Es el temor a lo desconocido, la incertidumbre por algunas de las promesas de campaña ratificadas esta semana por Javier Milei, el nuevo dispositivo de toma de decisiones o la inquietante negociación entre el presidente electo y el sector del PRO encabezado por Mauricio Macri y Patricia Bullrich que aún no terminó de zanjar la disyuntiva que sobrevuela al sistema político, en torno a si habrá finalmente o no un cogobierno, pero cualquiera de esas incógnitas son las que mantienen en vilo al círculo rojo.
Son, por ejemplo, los empresarios de la construcción que en los últimos días se declararon en estado de alerta cuando Milei confirmó que una vez que asuma a partir del 10 de diciembre prevé paralizar la obra pública. Se trata, según información oficial, de 2.308 obras en ejecución en todo el país -899 de ellas en la provincia de Buenos Aires- por un total de $309.899 millones y más de 400 mil empleos directos e indirectos. Parte de su equipo trabaja en un plan similar al modelo peruano y chileno, de participaciones mixtas, público y privadas. De ratificar su decisión, el presidente electo debería dejar de pagar los certificados de obra. Si eso pasa, se pronostica, según los especialistas, una avalancha de demandas contra el Estado: en el fuero contencioso y administrativo federal, que en los próximos meses podría tener un protagonismo excesivo, esperan con los brazos abiertos.
Milei se apresta a inaugurar un liderazgo disruptivo, inusual. Diferente a cualquier proyecto que lo precedió. Esta semana, ya electo, sin que hiciera falta apelar a latiguillos de campaña para captar el voto anti-casta, insistió en renombrar a la cámara que aglutina a los popes de la construcción como la “Cámara Argentina de la Corrupción”.
La semana pasada, un importantísimo banquero, de muy buen vínculo con parte del oficialismo, se reunió durante dos horas con el jefe libertario. Dicen que se retiró preocupado.
Pero no se trata solo de los empresarios: el sindicalismo también está expectante y cauteloso. Las reformas que Milei prevé instrumentar generan todo tipo de temores. Gerardo Martínez es, tal vez, el más dialoguista: fue de los primeros en reunirse con el economista libertario durante la campaña. El resto quiere ver hasta dónde está dispuesto a avanzar con su programa de gobierno. El más atemorizado es José Luis Lingeri. El jefe del gremio de Obras Sanitarias está desesperado por el anuncio de una eventual privatización de AYSA, la empresa estatal de aguas y saneamiento que preside Malena Galmarini.
Al igual que empresarios y sindicalistas, los gobernadores comparten la misma zozobra frente a lo desconocido. Se habían acostumbrado al status quo. A un reparto de fondos que, con matices, sobrevivió a todas las gestiones, incluido el macrismo. En estos días, los jefes provinciales podrían tener su primer encuentro masivo para hablar del tema.
En los grandes grupos de medios, pero también en los medianos y en los más chicos, la expectativa gira en torno a la publicidad oficial. ¿Se va a atrever Milei a cortar la pauta, como dejó trascender durante la campaña? ¿Estará dispuesto a pagar el costo político de una decisión de esa envergadura? ¿Quién será el nexo con los empresarios de medios? ¿Cerrará finalmente Télam, las radios y la televisión pública?
Otra pregunta: ¿Qué hará con la AFI, desmantelada durante esta gestión? Fuentes libertarias abundaron en que Milei podría pedirle ayuda a un amigo que trabaja en los Estados Unidos.
El círculo rojo es un hervidero. Hay dirigentes, políticos y hasta lobistas que buscan, algunos de ellos con desesperación, la manera de llegar al presidente electo o a su entorno más íntimo. No es fácil. Milei ya demostró, desde su discurso triunfal, en la noche del balotaje, el rol central de su entorno más íntimo, indescifrable para un sector del sistema político. En esa mesa chica, Karina Milei, la hermana, conocida por la mayoría como “el jefe”, es el corazón del proyecto. “Maneja dos aspectos centrales: la parte financiera y las emociones del presidente”, explicó una fuente inobjetable. Santiago Caputo, el estratega, que conoció al economista por Ramiro Marra hasta forjar un vínculo de estrechísima confianza y lealtad, es la otra pieza clave. Hasta hace meses, eran dos desconocidos para el círculo rojo.
Por fuera de ese primer anillo de confianza, Milei engrosó por entonces su equipo con la incorporación de Nicolás Posse y de Guillermo Francos, que ocuparán la Jefatura de Gabinete y el Ministerio del Interior a partir del 10 de diciembre, y son dos de los encargados -también Diana Mondino, futura canciller- de monitorear y analizar el scouting de funcionarios que desembarcarán en el gabinete de La Libertad Avanza.
En ese nuevo esquema del poder, Milei juega al misterio. La conformación de su gobierno, en plena transición con el peronismo, atraviesa un proceso de turbulencia con el PRO. Al jefe de La Libertad Avanza no le gusta que le marquen la cancha, aún cuando se trate de Macri, que viajó hacia los Emiratos Árabes para tratar de apuntalar su postulación en Boca.
El acuerdo con el PRO macrista y la integración del gabinete son dos temas tabú por estas horas. Las negociaciones se suceden hora a hora, frente a un círculo rojo que mira absorto como se suben y se bajan ministros. Milei pone a prueba su liderazgo en cada decisión.
