“Las feministas no tienen derecho a tener un Ministerio, ya lo tuvieron y no sirvió”. Agustín Laje está acostumbrado a las polémicas y no le escapa al debate y a la confrontación de ideas. Politólogo, escritor y uno de los intelectuales más cercanos a Javier Milei, abordó los principales desafíos que tiene el futuro presidente de la Argentina, los riesgos que enfrenta y la disputa inevitable con los sectores que estarán afectados por los recortes y los cambios que se pondrán en marcha desde el 10 de diciembre. “La sociedad eligió al más anti Estado, a quien vino a ofrecer un ajuste”, destacó en una entrevista con Infobae.
El autor de Batalla cultural: Reflexiones críticas para una nueva derecha analizó las causas de la victoria rotunda del líder de La Libertad Avanza frente al candidato del peronismo unificado, Sergio Massa, y reconoció que en esta etapa de construcción política para asumir el gobierno deberá imponerse el pragmatismo para materializar sus principales propuestas, con acuerdos y alianzas con el PRO de Mauricio Macri y un sector del peronismo. También despejó un interrogante clave: quién es casta y quién no. Y se metió con una de las controversias que genera más tensión: el feminismo, la ideología de género y las diversidades sexuales.
“El derecho de la mujer es que se le respete su integridad física, su vida, su libertad individual y su propiedad privada, son derechos fundamentales exactamente iguales a los de los hombres. La opción que acaba de perder en las urnas entiende que derecho es otra cosa, que el derecho de la mujer incluye tener un Ministerio llamado Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidades y poner a toda la militancia feminista allí a hacer un despilfarro de fondos públicos, donde han hecho cualquier tipo de cosas menos ayudar realmente a la mujer, y eso surge de los datos. Las feministas no tienen derecho a tener un Ministerio, ya lo han tenido y ya han mostrado que su paradigma no sirve porque no mejora efectivamente la vida de la mujer”, afirmó.
En la entrevista, Agustín Laje subrayó que “el principal desafío que va a tener Milei, incluso más que el de negociar votos en el Poder Legislativo o el de acordar determinadas cosas con gobernadores, es el riesgo del golpismo en Argentina, golpismo que ya tuvo éxito, por ejemplo, en el año 2001″. Para el conferencista, la materialización de esa amenaza está en “la calle”, un espacio dominado por “grupos que son esencialmente violentos y que sólo se apaciguan cuando ellos mismos gobiernan o cuando los que ellos quieren que gobiernen gobiernan”.
“La democracia es un consenso generalizado en torno al cual yo acepto poder perder, y acepto que si pierdo, tengo que hacer una oposición legal, no violenta, legal y tengo que aguantármelas, así como nos aguantamos 16 años de kirchnerismo aquellos que no somos kirchneristas pero sí somos demócratas, razón por la cual nadie salió a interrumpir el orden establecido por lo que se eligió en las urnas”, aseguró.
Laje, que acompañó desde el escenario a Milei en el cierre de campaña en Córdoba, se refirió a la declaración del titular del sindicato de pilotos aeronáuticos, Pablo Biró, quien dijo que si el futuro gobierno de Javier Milei deja de subsidiar a Aerolíneas Argentinas “va a haber muertos”. Y en ese sentido resaltó: “Resulta que tenemos un gobierno electo que ni siquiera asumió y ya se está hablando de muertos. Van a buscar muertos y cuando consigan muertos, van a ir a tribunales internacionales, a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, donde lo que habita es ideología progresista y socialista, con lo cual saben que al día de hoy, como eso está, pueden lograr presión internacional contra el gobierno de Milei”.
“A mí la calle me asusta mucho porque el votante de Milei no es un votante violento, es un votante que ni siquiera conoce mucho de política. No está politizado, no acostumbra ir a manifestaciones, no acostumbra salir a tirar piedras, a armar una bomba molotov, a encapucharse. El otro espacio es el que tiene toda esa fuerza física bruta y antidemocrática y yo estoy seguro de que la van a utilizar. Y creo que Milei va a utilizar a su vez la fuerza del Estado”, aseguró Laje.
