(Enviado especial a Washington).- Nicolás Posse y Luis Caputo se encontraron con Gita Gopinath, subdirectora del Fondo Monetario Internacional (FMI), para exponer el programa económico que pretende ejecutar Javier Milei cuando asuma el próximo 10 de diciembre. Asimismo, Posse y Caputo analizaron con Gopinath los incumplimientos al programa que cerró el actual gobierno con el organismo multilateral de crédito. Rodrigo Valdés y Luis Cubeddu, director y subdirector del Departamento del Hemisferio Occidental, también participaron del cónclave que se extendió durante casi tres horas en el edificio de la calle 19.
Se “han debatido los complejos retos que se enfrenta el país y los planes para reforzar urgentemente la estabilidad y sentar las bases de un crecimiento más sostenible”, sostiene el comunicado oficial del FMI que se conoció tras la reunión entre ambas delegaciones.
Posse será jefe de Gabinete del futuro gobierno y es muy probable que Caputo asuma como ministro de Economía. Con esta representación política, los asesores del presidente electo desplegaron las bases técnicas del programa que se pondrá en marcha a mediados de diciembre y escucharon una sucesión de preguntas que formuló Gopinath como subdirectora gerente del FMI.
Fue una larga aproximación del Fondo que continuará durante las siguientes semanas. Posse y Caputo tenían una dificultad obvia para contestar con exactitud: no saben las reservas tiene el Banco Central, ni la cantidad exacta de emisión monetaria. Y menos aún en cuánto quedará el déficit fiscal cuando lleguen a Balcarce 50.
Milei encontró predisposición en la Casa Blanca para cuando sea necesario el peso de los Estados Unidos en el directorio del FMI. Pero ese momento clave llegará tras una compleja negociación que su gobierno debe emprender con el staff del Fondo. Y para que ello ocurra, el presidente debe haber asumido en Balcarce 50 y haber designado a sus representantes oficiales ante el organismo multilateral.
Entonces, Milei se enfrenta la Trampa 22. Argentina tiene un vencimiento de casi 1.000 millones de dólares en diciembre, que no puede resolver con las actuales reservas del Banco Central. Tampoco el presidente electo (o ya en funciones) tiene previsto utilizar el swap chino que cerró Alberto Fernández, y le quedarán 21 días corridos desde su jura en la Casa Rosada.
Es decir: Milei debe acelerar los tiempos de negociación para salir de la Trampa 22, y en la reunión de Posse y Caputo con Cubeddu y Valdes sólo se bosquejó un eventual escenario de negociación que necesita un proceso técnico que debería iniciar antes que concluya noviembre.
Milei ha señalado en público que no tiene problemas en tomar medidas acorde al programa del FMI, y esa señal política facilitará las negociaciones con el board del organismo multilateral. La administración de Alberto Fernández incumplió las metas del programa y debió recurrir al swap de China y a la CAF para evitar un default ante la reticencia del directorio de aprobar los desembolsos previstos para julio.
El presidente electo no tiene intenciones de repetir esa crisis política y su objetivo es negociar con el FMI “un roll over” de la deuda y poner on track el programa que descarriló durante los últimos meses de la campaña electoral. El board apoya esta posición formal de Milei, pero ya ha escuchado muchísimas promesas de presidentes anteriores -desde Macri a Alberto Fernández, por caso- y se moverá con previsible cautela.
Las tres metas básicas del programa acordado -emisión monetaria, deficit fiscal y reservas del Banco Central- están incumplidas y su reperfilamiento dependerá de una decisión política que Milei deberá tomar acorde a su acumulación de poder en las cámaras parlamentarias. Sin los votos para el presupuesto nacional, es muy difícil cerrar un acuerdo con el FMI que implique un nuevo ajuste de las cuentas públicas.
Milei ya explicó a Georgieva su mirada de la economía y las finanzas durante un zoom y ahora tendrá la oportunidad de insistir con sus ideas programáticas en un cónclave mano a mano. La historia de la Argentina con el FMI siempre repite su patrón histórico: sonrisas al principio y mucha tensión política después.