Cerca de Macri juran que el ex presidente no presentó un petitorio de condiciones, y que el acuerdo electoral sellado después de las elecciones de octubre en su casa de Acassuso se circunscribió solo a la fiscalización en el balotaje. Si fue así, el presidente electo definió que haría valer su jefatura: “Ganamos por más de 10 puntos, está claro que el triunfo no se explica por la fiscalización”, aseguraron en estos días desde LLA.
El caso más emblemático de esa decisión de Milei de ejercer en pleno su liderazgo fue la designación del abogado Mariano Cúneo Libarona en Justicia. Las versiones sobre ese nombramiento dan cuenta de que la definición se tomó entre Macri, el mandatario electo, su hermana Karina, el propio futuro funcionario y Germán Garavano, el ex ministro de Cambiemos y asesor judicial del fundador del PRO. Era la persona que el ex presidente quería en lugar de Cúneo Libarona. Macri presiona ahora por otros lugares. Por ejemplo, el representante del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura.
El capítulo económico conlleva las mismas inquietudes. La injerencia de Macri en la potencial designación de Luis “Toto” Caputo como jefe del Palacio de Hacienda es motivo de debate en el círculo rojo. En LLA aseguran que se trata de una aventura personal del ex ministro, y que, en todo caso, el impulso más vehemente tuvo más que ver con su sobrino Santiago, el estratega.
La misma incógnita atraviesa el probable nombramiento de Patricia Bullrich en su vuelta al Ministerio de Seguridad, todavía no confirmada oficialmente. “Sos vos de ministra o reducimos el cargo a secretaría, debajo de Interior”, fue el mensaje que Milei le transmitió a la ex candidata presidencial de Juntos por el Cambio, que dudaba si aceptar o no el ofrecimiento.
El coqueteo con Bullrich, que no negocia en nombre de Macri, si no en términos personales, despertó la furia de Victoria Villarruel, la electa vicepresidenta que encabeza otro polo de poder del gobierno libertario. A Villarruel la llevan los demonios. Milei la había presentado en campaña como la referente de seguridad y defensa. Ella tenía otros planes para el Ministerio de Seguridad. También para Defensa, que se discute puertas adentro para Luis Petri.
En estas horas, circuló la posibilidad de una foto conjunta para apaciguar los ánimos.
La vicepresidenta electa tiene tanta bronca como Carolina Píparo, que publicitó durante la semana en sus redes una reunión de transición con María Fernanda Raverta como futura jefa de la ANSES, agendada, en teoría, para este lunes, mientras el presidente electo negociaba por detrás la designación de Osvaldo Giordano, ministro de Hacienda de Córdoba, para ese cargo.
Píparo es una de las dirigentes que nunca vio con buenos ojos la alianza electoral con el PRO. Un grupo de legisladores electos había intentado antes del balotaje convencerla a que rechazara públicamente ese acuerdo, pero la ex candidata a gobernadora se negó porque, según dijo, había negociado con Milei la jefatura de la ANSES si LLA ganaba las elecciones. Tal vez ahora esté arrepentida de esa decisión.
Cristian Ritondo es otro de los que está en llamas por el avance de las conversaciones. Como Píparo, pero con un músculo político muchísimo más entrenado en la última década, el diputado maldice en privado las tratativas lideradas por Francos para que Florencio Randazzo presida la Cámara baja a partir del 10 de diciembre. Ritondo, según trascendió, había acordado ese lugar si el libertario ganaba el balotaje: era parte del acuerdo con Macri. Por esa negociación, el ex ministro de Seguridad bonaerense había decidido aportar logística para la fiscalización en la provincia de Buenos Aires. Los más de diez puntos en favor del presidente electo hicieron que se liberara de esos acuerdos.
Verdaderas discusiones de casta.
Macri está disgustado con esos idas y vueltas. Esa alianza parlamentaria que se explota con un sector del peronismo lo fastidia. Cree que aportó más de lo que cosechó en estos días. Por ejemplo, Córdoba. Hubo una reunión en su casa en la que le transmitió a Milei que él se hacía cargo del diálogo con Juan Schiaretti: “Al Gringo dejámelo a mí”, le dijo. Desde esa reunión, el gobernador cordobés empezó a referirse al gobierno como “el gobierno kirchnerista de Massa”. Al ex presidente tampoco le cayó nada bien enterarse por los medios que Bullrich participaría del cierre de campaña de Milei en esa provincia.
En ese contexto, Francos aceleró para tratar de licuar al PRO, y minimizar la injerencia de Macri. Al ex directivo del BID nunca le agradó el vínculo directo entre el ex presidente y Milei. Se opuso, por caso, a que Sebastián García de Luca ocupara el cargo de viceministro del Interior: ese lugar quedará reservado, por ahora, para Lisandro Catalán, actual funcionario del Ministerio de Justicia. Es el hijo de un viejo y entrañable amigo de Francos. De Luca había sido un pedido de Macri y de Bullrich.
Quedan quince días para el 10 de diciembre. La única fecha válida según los comunicados de la increíble Oficina del Presidente Electo de la Argentina.