Dos años de asumir la presidencia, desde su búnker mientras aspiraba a conseguir una banca en la Cámara de Diputados, Javier Milei dijo: “Estoy pensando en convertirme al judaísmo y aspiro a llegar a ser el primer presidente judío de la historia argentina”. Tres meses antes de convertirse en presidente, dijo: “No voy a la iglesia, voy al templo. Tengo un rabino de cabecera y estudio la Torá. Se me reconoce internacionalmente como amigo de Israel. Estoy a poco de ser judío, sólo me falta el pacto de sangre”. Tres semanas antes de su asunción, recibió la bendición del rabino David Pinto Shlita, una autoridad religiosa de la comunidad judía. Dos semanas antes de jurar como jefe de Estado, había visitado “El Ohe””, la tumba del rabino Menachem Mendel Schneerson, conocido como “el rebe de Lubavitch” y considerado milagroso, en el cementerio judío de Montefiore, al este de Nueva York.
Javier Milei visibilizó durante su campaña electoral su acercamiento a la comunidad judía. En su primer discurso como presidente, desde una tarima montada en la explanada del Congreso nacional y frente a la gente que se concentró en la plaza, hizo una referencia directa hacia su transición al judaísmo. Expresó: “No es casualidad que esta inauguración presidencial ocurra durante la fiesta de Hanukkah, la fiesta de la luz, ya que la misma celebra la verdadera esencia de la libertad. La guerra de los macabeos es el símbolo de los débiles por sobre los poderosos, de los pocos por sobre los muchos, de la luz por sobre la oscuridad y sobre todas las cosas de la verdad por sobre la mentira, porque ustedes saben que prefiero decirles una verdad incómoda antes que una mentira confortable”.
Lo decía porque justo el día de su asunción coincidió con la semana de celebración de la festividad judía. En 2023, Hannukah empezó en la tarde del jueves 7 de diciembre y finalizará durante la tarde del viernes 15 de diciembre.
Qué es la fiesta de Hannukah y por qué se le dice “la fiesta de la luz”
Hanukkah es la “fiesta de las luces” del judaísmo. Durante ocho anocheceres consecutivos, los judíos se reúnen con familiares y amigos para encender una vela adicional en la menorá, un candelabro de múltiples brazos. En hebreo, Hanukkah significa “dedicación”, y la festividad marca la nueva dedicación del Templo en Jerusalén en el siglo II a. C., después de que un pequeño grupo de combatientes judíos lo liberaron de las fuerzas ocupantes extranjeras. Hannukah conmemora el coraje de quienes se rebelaron contra un poderoso ejército cuando la autoridad les prohibió la observancia del judaísmo. Su triunfo fue un verdadero milagro. Y a éste le siguió otro: que el aceite usado para encender la menorá del recuperado Templo Sagrado de Jerusalén, y que debía durar una jornada fue suficiente para iluminar durante ocho días.
De ahí viene la costumbre de encender velas durante ese lapso de tiempo, comenzando por una vela el primer día y completando la janukiá, el candelabro de ocho velas, la última noche. Se enciende la luz para poner fin a los días oscuros y recordar que los milagros son posibles. Cada vela debe ser encendida al anochecer de cada día y no pueden ser utilizadas con otro fin que no sea la reflexión y la contemplación.
El origen de la fiesta de Hannukah
Quizás Hannukah sea la celebración judía más reconocida. Es una festividad que dura ocho días consecutivos: su origen se remonta a la posterioridad de la muerte de Alejandro Magno: sus generales sucesores gobernaron infundiendo la cultura basada en el regocijo del cuerpo y lo material por sobre toda clase de valor moral y ético. Pretendieron inculcar el “helenismo” como cultura única. “A diferencia de las naciones del mundo que aceptaron con gratificación la nueva cultura, el Pueblo de Israel no se asimilaba; los judíos eran muy obstinados en sus creencias”, describió el rabino Isaac Sacca.
Esa rebelión fue el núcleo de la gesta. Eran un grupo de personas dispuestas a sostener su tradición, su cultura y su soberanía: pelearon y recuperaron lo que eran. Los macabeos lograron derrocar a Antíoco IV Epífanes, y gracias a ello obtener su independencia, lo que les permitió recuperar el Templo de Jerusalén. “Como símbolo de esa recuperación entraron al Gran Templo de Jerusalén y volvieron a inaugurarlo, porque durante una etapa determinada las autoridades prohibieron las prácticas de los hebreos que vivían en esa tierra. No querían abandonar sus tradiciones y menos en sus propias tierras, por eso reinauguraron el templo luego de haberse rebelado”. La dinastía de los Jashmonaim duró 200 años: en homenaje a la reapertura del templo se prendió la ,enorá, el candelabro, en una celebración de Janucá, cuyo significado representa la inauguración.
“La tradición judía habla de un milagro en el que pudo encenderse el candelabro del templo durante ocho días consecutivos con una exigua cantidad de aceite, que alcanzaba para un solo día. La luz de la lámpara duró hasta que culminaron los ritos de consagración del nuevo óleo sagrado”, escribió Gerardo Di Fazio. Una versión relatada en el Midrash y en el Talmud tiene que ver con el solsticio de invierno, que es el momento en que los días dejan de acortarse y comienzan a alargarse. Es decir, la llegada de la luz natural. El encendido ritual de las luces implica la expulsión del invierno, dado que cada día la luz del Sol dura un minuto más sobre la tierra.