Entre los dirigentes de la CGT hay una euforia contenida. Llenaron las calles con manifestantes de distintos sectores sociales, sindicales y políticos en contra de Javier Milei, en una suerte de nueva vida tras el largo período de hibernación sindical con Alberto Fernández. Y ahora, creen, viene lo más difícil: la fracción dialoguista espera que la “demostración de fuerza” que fue el acto ante el Congreso provoque una convocatoria del Gobierno a dialogar. “Nadie habla de otro paro”, aseguran.
Sin embargo, los mismos sindicalistas moderados saben que sus colegas más combativos, alineados con el kirchnerismo, no tienen como objetivo abrir negociaciones con la Casa Rosada sino aprovechar la postal callejera de hoy para avanzar en su ofensiva contra el Presidente y desgastarlo.
“Fue una buena convocatoria, pero en la maratón esto recién son los primeros 50 metros”, admitió a Infobae un miembro del ala dialoguista de la CGT. Y apuntó al documento leído durante el acto como el pilar de la estrategia cegetista: allí, más allá de las críticas contra el Gobierno, se advirtió que “las sociedades se transforman con diálogo y consenso” y se destacó “la importancia del diálogo social como la única herramienta para crecer con equidad”. Son mensajes en clave que un sector del sindicalismo procura que decodifique Milei para llamarlos a una primera reunión frente a frente.
La movilización fue masiva, algo que refuerza la señal que quiere transmitirle la CGT al Gobierno, pero demasiado dispar el acatamiento al paro. Es cierto que los sindicalistas priorizaron la presencia de los manifestantes en la calle y por eso habilitaron el transporte hasta las 19. Sin embargo, la falta de acatamiento a la huelga en algunos sectores deja dudas sobre lo que ya le advirtió Sergio Massa a la dirigente cegetista: que se apresuraron en declarar un paro a 45 días de asumido el gobierno.
Mientras, por debajo de la superficie donde las tensiones dominan el escenario, hay mensajes de WhatsApp entre Milei y dirigentes como Gerardo Martínez, el líder de la UOCRA. Ambos se reunieron en septiembre pasado, cuando el líder libertario ya había ganado las PASO, con la excusa de hablar sobre el Fondo de Cese Laboral de la UOCRA, que Milei tomó como modelo de un nuevo sistema indemnizatorio. El contacto nunca se interrumpió. Martínez es uno de los líderes cegetistas que bajó su perfil en la pelea con el Gobierno con la intención de preservarse para un diálogo.
Héctor Daer (Sanidad), uno de los cotitulares de la CGT, es un dialoguista de pura cepa como integrante del sector de “los Gordos” junto con Armando Cavalieri (Comercio), dos sindicalistas que hablaron y negociaron con gobiernos de todo tipo desde hace décadas. Hoy, Daer se pasó a las filas combativas: fue el que más insistió para concretar un paro general como el de hoy, en pleno verano, inclusive contra la opinión de un dirigente duro como Pablo Moyano, para quien había que esperar hasta marzo para protestar porque “en enero y febrero los laburantes se toman vacaciones”.
Esta tarde, al cerrar el acto con un discurso muy crítico, Daer advirtió: “Vamos a seguir la lucha hasta que tengamos el éxito y se caiga el DNU y rechacen la ley ómnibus”. ¿Será un indicio de que los dialoguistas son cada vez menos en la CGT? ¿Y de que la embestida sindical podría seguir en marzo con un paro general de 24 horas, como empiezan a reclamar en voz baja algunos dirigentes?
Otro dirigente moderado como Cavalieri, quien generó polémica entre sus colegas por haberse reunido con la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, la misma semana en que la CGT debatía la protesta contra Milei, también se mostró muy crítico del oficialismo: en la movilización ante el Congreso, el jefe de Comercio se puso al frente de la columna de su sindicato y criticó el “uso de los jubilados como herramienta de campaña”, señalando “promesas incumplidas y falta de mejoras sustanciales”, y dijo: “El ajuste es una realidad que no podemos ignorar y por eso es fundamental respaldar el paro general como un acto de resistencia. Los trabajadores necesitan unidad para hacer frente a las políticas que amenazan sus derechos laborales y condiciones de trabajo”.
Desde distintas fracciones de la CGT, de todas formas, lamentaron la amenaza de Pablo Moyano de “tirar al Riachuelo” al ministro de Economía, Luis Caputo, si sigue con la política económica. Un dirigente del sector moderado juzgó que “le hizo el juego a Milei” porque “nos deja asociados con la intolerancia”. El dirigente camionero se convirtió en las últimas semanas en el principal vocero de la CGT, con fuertes declaraciones contra el Gobierno, pero su ataque de esta tarde le dio aire al ala dura de la Casa Rosada y le quitó espacio a sus colegas que prefieren tender puentes antes que romperlos.
Tras el acto cegetista, consultado sobre esos dichos por un periodista de TN, el dirigente camionero contraatacó al responderle que el medio en el que trabaja no cuestionó a José Luis Espert cuando propuso “cárcel o bala” para los delincuentes o a Milei cuando “puteó al Papa o reivindicó a Margaret Thatcher o (Ronald) Reagan”. Pese a que defendió lo que dijo, afirmó con un tono de molestia que había utilizado “una frase metabólica” (SIC), seguramente para referirse a que fue metafórica.
Quizá lo traicionó el subconsciente: el metabolismo de la CGT está alterado, por más que pueda jactarse de haber movilizado a 600 mil personas y, sumadas las protestas de todo el país, 1.200.000 (para el Ministerio de Seguridad de la Nación, fueron sólo 40.000 manifestantes en CABA).
Es que en el adn de la cúpula cegetista está la voluntad de negociar siempre, no la de hacer paros a repetición. Como lo demostró en esos largos 4 años de total pasividad en el gobierno de Alberto Fernández, pese que se registraron una inflación récord y una pobreza en niveles lacerantes como nunca se habían visto. Facundo Moyano, secretario adjunto del Sindicato de Peajes, metió hoy el bisturí cuando dijo que “este paro tendría que haber sido hace unos años” y señaló: “Esta marcha tiene que ser una marcha en reclamo de cosas que van en contra de los trabajadores, pero también una marcha para hacer una autocrítica profunda del desastre que fuimos como gobierno”.