Javier Milei se mira seguido en el espejo de las administraciones de Mauricio Macri y Alberto Fernández, y la fuerte pisada del acelerador de la gestión se basa en el terror que tiene a repetir las experiencias del inicio de los dos últimos gobiernos, que marcaron el rumbo de sus administraciones. En el caso del primero, recuerda y teme las consecuencias del famoso gradualismo. En el del segundo, la estrepitosa caída de sus altísimos índices de imagen positiva, que nunca recuperó.
Mientras estira su mudanza a Olivos -sería recién el 25 de enero- pasa la mayor cantidad de tiempo en su despacho, donde recibe dirigentes y funcionarios, chatea y habla por teléfono. Sólo lo deja por la mañana, para dirigirse al Salón Blanco, donde se celebran las reuniones de Gabinete. Y en las últimas dos semanas sólo salió del palacio dos veces. Una, para escenificar el monitoreo de las protestas del 20 de diciembre. La otra, para presenciar la inauguración de los Juegos Macabeos. Reticente a las multitudes y a las reuniones, suspendió por completo las recorridas por el conurbano que se veía obligado a protagonizar durante la campaña. Sin embargo, cuando sale a la calle, en su entorno aseguran que recibe “aún más el calor de la gente”.
En su círculo íntimo del Presidente no se sorprendieron el viernes al presenciar la ovación que recibió Milei de parte de los pasajeros con los que compartiría el avión de línea que lo llevaría a Mar del Plata para ver actuar a su novia, Fátima Florez. Tampoco con los aplausos que le dedicaron los espectadores en el teatro, donde improvisó una demostración de pasión por su pareja en público que se viralizó en redes. Según aseguraron en Balcarce 50, esta semana registraron que alcanzó un 75 por ciento de imagen positiva (aunque no dieron detalles de las fuentes), nada menos que 15 puntos más de los 60 que festejaban la semana pasada.
Saben el magnetismo de su figura, cultivado en TV. Por eso le recomendaron que saliera al balcón con su gabinete a saludar a la Plaza de Mayo, aunque estaba prácticamente vacía y se estaba montando un operativo para remover un acampe de manifestantes de la comunidad indígena. Y decidieron el sábado escalar el mensaje que tenía previsto grabar y publicar en redes sociales al nivel de la cadena nacional, aunque después dieron marcha atrás, por motivos no explicitados. Sea como fuere, trabajan cuidadosamente en su imagen y Milei presta especial atención a las recomendaciones en ese terreno, donde tiene la última palabra su hermana, Karina Milei e interviene el asesor estrella del jefe de Estado, Santiago Caputo.
No obstante la percepción positiva, están atentos a mirar en el espejo retrovisor de sus antecesores y no quieren dormirse en los laureles. Temen por el aspecto económico y dicen que Milei corre porque sabe que “vendrá la mala” cuando se sienta realmente el ajuste, en especial en las capas de la clase media. “Hoy nos piden selfies y autógrafos. Pero no hay que creérsela. Esos mismos que hoy te aplauden cuando caminás por la calle, mañana te abuchean”, puso los pies en la tierra un asesor con llegada frecuente al primer mandatario.
“Hay que ver cómo mantener el apoyo popular hasta que aparezcan los primeros signos de mejora”, dijeron en uno de los despachos de peso de la Casa Rosada, y auguraron un verano bravo. Aún se resisten a augurar fechas para la mejora que prometen desde el inicio cuando ocurra el “derrame” que indica la teoría liberal clásica. Pero, muy por lo bajo, se atreven a deslizar alguna presunción. “Es casi imposible decir cuándo va a empezar a cambiar la situación. Pero hablando en términos razonables, este año es probable que vengan muy bien los dólares de la cosecha. En abril, mayo, si conseguimos calibrar la macro, quizá veamos algunas señales positivas”, deslizó un ministro.
La velocidad, sin embargo, tiene sus consecuencias. Los planes presentados hasta ahora salieron con desprolijidades que, admitieron, deberán remendar, como la redacción del artículo sobre el manejo de los recursos petroleros. Además, hubo vaivenes a la hora de comunicar, y los equipos de la Presidencia no pudieron tomar la delantera para explicar las medidas. Por último, se colaron varias “perlitas”, que difícilmente sean aprobadas en el Congreso.
En el Gobierno pudieron responder las críticas a cuestiones de fondo, como las privatizaciones o la implementación del polémico sistema de votación por circunscripciones uninominales. Pero nadie sabía explicar de dónde habían salido los artículos más insólitos, como el que determina que los jueces deberían usar toga y un martillo, o el que obliga a avisar a las autoridades para hacer reuniones de más de tres personas. En todos los ministerios se desentendían, mientras el principal autor, Federico Sturzenegger, que trabaja en calidad de “asesor”, guardaba silencio, al igual que los técnicos jurídicos de los estudios externos y el secretario de Legal y Técnica, Javier Herrera Bravo.
Muy cerca de Milei conviven dos miradas distintas sobre el impacto de la opinión pública. Algunos no creen en las encuestas y apenas les prestan atención. Otros las siguen en detalle para orientarse. Milei escucha a ambos. “(Horacio Rodríguez) Larreta miraba de manera lineal lo que la gente decía que quería y lo hacía. (Mauricio) Macri hizo lo mismo. Y así les fue”, dijo un representante del primer grupo. En el segundo las consideran una herramienta válida. El viernes, un ministro se mostró interesado esta semana en un dato específico que arrojó un focus group que le mandaron, sobre las privatizaciones: “No están mal vistas de por sí. Pero depende de la empresa. Hay más consenso en privatizar Aerolíneas que YPF. Es todo relativo”, dijo.
La salida de Belén Stettler, conocida el viernes por la noche, responde a esas diferencias sobre la estrategia. Quienes siguieron de cerca el proceso de su salida contaron que la consultora, que fue recomendada por el consultor Guillermo Garat y formaba parte del riñón de Santiago Caputo, “no terminó de encajar” con el equipo originario de la campaña de Milei. Pero en realidad la especialista, dijeron, quería encarar una política de comunicación estratégica, mientras que “los originales” se volcaban por el control de los medios y el discurso, con un fuerte lobby con los periodistas. La reunión de esa mañana con las autoridades del directorio de Telam, a quienes no le recibieron la renuncia, generó suspicacias en la sede del Gobierno, donde deslizaron que Stettler no estaba dispuesta a firmar el cierre de la agencia de noticias.
De todas formas, en ese sector hay una incipiente interna, que tiene como protagonistas al joven experto en redes, Iñaki Gutiérrez, que cultiva un alto perfil, y el asesor en comunicación Santiago Caputo, que nunca habló en público pero está muy cerca de Milei a diario. Fue la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, su hermana y la persona que más escucha el Presidente, quien, implacable, privilegió a los primeros y decidió dejar ir a Stettler a tres semanas de la toma de mando. La semana anterior había hecho lo propio con el subsecretario de Comunicación, Eduardo Roust.