Y no dudó en mencionar quiénes integran ese otro espacio: “Me refiero al kirchnerismo. Me refiero al peronismo de izquierdas. Me refiero a los movimientos sociales, me refiero a los piqueteros. Me refiero a la izquierda, a los troskos. Toda esa gente, además, no cree en la democracia. Se disfrazan de demócratas, pero ni bien gana un presidente que no les gusta, empiezan a amenazar con que lo van a tirar. Son golpistas”.
La entrevista completa a Agustín Laje
— Le pido una reflexión sobre la victoria de Javier. ¿Por qué ganó y qué mensaje dejaron las urnas el 22 de octubre?
— Javier Milei ganó con un discurso de ajuste, y este es el primer dato interesante, porque el anti discurso en el 2019 era precisamente el del ajuste. Se le adjudicaba a Macri, tanto en el 2015 como en el 2019, el ajuste como madre de todos los males. Y en el año 2023 gana un candidato que viene a ofrecer un ajuste. Ese candidato gana con la mayor cantidad de votos en términos absolutos de la historia de la democracia argentina y gana con la mayor cantidad de votos en términos porcentuales desde el regreso de la democracia en 1983 hasta la fecha.
Estamos viendo una elección histórica en términos cuantitativos pero también en términos cualitativos, porque se ha quebrado la pauta hegemónica del Estado argentino. ¿Esto qué significa? Nos habituamos en los últimos dos años a definir al Estado como una organización que monopoliza el uso de la fuerza. Y esa definición la trajo precisamente Javier Milei, más allá de que no es de Javier Milei, es de Max Weber, uno de los padres de la sociología. En “Economía y Sociedad”, Max Weber define al Estado como una organización que monopoliza el uso de la fuerza, pero nos olvidamos de una palabra clave en la definición weberiana, que es la palabra “legitimidad”.
El Estado monopoliza el uso de la fuerza “legítima”. Aspira a ser legítimo. Caso contrario, el Estado no se diferenciaría de una mafia, de un grupo armado organizado, que no tiene legitimidad para usar las armas, pero su único poder consiste en tenerlas. Al Estado, para ser Estado, no le bastan las armas, sino que necesita la validez. El pueblo debe percibir que la existencia de esa organización armada, que es el Estado, es válida, es justa, y conforme a un “deber ser” que está determinado por la época, por un tiempo y por un espacio. Eso es lo que se ha roto y por eso el triunfo de Milei. Lo que se ha roto es la forma en que se legitimaba el Estado desde principios de este siglo.
La manera en que se legitimaba el Estado desde principios de este siglo era en función de sus capacidades redistributivas. La función que le dábamos al Estado, en primer término, era la de ser “un gran padre” que repartía aquello que los ciudadanos producían. ¿Para qué? Para ayudar a los que menos tenían, al pueblo. Este fue el discurso del “Estado presente”, fue el discurso de la justicia social. Este fue el discurso de la solidaridad a punta de pistola. Este fue el discurso del kirchnerismo con el cual el macrismo no pudo realmente lidiar. Por eso es que el cambio del 2015 es un cambio de maquillaje, mas no un cambio de fondo. El cambio de fondo se acaba de producir ahora y ese cambio implica no solamente el paso del bastón de mando, sino el cambio radical en la manera en que el Estado se legitima frente a la sociedad.
La sociedad ya no cree en la idea de un Estado paternalista, ultra interventor, que hace solidaridad con el bolsillo ajeno, ya no cree en la idea de la justicia social y la redistribución de la riqueza. Por eso escoge al candidato más anti Estado de todos y al candidato que, además, viene a decir “la economía se arregla con un ajuste”, cosa que era impensable tan solo cuatro años atrás.
— Pero ese ajuste que está planteando Javier Milei es un ajuste que él mismo aclara que no es contra la gente, sino contra la política.
— Efectivamente. El tipo de ajuste con el que gana Milei es un ajuste contra lo que él llama “la casta política”. Si el Estado es una entidad esencialmente agresora, pues entonces quienes tienen que ajustarse el cinturón son aquellos que han compuesto esa entidad elefantiásica. Hay que reducir esa entidad. En ese sentido, parece ser un regreso a los 90, solo que de una manera mucho más explícita, porque en los 90 no había una adscripción ideológica manifiesta, como sí la hay en este momento.
