Al margen de las dificultades económicas y financieras, Javier Milei consolida su agenda diplomática: optó por enfriar las relaciones bilaterales con China y el bloque de países que integran los BRICS, y fortalecer los vínculos geopolíticos con Estados Unidos, el Mercosur y la Unión Europea.
Xi Jinping a través del swap puede garantizar millones de dólares para pagar al Fondo Monetario Internacional (FMI) y preservar los volúmenes de comercio exterior, pero el Presidente eligió una agenda multilateral que une a la Argentina con las ideas de Occidente.
La perspectiva que aplica Milei a su agenda de política exterior también significa enfriar los lazos diplomáticos con Cuba, Nicaragua, Venezuela e Irán. El jefe de Estado no asignará embajadores frente a estos regímenes autoritarios, y ya ordenó que Argentina condene sus constantes violaciones a los derechos humanos en todos los foros multilaterales.
MIlei además desea reperfilar al Mercosur y remozar el acuerdo bilateral que firmó la administración de Mauricio Macri con la Unión Europea. Las intenciones políticas del presidente tienen dos problemas geopolíticos de difícil resolución: su pertinaz enfrentamiento con Lula da Silva y la reticencia de Emmanuel Macron de aceptar cambios en el tratado Mercosur-UE.
Brasil es el socio más importante del Mercosur, y nada se puede remozar sin su consentimiento. Lula considera que Bolsonaro conspiró para forzar su caída desde el Palacio del Planalto y detesta que Milei respalde a su antecesor. En este árido escenario, adonde se cruzan diferencias ideológicas y recelos personales, el presidente podrá hacer poco para renovar el Mercosur.
Emmanuel Macron es un encantador político que usa su WhatsApp como una varita mágica. Con un chat informal invitó al Palacio Eliseo a Macri (2016), Alberto Fernández (2020) y ahora a Milei (2024). Y siempre se ofreció como el socio europeo ideal para la Argentina: ayudó a resolver la deuda en el Club de París, votó a favor del acuerdo con el FMI y logró que Alberto Fernández participe de la cumbre del G7.
Pero esos gestos personales no implican su eventual respaldo a la side letter que debería reperfilar el acuerdo Mercosur-UE. Macron ya dejó en la banquina a Macri y Alberto Fernández y está repitiendo el modus operandi con Milei. Se muestra condescendiente, hace guiños a la distancia, y al final gana tiempo para preservar el status quo.
Los cambios que propone la Argentina en sintonía con Paraguay -que triangula con Brasil- nunca serán aceptados por Macron: si lo hiciera, su poder doméstico y su legado histórico estarían en jaque.
Y sin Francia, es poco probable que se apruebe la side letter que sirva para compatibilizar el actual acuerdo entre bloques con la agenda verde que aprobó la Unión Europea y que perjudica a las economías de los cuatro socios del Mercosur.
Ante los dilemas geopolíticos que plantea las relaciones de Argentina con China, Brasil y las dictaduras regionales, Milei ya logró un vínculo directo y llano con la administración de Joseph Biden. El jefe de Estado puso detrás del cortinado su cercanía con Donald Trump y apuesta a consolidar su cercanía con la Casa Blanca.
Washington tiene una agenda contrastante con Brasil, Chile, Bolivia, Colombia y Paraguay, mantiene una relación oscilante con México, y está enfrentado con Cuba, Nicaragua y Venezuela. En este contexto, Argentina aparece como un socio confiable para Biden y sus intereses en la region, ante el avance sistemático de China con la Ruta de la Seda.
La Casa Blanca apoyará a la Argentina en su negociación con el FMI, que empieza a definirse en los próximas dos semanas, y tiene intenciones de mejorar a las economías regionales por medio del Sistema de Preferencias que -todos los años- se trata en el Capitolio.
Milei viaja a Davos y hablará el 17 de enero en ese Foro Global. Su intención es explicitar su programa de gobierno y su hoja de ruta en política exterior. Si no hay cambio de agenda, en primera fila escucharán Macron, el canciller alemán Olaf Scholz y Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI.