Horacio Rodríguez Larreta entendió que con la derrota de su proyecto presidencial nació una oportunidad para su futuro político. No habla de “revancha” de cara al 2027. Suele repetir que esa palabra “suena fea”, aunque no niega que es un “servidor público” y seguirá en el mundo político. Es la primera vez en dos décadas que volverá al llano. En el medio trabajó con Ramón “Palito” Ortega en el Ministerio de Desarrollo Social, estuvo al frente del PAMI, fundó el Grupo Sophia y, luego, el PRO con Mauricio Macri, hasta desembarcar en lo que fue su lugar en el mundo: la gestión en la Ciudad de Buenos Aires, primero como jefe de Gabinete durante ocho años y después como Jefe de Gobierno. Desde allí construyó el perfil de gestor obsesivo con un culto al “método” que generó un “cambio cultural” y que le permitió sembrar su candidatura a presidente. Las internas de Juntos por el Cambio (JxC), su pelea con Macri más el fenómeno de Javier Milei arrasaron con su sueño y lo pusieron ante una encrucijada. Desde el 10 de diciembre empezará a trabajar para desatar ese nudo, con el propósito de darle horizonte a su sendero en la vida pública, aunque con un incentivo claro: será oposición al gobierno libertario.
Después de caer ante Patricia Bullrich en las PASO del 13 de agosto, Larreta se sumió en días de penuria. Estuvo con lo suyos y retomó su agenda de gestión en la Ciudad. Días antes de las elecciones generales de octubre, aceptó el desafío de ser jefe de Gabinete de la ex ministra de Seguridad, en caso de haber sido electa. No sucedió. No sólo eso se frustró, sino que dos días después de conocer que JxC había quedado afuera del balotaje, se enteró que Macri y Bullrich se habían aliado a Milei.
Esa decisión de Macri y Bullrich rompió a JxC y dividió al PRO. Larreta quedó en el sector de quienes bajo ningún concepto convalidaron el acercamiento a Milei. Tiene una distancia axiológica abismal del programa libertario. Y algo más importante: el presidente electo de La Libertad Avanza tuvo expresiones agraviantes contra su persona en más de una ocasión.
Larreta se diferencia del ex presidente y de la conductora del PRO. De todos modos, ayer Bullrich lo llamó para avisarle que iría a la gala del Colón en la que cerró su ciclo al frente de la Ciudad. Con Macri, en cambio, la relación está rota y es casi de no retorno. Está en sintonía con los gobernadores de JxC y pretende articular políticamente en un espacio que tienda al centro y sea oposición a Milei. Tiene cierta ascendencia sobre algunos diputados y senadores, con los que intentará generar un bloque no alineado con La Libertad Avanza.
Pese a sus diferencias con Milei, Larreta entiende que hay reformas económicas profundas que deben ejecutarse. Si bien no dará un apoyo ciego a la Casa Rosada, aspira a integrar una oposición “constructiva” que conserve cierta unidad e integración respecto a la otrora configuración de JxC.
Ante sus íntimos, el alcalde porteño cuenta que aprovechará el tiempo a partir del 10 de diciembre para leer y estudiar en profundidad los temas macro del país, viajar por Argentina y el mundo, pasar varios días en las distintas provincias y articular de a poco su nuevo proyecto político.
Tiene la idea, además, de generar una especie de think tank para darle soporte técnico a dirigentes nacionales provinciales de su confianza, en relación con temas de gestión, administración pública y agenda internacional.
En lo inmediato, Larreta tiene intenciones de disputar el liderazgo del PRO. Tomó nota sobre la decisión de Bullrich de dejar la presidencia del PRO y llamar a elecciones internas para febrero. La ex candidata adoptó esa actitud para allanar el camino a la renovación de autoridades partidarias y, a su vez, para asumir como ministra de Seguridad de Milei sin comprometer políticamente al partido.
El alcalde porteño mira con buenos ojos la presidencia del PRO. No necesariamente para asumir él ese rol, sino quizás para pujar por un dirigente del partido ligado a él. En esa fila se anotan referentes como María Eugenia Vidal, íntima de Larreta, que también otea el horizonte político para definir su destino. Ambos tienen una historia pública en común y planean continuar cerca.
En dos años, la Ciudad de Buenos Aires elegirá senadores nacionales. Si bien Larreta no confirma ni niega ninguna definición, en su entorno deslizan que no descartará esa vidriera electoral como trampolín hacia las próximas presidenciales. No será sencillo. Por el sistema electoral para elegir a los miembros de la Cámara Alta, sólo ingresan tres senadores por distrito: dos por la mayoría y otro por la minoría. Son pocos lugares y ya hay una multiplicidad de dirigentes porteños interesados en disputar esas tres bancas.
De todos modos, el alcalde porteño considera prematura cualquier decisión en lo inmediato. Mantendrá la cautela. Piensa escuchar, aprender y recalcular. Conoce que para volver a tomar impulso no debe reincidir con errores políticos pretéritos.