En los 90 tampoco ganó la UCeDé. La UCeDé, en todo caso, acercó un programa de gobierno, entendido más como políticas públicas que como filosofía política. Lo que tenemos ahora son políticas públicas que llegan de la mano de una filosofía política explícita. En ese sentido, el quiebre es histórico. Ahora la pregunta apunta a la posibilidad de hacerlo, de cumplir ese objetivo. Y para eso, depende de la relación de fuerzas políticas y las alianzas que se logren entablar. Aquí es donde el pragmatismo entra en juego en detrimento de la ideología más purista.
Una cosa es la ideología y el discurso filosófico que tiene que ver con la campaña política, y otra cosa es, una vez llegados al Poder, ver hasta dónde se puede hacer aquello que se marcaba como un deber ser político. Hasta dónde se puede hacer es la respuesta que te brinda la conformación política de los gobernadores, las intendencias y, sobre todo, el Poder Legislativo.
En el Poder Legislativo, La Libertad Avanza, no tiene gran presencia, estamos hablando de siete senadores sobre 72 y en Diputados 35 sobre 257. La situación requiere de pragmatismo para poder gobernar. Y lo que ahora se está discutiendo, que son los ministerios, refleja el entramado de esas alianzas, que de una forma u otra deben hacerse.
Hay una alianza que resulta natural, que es la alianza entre la derecha y la centroderecha. Esa alianza es ideológicamente natural y es la que se ha dado entre Javier Milei y Mauricio Macri. Es una alianza mucho más natural que la que tenía Mauricio Macri con la socialdemocracia de la Unión Cívica Radical o de Elisa Carrió. Gente del PRO que conforma esta incipiente alianza puede sentirse ideológicamente mucho más afín a La Libertad Avanza de lo que se sentía ideológicamente afín a otros viejos aliados de años anteriores.
Otro tipo de alianza, que no es ideológicamente pura pero es políticamente necesaria, es con una parte del peronismo, porque el peronismo ha quedado descabezado. El peronismo no es una ideología, sino que es una máquina de poder que va variando sus contenidos ideológicos según la coyuntura. Por eso tuvimos peronismos nacionalistas, el peronismo nacional socialista de la Triple A, incluso el peronismo nacional socialista de Biondini. Tenemos el peronismo neo-montonero de los Kirchner, el socialismo del Siglo XXI de Cristina Fernández de Kirchner. Hemos tenido un peronismo como ellos llaman “neoliberal” en la década del 90.
El peronismo es una máquina de poder, no hay allí ideología y la figura de Massa es representativa de estos acomodamientos sucesivos e ideológicamente inexplicables. Ahora bien, ese movimiento peronista, en tanto que máquina de poder, ha quedado por ahora descabezado. La derrota de Sergio Massa ha sido tan contundente que difícilmente el peronismo pueda continuar viéndolo como el líder de ese dispositivo de poder. Y ahí queda latente una especie de vacío que hay que ver con qué se llena. Ese es el espacio con el que Milei puede articular con un peronismo no kirchnerista, un peronismo no socialista, un peronismo, por ejemplo, como el cordobés. De ahí se entienden Osvaldo Giordano, en ANSES, y Florencio Randazzo con un lugar posible importante en Diputados.
Esto responde a las necesidades políticas, porque para gobernar es muy difícil hacerlo con una fuerza política que tiene apenas dos años, que tenía hasta hace muy poquito solo dos diputados nacionales, que no tiene gobernadores, que no tiene prácticamente intendentes tampoco. Se necesitan alianzas: la alianza, insisto, ideológicamente natural, es la del PRO de Mauricio Macri. Y la alianza políticamente necesaria es con un sector del peronismo que vamos a decir es “viable”.
— Quiero que volvamos a abordar el concepto de casta. Ese concepto que es tan poco consistente y tan difícil de precisar. Sobre todo después del ingreso de Juntos por el Cambio a este espacio.
— Eso tiene que ver con los vaivenes del pragmatismo. Lo importante es que la política pública efectiva de Milei sea una política anti casta. El individuo como tal puede dejar de ser casta, de la misma manera en que los aristócratas y la nobleza francesa, a partir de 1789, dejaron de serlo. Tanto es así que -y perdón que vaya un ejemplo histórico, pero la historia hace a la política- había aristócratas y nobles integrando el tercer estado en la Asamblea Legislativa, o sea en la Asamblea Revolucionaria de Francia.
