Apenas regresado de su viaje a Estados Unidos -que coronó una primera movida para mejorar el frente externo-, Javier Milei confirmó que Luis Caputo será su ministro de Economía. Y 48 horas después, llegó el anuncio formal de la designación de Patricia Bullrich en Seguridad. Son pinceladas amarillas que, en opinión de Mauricio Macri, deberían ser consideradas aportes personales, no partidarios. El resultado de estos movimientos para armar equipo es llamativo: el presidente electo amplió el juego, al punto de desairar a socios iniciales, pero plantea un experimento que no puede ser asimilado a un acuerdo de gobernabilidad.
En rigor, y más lejos, quedaron las ideas -nunca afirmadas- sobre algún tipo de coalición con una parte sustancial del PRO y algo del peronismo, en sus diferentes versiones. Menos, un funcionamiento de cogobierno. El punto central, para lo que viene, será entonces el ejercicio permanente de negociación en el Congreso, asociado directamente a la relación con los núcleos de gobernadores. En conjunto, jefes provinciales y legisladores exponen un alto nivel de fragmentación de la política, que no termina de rearmarse y que lo irá haciendo en el marco de una experiencia sin antecedentes: un presidente con muy fuerte aval en el balotaje, pero sin peso territorial y con escasa representación legislativa.
La designación de Bullrich fue trabajosa en todo sentido. Marca una mayor fisura con Macri, aunque es un dato significativo para el PRO. La decisión tomada por la ex candidata de dejar la conducción partidaria -y más claramente, no dar batalla por la continuidad- buscó apaciguar los reclamos desde el propio interior de PRO -más visible aunque no único fue el planteo de Rogelio Frigerio- y hasta abrió la posibilidad de algún camino que evite profundizar el estado de fractura en JxC.
Hubo más. En las horas previas a la confirmación en Seguridad, se hicieron circular versiones que sugerían una oferta de menor rango en el equipo de funcionarios y otras que suponían un condicionamiento o monitoreo de la vicepresidente. Victoria Villarruel resultó afectada directamente cuando comenzaron las movidas posteriores al balotaje. Se suponía que esa sería un área bajo su tutela, al igual que Defensa, todavía en discusión.
La vicepresidente con cuidado de las formas asimila la nueva realidad. Se trata de la búsqueda de mayor sostén político, pasada la campaña. Más golpeada resultó Carolina Píparo, luego de la inesperada movida que la dejó fuera de la Anses para colocar ese cargo, siempre una enorme atracción del poder, como pieza de entendimiento con el espacio peronista que encabeza Juan Schiaretti. También resultaron heridos y se fueron alejando del círculo de Milei economistas como Carlos Rodríguez y Emilio Ocampo, frente al ascenso de Caputo.
Esos crujidos podían suponer la apertura del presidente electo hacia un esquema de poder que incorporara figuras macristas y del peronismo, en un equilibrio que garantizara gobernabilidad. El resultado hasta el momento es limitado, sin trato entre partidos o algo parecido. Por eso, y no sólo por el deterioro de las tratativas con Macri, el foco está puesto en el archipiélago del Congreso -sobre todo, en Diputados- y no únicamente en el tejido del equipo de ministros.
En ese terreno surgió una disputa apenas disimulada hasta principios de esta semana. Guillermo Francos venía operando para frenar la “influencia” de Macri en el armado del nuevo gobierno. Y la tensión escaló: primero se puso en duda que Cristian Ritondo y el macrismo contaran con suficientes “acciones” -en palabras del futuro ministro del Interior- para quedarse con la presidencia de la cámara de Diputados y luego se dio casi por cerrado que venía con más boletos Florencio Randazzo. Todo, incluido que no sea ninguno de los dos sino Martín Menem, tiene consecuencias.
En ese punto, las consideraciones se dividen: puede ser una batalla perdida de Francos o el resultado del freno jugado por el futuro ministro. Se verá y en cualquier caso la pregunta es quiénes se harán cargo de intentar asegurar mayoría legislativa más o menos sustentable. Eso, con una aclaración: no se trata de las primeras leyes prácticas, que en general son acompañadas, sino del funcionamiento al menos de mediano plazo y en medio de la grave crisis económica y social. Habría que mirar al entorno del hijo de Eduardo Menem.
La mayor crisis a la vista es la que atraviesa JxC, agudizada en la previa al balotaje. El bloque del PRO, con Ritondo a la cabeza, estaba virtualmente paralizado a la espera de la definición de las tratativas con Milei. Ahora, el cuadro es otro: por lo pronto, no sería la pieza central para articular entendimientos que le aseguren proyectos a la nueva gestión. La UCR se mantiene de manera mayoritaria en la línea de la oposición “responsable”, algo que iba de la mano con el rechazo a alguna forma de “cogobierno”. De todos modos, la conducción del bloque, al igual que en el Senado, está atada a la pulseada por el Comité Nacional, que debe resolverse a mediados de este mes. La CC ya había anticipado su ruptura con la coalición.
Lo que hasta ahora fue el Frente de Todos como expresión parlamentaria se mantiene formalmente en las dos cámaras, aunque no parece definitiva ni igual la convivencia entre el núcleo kirchnerista y los legisladores más vinculados al peronismo tradicional. Además de la renovación de bancas, se anotan dos datos salientes. Uno es el fin de la etapa de Cristina Fernández de Kirchner como vicepresidente, que desde el Senado irradiaba decisiones internas también sobre la otra cámara. Y el otro es el juego de los gobernadores, en la negociación con el Ejecutivo nacional.
Los jefes provinciales constituyen sin dudas un elemento central en el tiempo que viene. El mapa ilustra el reparto que dejó la sucesión de elecciones locales. Deben convivir con un nuevo gobierno nacional que no cuenta con mandatarios propios para ordenar, aunque sea en parte, la relación federal. Francos trabaja en ese terreno: tiene recorrido, pero es una realidad diferente, sin liderazgos claros y sin alineamiento único en escala nacional. Por el contrario, las diferentes franjas de gobernadores se mueven con la expectativa de ocupar espacios, no sólo institucionales.
La “liga” peronista lo expone. Cuenta con el distrito de mayor peso, pero Axel Kicillof remite a CFK y no a un armado diferenciado. En conjunto, suman ocho o nueve gobernadores, según como se mire, que aspiraban a añadir representantes de cuatro provincias en manos de fuerzas locales. El fin de la condición de oficialismo nacional fisuró esa construcción. Los gobernadores de Salta -que aún con dudas era contada en el conjunto peronista- y de Río Negro, Misiones y Neuquén decidieron armar un bloque nuevo. Y Córdoba alimenta el proyecto no K de Schiaretti y otros pocos peronistas desalineados de la experiencia actual.
En el otro conglomerado, los gobernadores operan como el principal interesado en mantener JxC. Suman diez distritos -cinco radicales, tres del PRO y dos aliados-, con Santa Fe, Ciudad de Buenos Aires y Mendoza como los de mayor masa electoral. Resistieron las tensiones luego de la jugada de Macri y Bullrich para apoyar a Milei en el balotaje. Expresan voluntad de colaboración sin alineamiento, Y se mueven con la lógica de las necesidades propias de gestión y del capital político que reúnen como conjunto, en la interna y como señal al nuevo gobierno.
Lo que asoma desde ahora exigirá definiciones y ejercicio de negociación enorme a la gestión de Milei. Una demanda agudizada por la crisis y que seguramente será mayor con el correr de los meses.