiones. Siempre me llena de energía, me inspira y me genera admiración esa sociedad que destaca lo colectivo por sobre lo individual.
A lo largo de los sucesivos viajes, especialmente en los últimos años, se me ha formado una rutina, un recorrido que suelo hacer visitando mis lugares, rincones de las ciudades, socios comerciales, profesionales y amigos. No planifiqué viajar este enero, sentí la necesidad de hacerlo. Y si bien hice algunas de las cosas que siempre hago, como dije al principio, fue un viaje distinto a todos.
Lazos estrechos y oportunidades para todos
En cuanto a las tareas vinculadas al mundo empresarial, mantuve reuniones y visité compañías con las que trabajo y otras corporaciones que no conocía. En este punto, me parece clave resaltar el apoyo que podemos brindar desde las actividades económicas a los lazos entre Israel, Argentina y toda la región. Para trabajar en esta línea, estuve reunido con un querido amigo, Roberto Spindel, con quien conversamos e iniciamos la planificación para las próximas actividades de este año que realizaremos en conjunto las cámaras de comercio de América Latina e Israel. Próximamente, las daremos a conocer. También fui recibido en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel por Jonathan Peled, Director adjunto para América Latina y el Caribe, con quien estuvimos conversando sobre la relación binacional, particularmente sobre las numerosas oportunidades en el área económica.
Análisis estratégico de la coyuntura israelí
No escapa a nadie que este viaje se dio en un contexto de enorme tensión geopolítica. Por eso destaco especialmente mi encuentro con el profesor Ely Karmon, con quien mantengo una amistad desde hace muchísimos años. Karmon es politólogo e investigador principal en el Instituto Internacional de Contraterrorismo y en el Instituto de Política y Estrategia, ambos del Centro Interdisciplinario Herzliya. En numerosas ocasiones colaboró con la revista DEF, publicación de la Editorial TAEDA, que tengo el honor de presidir. Le recordé que en uno de sus artículos, mucho antes de los terribles hechos del 7 de octubre, él había advertido sobre el peligro que significaba haber dejado que Hamás mantuviera sus capacidades militares. El tiempo le dio la razón. Como es natural en un analista de su calibre, ya está pensando en posibles salidas a la situación actual: según su mirada, Israel debe apuntar a la destrucción del poder militar de Hamas y permitir a la Autoridad Nacional Palestina recuperar el control de Gaza con apoyo de Egipto.
También tuve la oportunidad de reunirme con Raanan Rein, historiador israelí, autoridad de la Universidad de Tel Aviv, y gran conocedor sobre América Latina y la República Argentina en particular. Es miembro en Israel de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina y fue presidente de la Latin American Jewish Studies Association. Tal es su relación con nuestra región, que el gobierno argentino le ha concedido el título de Comendador de la Orden del Libertador San Martín por su aporte a la cultura argentina. El profesor Rein también me dio su mirada sobre el difícil momento que está atravesando su país, e hizo especial hincapié en una realidad que enfrenta su universidad: una de las consecuencias trágicas de la movilización posterior a los hechos atroces del 7 de octubre es que numerosos alumnos y profesores del cuerpo académico de su casa de estudios fueron llamados a prestar servicio en la guerra contra el grupo terrorista Hamás.
Experiencias movilizadoras y un compromiso con el futuro
En otro orden de cosas, no quiero dejar de destacar el honor que me significó haber sido invitado a la inauguración del Centro de Rehabilitación Gandel del Hospital Hadassah, que muy pronto recibirá a sus primeros pacientes. Su apertura, en realidad, estaba planeada en unos meses, pero Hadassah aceleró la construcción para poder ofrecer sus servicios lo antes posible, debido a la creciente cantidad de pacientes de rehabilitación en Israel. La primera fase incluirá la apertura de los departamentos de hospitalización, fisioterapia, terapia ocupacional e hidroterapia. Participaron de esta actividad, líderes, colaboradores y profesionales de todo el mundo a la Misión Solidaria de Hadassah en el Campus Mount Scopus del Centro Médico Hadassah.
Uno de los asistentes, Jorge Diener, director ejecutivo de Hadassah Internacional, mientras visitaba el nuevo Centro de Rehabilitación Gandel, señaló: “Es la combinación de actitud humana, capacidad intelectual y tecnologías de innovación lo que hace de Hadassah un pionero de la salud en Israel”. No puedo más que compartir su mirada. Asimismo, pude escuchar la historia de Sagi, paciente de Hadassah. Él y su familia vivían en el Kibbutz Beeri donde el 7 de octubre, terroristas entraron a su casa, les dispararon a través de la puerta del refugio y prendieron fuego todo. Sagi sufrió graves quemaduras en los pies, los brazos, la cara y la espalda. Después de muchas horas y de escapar milagrosamente de los terroristas –que estaban por todas partes en el Kibbutz–, fueron rescatados por las Fuerzas de Defensa de Israel. Pasó tres semanas en Hadassah Ein Kerem para recibir tratamiento y ha estado durante un mes y medio en el Centro de Rehabilitación en Hadassah Mount Scopus. Todavía tiene amigos secuestrados por Hamás.
Pero sin dudas, el capítulo central y, sinceramente, más movilizante fue mi visita al sur del país. En el periplo, fui acompañado por el jefe para América Latina, España y Portugal, y otras autoridades del Keren Hayesod, la institución dedicada a la recaudación de fondos para apoyar al Estado de Israel. Esta visita tuvo el objeto institucional de entregar, en representación de la Cámara de Comercio Argentino Israelí, la donación de los fondos recaudados en el acto organizado junto a la Embajada de Israel en Buenos Aires en diciembre pasado. La contribución pudo ser realizada gracias a los aportes solidarios de las empresas de ambas nacionalidades para la reconstrucción de los kibutzim destruidos en la masacre perpetrada por Hamás. La donación fue recibida por representantes del Kibbutz Beeri, y en compañía de ellos, pude recorrer las casas y ver el horror en primera persona.
También fuimos al lugar donde se realizó el festival Tribe of Nova, en el que los jóvenes que se encontraban allí bailando fueron brutalmente atacados por los terroristas aquel 7 de octubre fatídico. Luego visité la ciudad de Sderot, donde la comisaría fue tomada por los terroristas. Los policías que estaban allí resistieron durante varias horas hasta que acabó siendo destruída. La sensación durante este recorrido fue estremecedora, escuchar las historias en primera persona, vidas masacradas, la brutalidad, la barbarie y el horror. Pero, como mencioné al principio, en una sociedad donde destaca lo colectivo por sobre lo individual, la solidaridad entre pares se convierte en el esfuerzo de un país entero, donde los civiles deciden brindar su tiempo y esfuerzo en cocinar, ayudar y asistir a los soldados.
Como no me canso de decir, sé que el Estado de Israel y su sociedad, con su resiliencia y espíritu, podrán reconstruirse para continuar aportando valor a la humanidad como lo han hecho hasta ahora; y los jóvenes tienen un rol central en esto. Tuve la oportunidad única de vivenciar todo esto en primera persona, en un viaje que cambió mi perspectiva sobre muchas cosas. Estas líneas surgen de aquella experiencia, una vivencia que siento la necesidad de compartir con todos. Espero que, de alguna manera, aporten en la construcción de un mundo de bienestar y prosperidad.