Javier Milei ya definió su agenda de política exterior: se apoyará en Joseph Biden para cerrar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y promover las inversiones de Estados Unidos, intentará mantener distancia con Xi Jinping frente a su ofensiva geopolítica en América Latina y pretende cerrar una alianza estratégica con Emmanuel Macron como socio europeo.
El Presidente tiene una mirada ideológica del mundo que lo une a Donald Trump, pero su agenda económica y financiera precisa de la administración Biden. Esta gravitante necesidad canceló un encuentro con Trump en Florida, mantuvo la visita personal a la Tumba del Rabi en Nueva York y concluyó en una reunión clave con Jake Sullivan en la Casa Blanca, consejero de Seguridad Nacional de Biden.
Milei asume su inexperiencia en política exterior y escuchó con atención a Marc Stanley y Gerardo Werthein cuando debió definir su primer viaje a los Estados Unidos. El embajador de Biden en Argentina y su próximo representante en Washington aconsejaron respecto a la trayectoria de la visita y a su simbología política en DC.
La negociación con el FMI -en estricto secreto- avanza ahora a un ritmo razonable y no hay obstáculos estructurales que se presenten desde la Secretaría del Tesoro de los Estados Unidos. Esta predisposición no implica que Janet Yellen haya revisado su perspectiva sobre el track record de la Argentina: simplemente el plan de ajuste de Milei resolvió las dudas coyunturales en el Tesoro, que durante tres años enfrentó las ambivalencias económicas de Alberto Fernández.
La agenda común con Biden no termina en el Fondo Monetario Internacional y en la posibilidad de multiplicar las inversiones de empresas de Estados Unidos en Argentina. A diferencia de Lula da Silva (Brasil), Gustavo Petro (Colombia), Gabriel Boric (Chile) y Andrés Manuel López Obrador (México), Milei respalda la agenda de la Casa Blanca respecto a la guerra que libra Israel contra Hamas en Gaza.
El jefe de Estado tiene información clave sobre el conflicto en la Franja y ya resolvió que Argentina designe a Hamas como organización terrorista. Se trata de una decisión que debe tener evidencias firmes, y Milei cuenta con pruebas inobjetables: la masacre cometida por Hamas el 7 de octubre en Israel y los rehenes argentinos que aún están cautivos en los túneles de Gaza.
El board del Fondo puede influir en la relación diplomática con China. Argentina tiene que pagar vencimientos de capital e intereses al FMI por 2.700 millones de dólares entre enero y febrero de 2024. Y esas partidas no existen en las reservas del Banco Central.
Si antes del 31 de enero 2024 el directorio del FMI aprueba la VII revisión del acuerdo de Facilidades Extendidas y ordena el desembolso de los 3.100 millones de dólares que estaban previstos para noviembre de 2023, Milei podrá tomar distancia de China acorde a su perspectiva del mundo.
En cambio, si el G7 -Alemania, Japón y Canadá, entre otros países- demora la decisión política, el Presidente no tendrá otra alternativa que ceder ante las presiones de Xi Jinping para tener el swap que le permita cancelar -con otros aportes- el vencimiento de capital del FMI por 1.900 millones de dólares en enero.
El líder del régimen comunista tiene toda la información secreta del FMI. Y opera con las necesidades de la Argentina para profundizar su ofensiva en el país y en la región. Xi Jinping firmó con Mauricio Macri y Alberto Fernández iniciativas estratégicas y ahora pretende su ejecución durante el gobierno de La Libertad Avanza.
China empuja la construcción de dos represas hidroeléctricas en Santa Cruz, dos centrales nucleares en Buenos Aires, un parque solar en Jujuy y nuevas obras en el Belgrano Cargas, mientras presiona para acceder a las licitaciones públicas en comunicaciones y proveer a la Fuerza Aérea aviones de combate de última generación.
MIlei no quiere hacer estas obras, pero está urgido por los fondos que aportaría el swap chino: 5.000 millones de dólares que podrían cancelar la deuda de enero del FMI -si no hay revisión ese mes- y financiar las importaciones que se hacen desde la potencia asiática.
En Beijing juegan al Go y en DC al ajedrez. Son juegos de profunda estrategia, táctica distinta y objetivos diferentes. Pero siempre se sacrifica a la pieza más débil, en un tablero que sólo controlan sus dos contendientes. Xi tiene el swap y Biden su manejo del FMI.
El líder comunista llamó a consultas al embajador Wang Wei, que viajó a Beijing el miércoles pasado. Se trata de un movimiento diplomático que exhibe cierta irritación del régimen autoritario. Milei hizo dos gestos de distensión que no cambiaron el curso de las cosas: nombró embajador y envió al Congreso una norma que beneficia a las empresas chinas que operan en el país.
Xi Jinping quiere que se cumplan los compromisos de la iniciativa de la Ruta de la Seda, y que Milei acepte una bilateral en China o en un escenario a definir por las respectivas cancillerías. En tanto, Diana Mondino prepara un call entre ambos jefes de Estado, que podría suceder en los próximos días.
El líder chino juega al Go, adonde se busca estrangular al enemigo y controlar su territorio. No hay jaque mate.
Flanqueado por Estados Unidos y China, Milei busca una variable de balance de poder con Francia, a quien imagina como su socia estratégica en Europa. El mandatario designó como embajador en París a Ian Sielecki, que demostró fluidos contactos con el Palacio Eliseo durante la gira relámpago que realizó Mondino.
En el establishment francés observan con cautela a Milei por su cercanía ideológica y personal con Jair Bolsonaro y Trump. Bolsonaro maltrató a Brigitte Marie-Claude Trogneux, la esposa de Macron, y junto a Trump soslayan el Acuerdo de Cambio Climático, un asunto clave en la agenda de política de exterior de Francia.
Mondino aprovechó su viaje a París para relativizar los vínculos del Presidente con Bolsonaro y Trump. Y sumó su conocimiento de la economía global para explicar el programa de ajuste de Milei. La Canciller sorprendió con su análisis frente a Emmanuel Bonne, consejero diplomático de Macron, y ante su colega francesa Catherine Colonna.
Bonne y Colonna, cada uno en su espacio de poder, ratificaron el apoyo de Macron a la negociación de Argentina con el FMI y alentaron la posibilidad de construir un alianza estratégica con Milei. El presidente de Francia aspira a terminar su segundo mandato como un protagonista central de Europa y su inserción en América Latina se apalanca en Argentina.
Macron ya intentó su guión geopolítico con Mauricio Macri y Alberto Fernández. Pero ninguno de estos presidentes lograron la reelección, y Macron se quedó sin socio de referencia en la región. Ahora, el mandatario de Francia insiste con Milei, que como ya hizo con Macri y Alberto Fernández, chatea de fútbol y de política exterior con el actual jefe de Estado de la Argentina.
A su alcance, Milei tiene una prueba de coyuntura que le permitirá saber si Macron propone una alianza estratégica o simplemente se apoya en la necesidad de aliados del gobierno libertario para construir su propio legado como referente de la derecha francesa.
Esa prueba de coyuntura es la side letter que se está redactando a los dos lados del Océano Atlántico para lograr una reforma viable del acuerdo Mercosur-Unión Europea (UE). El tándem Milei-Mondino negocia en silencio con los socios del Mercosur y cambian emails y mensajes de chat con altos funcionarios de la UE, que miran de reojo la posición que finalmente adoptará Francia.
Macron es reacio al acuerdo Mercosur-UE, y Mondino ya transmitió a Milei lo que escuchó en sus reuniones en París. Si el presidente galo apuesta a mantener su espacio de poder en su agenda doméstica, Milei sólo recibirá placebos políticos del Palacio Eliseo. En cambio, si finalmente se inclina por apuntalar su rol europeo, Macron permitirá que la side letter sea consensuada y que haya un anuncio formal antes que concluya febrero de 2024.
Esta es la primera apuesta diplomática que pretende coronar Milei y su canciller Mondino: reformar el acuerdo Mercosur-UE para colocarlo en el siglo XXI, un momento histórico que muestra a Estados Unidos y China pujando por el control absoluto del tablero internacional.
La reforma del tratado bilateral podría permitir que el Mercosur y la UE no sean simples fichas o peones de las partidas de Go y Ajedrez que Xi Jinping y Biden juegan a su turno en Beijing y Washington.