No significa que el político nazca siendo casta y muera necesariamente siendo casta. Significa que hay una estructuración política del Estado que le ofrece a determinados individuos vivir como una verdadera casta por encima del pueblo. Si esa estructuración política del Estado se modifica sustancialmente, se puede llevar adelante una especie de limpieza de muchas personas, que soy el primero en decirte “estos son casta”. Ahora, si llegan al poder y están bien dirigidos por Milei y ayudan a reducir el tamaño del Estado, podríamos decir “bueno, se han pasado a Las Fuerzas del Cielo”, como se las denominó en redes sociales. Y la política al final del día, es el arte de lo posible.
— ¿Cuándo un sujeto que es casta deja de ser casta? ¿Cuál es el interruptor que se mueve y quién es el que lo mueve para cambiar su estado? ¿Y quién convalida que alguien que era casta deje de serlo?
— El “interruptor” es la voluntad de ese individuo a poner su experiencia y su capital político en función de reducir el tamaño del Estado. Si la propuesta fundamental de Milei es la reducción del Estado en favor de la ampliación de la sociedad civil, entonces la casta estaba interesada en mantener el status quo del tamaño del Estado. Esos políticos que estaban interesados en mantener el status quo del Estado por uno u otro motivo pueden estar hoy interesados en ayudar a un proceso de descomposición de todo aquello que sobra del Estado.
Ese es el interruptor, su propia voluntad: “Voy a ser parte de un proyecto liberalizador, de un proyecto antiestatista”. En ese momento, esa gente deja de ser casta, políticamente hablando. Ahora, personalmente hablando, sabemos que los políticos siempre tienen intereses personales y eso tiene que ver con la realidad política. Tendría que conocer muy bien los intereses personales de cada quien para darte ahí una respuesta que tendría que ser individualizada. Mi respuesta es estructural: si la voluntad política de un político se articula en torno a reducir el Estado, ese político está atentando contra los intereses de la casta política, por lo tanto deja de ser, políticamente hablando, casta.
— ¿Cuál es el principal riesgo que enfrenta Javier Milei? ¿Y qué piensa de esta definición del sindicalista Pablo Biró, que si tocan Aerolíneas va a haber muertos?
— El riesgo que a mí más me asusta es la calle. La calle está dominada por grupos que son esencialmente violentos y sólo se apaciguan cuando ellos mismos gobiernan o cuando los que ellos quieren que gobiernen gobiernan. Si esto es así, estamos frente a grupos esencialmente antidemocráticos, porque la democracia es un consenso generalizado en torno al cual yo acepto poder perder y acepto que si pierdo, tengo que hacer una oposición legal, no violenta, y tengo que aguantármelas, así como nos aguantamos 16 años de kirchnerismo aquellos que no somos kirchneristas pero sí somos demócratas, razón por la cual nadie salió a interrumpir el orden establecido por lo que se eligió en las urnas.
Ahora resulta que tenemos un gobierno electo que ni siquiera asumió y ya se está hablando de muertos. Van a ir a buscar muertos. Y cuando consigan muertos, van a ir a los tribunales internacionales. Van a ir a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, van a ir a la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, donde lo que hay allí es ideología progresista y socialista, con lo cual saben que pueden lograr presión internacional contra el gobierno de Javier Milei.
A mí la calle me asusta mucho porque el votante de Milei no es un votante violento, es un votante que ni siquiera conoce mucho de política. No está politizado, no acostumbra ir a manifestaciones, no acostumbra salir a tirar piedras, a armar una bomba molotov, a encapucharse. El otro espacio es el que tiene toda esa fuerza física bruta y antidemocrática y yo estoy seguro de que la van a utilizar. Y creo que Milei va a utilizar a su vez la fuerza del Estado.
— ¿A qué espacio se refiere?
— Me refiero al kirchnerismo, al peronismo de izquierdas. Me refiero a los movimientos sociales, a los piqueteros. Me refiero a la izquierda, a los troskos. Toda esa gente, además, no cree en la democracia. Toda esa gente admira secretamente al régimen venezolano, al régimen nicaragüense, al régimen boliviano, al régimen cubano.
Ellos se disfrazan de demócratas porque son unos maestros del discurso. Ellos han sabido disfrazarse de derechos humanos cuando han reivindicado el terrorismo de los años 70 sin cesar. Han reivindicado la dictadura de los Castros y han reivindicado los crímenes del comunismo en general. Ellos se disfrazan de demócratas, pero ni bien gana un presidente que no les gusta, empiezan a amenazar con que lo van a tirar. Son golpistas.
Ese creo que es el principal desafío que va a tener Milei, incluso más que el de negociar votos en el Poder Legislativo o el de acordar determinadas cosas con gobernadores. Es el riesgo del golpismo en Argentina, golpismo que ya tuvo éxito, por ejemplo, en el año 2001. Ya no hace falta tener a las Fuerzas Armadas para provocar un golpe de Estado, lo podés lograr con movimientos sociales, con violentos en las calles, con grupúsculos de izquierdas a los cuales la Policía enfrenta pero que no se puede pasar de la raya porque te cae la Corte Interamericana o porque te cae la CIDH. Ahí va a estar el asunto fundamental, hasta tal punto que ya están diciendo “Milei va a ser un dictador”, y lo están diciendo porque ellos mismos anticipan que van a tratar de golpear al gobierno violentamente y que van a ser reprimidos. Entonces, cuando sean reprimidos, ¿qué van a decir? ¿Vieron, era un dictador, era igual que Videla? Ya está todo armado.
Derechos, feminismo y diversidad
— A propósito de esto, hay un temor de que Milei sea una expresión reaccionaria de ultraderecha que viene a quitarle derechos al feminismo, a los homosexuales, a dar un paso atrás a derechos reconocidos por el Estado los últimos 20 o 30 años. ¿Qué piensa de esto?
— Pienso que todo depende de cómo conceptualicemos qué es un derecho. El derecho en la Argentina se ha vuelto una especie de significante vacío, una palabra que es llenada con el contenido de cada quien, según quien lo enuncie. ¿Qué es, en definitiva, un derecho? Por lo menos como un libertario lo concibe, el derecho es un radio de acción libre que queda protegido por el Estado en virtud de su condición de derecho. El derecho no es a recibir algo por parte del Estado, sino a que el Estado garantice que yo pueda ser libre en determinados dominios de mi vida.
Por ejemplo el derecho a la vida, el derecho a la libertad individual, a la propiedad privada. Vamos a poner el ejemplo de la libertad de expresión, para que esto quede claro. Un liberal diría que existe el derecho a la libertad de expresión, lo cual implica que yo me pueda dar a mí mismo los medios para comunicarme con los demás y que los demás, si me quieren escuchar, me escuchen. Y si no me quieren escuchar, pues que no me escuchen.
La idea de libertad de expresión para el modelo que acaba de fracasar es otra muy distinta. La idea de libertad de expresión es que a un grupo el Estado le tiene que brindar todos los medios materiales para comunicar, tiene que pagarle un salario mensual para que esa gente comunique y, aunque no tenga audiencia, aunque no tenga mercado, aunque no tenga sostenibilidad económica, aquellos que no consumen ese producto tienen con sus impuestos que financiarlos de todos modos, porque es el derecho que tendrían esos comunicadores sociales a vivir de una comunicación que nadie quiere escuchar.
Esto, si se lo traduce en términos de lo que pasa con el proyecto incipiente de privatización de los medios, es muy clara la diferencia de qué significa un derecho para cada quién. El derecho a la libertad de expresión es que si yo puedo hacerme de un micrófono, hablar y tener una audiencia que además quiera financiar porque le gusta escucharme, pues entonces yo tendré un trabajo como periodista. Si lo que yo comunico no interesa a nadie, no hay publicidad, no hay audiencia, pues entonces tendré que irme a vender manzanas a la verdulería, carne a la carnicería o hacer algo que realmente la gente quiera consumir.
Pongo otro ejemplo, en el caso del feminismo. ¿Qué es el derecho de la mujer? El derecho de la mujer es a que se le respete su integridad física, a que se le respete su vida, a que se le respete su libertad individual, a que se le respete su propiedad privada. Estos cuatro derechos fundamentales que acabo de mencionar son exactamente los mismos que tenemos los hombres. Aquella opción que acaba de perder en las urnas, entiende que derecho es otra cosa: que el derecho de la mujer incluye tener un Ministerio llamado Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidades, poner a toda la militancia feminista allí a hacer un despilfarro de fondos públicos, donde han hecho cualquier tipo de cosas menos ayudar realmente a la mujer.
Esto surge de los datos: en el año 2014 por femicidio murieron 245 mujeres, en lo que llevábamos de los primeros seis meses del año 2023, ya habían muerto 175, con lo cual, si se anualiza ese dato, está yendo hacia prácticamente 350. Comparar 350 con 245, cuando no estaba el mentado Ministerio de la Mujer. O podemos mencionar las agresiones sexuales. En el año 2017 las agresiones sexuales estaban en 3.700 casos y en el año 2022 las agresiones sexuales estaban en 5.600, cerca del doble, con lo cual ese Ministerio no es cierto que haya servido para mejorar las condiciones de la mujer. Más aún, si lo pensamos en términos económicos, solo los últimos 15 meses del ministro Massa produjeron 2.200.000 nuevos pobres y por lo menos la mitad de esos pobres son mujeres.
Acá hay una diferencia muy importante en cuanto a qué le llamamos derechos. Las feministas no tienen derecho a tener un Ministerio, ya lo han tenido y ya han mostrado que su paradigma no sirve porque no mejora efectivamente la vida de la mujer.
— Movimientos feministas y de la comunidad LGBT plantean que esas críticas promueven la estigmatización y hasta las agresiones contra esos colectivos. ¿Qué responde?
— Creo que es más una construcción mediática y una construcción de los opositores políticos de Milei que una realidad palpable. Sobre los homosexuales: Milei hasta hace poco tiempo estaba asesorado por Álvaro Zicarelli, que es homosexual y es muy conocido en el medio y a veces escribe en Infobae. En el cierre de campaña de Córdoba había banderas LGBT, hay grupos de homosexuales que son totalmente mileistas y son mileistas de la primera ola.
Respecto de la mujer, también veo por doquier que se dice gratuitamente “Milei es misógino”. Perdón, pero toda la campaña de Milei estuvo articulada por la hermana de Milei, que hasta donde yo sé es mujer. Y la vice de Milei también es una mujer. Sergio Massa no tenía como vice a una mujer. La idea de que Javier Milei es misógino surge porque se han mostrado videos donde él puede haber sido rudo e incluso maleducado con periodistas mujeres. Hay un caso en Salta, por ejemplo. Ahora puedo mostrar mil videos donde Milei es igualmente rudo e igualmente maleducado con hombres.
Si el feminismo al final de cuentas se suponía que era igualdad entre hombres y mujeres, podemos decir que Milei es igualmente rudo con mujeres o con hombres, porque no hace distinciones de género. Acá hay que ponerse de acuerdo: si queremos igualdad, pues entonces no nos inventemos que Milei, que es igualitario en la forma en que trata a hombres y mujeres, es un machista o es un misógino por eso. Ahora, personalmente no estoy de acuerdo con el trato igual a hombres y mujeres. Creo que hay que tener una especial deferencia y caballerosidad para con la mujer, precisamente porque no es igual al hombre. Pero esto no es lo que el feminismo postula. Acá hay que ponerse de acuerdo, porque quién tendría mayor derecho a repudiar determinadas conductas de Milei en sus diálogos con periodistas mujeres, en todo caso, somos aquellos que no somos feministas.
Todo eso a mí, la verdad, me parece una exageración y una utilización política de la mujer. El feminismo en Argentina ha servido para usar políticamente la causa de la mujer. El 56% del pueblo argentino votó a Milei y estoy seguro de que un gran porcentaje de ese 56% son mujeres y no son menos mujeres por no ser feministas o por votar a alguien que el discurso, tanto mediático como político, dice que es un misógino.
Insisto también: en el caso de la homosexualidad no existe ninguna afrenta contra esos grupos. Ahora, que no tengan un ministerio responde a la filosofía libertaria, porque la filosofía libertaria concibe a los individuos en abstracto como iguales frente a la ley, frente a la maquinaria del Estado. Al libertario le importa muy poco con quién se va a la cama determinado individuo o qué es lo que tiene entre las piernas determinado individuo o cómo se autopercibe determinado individuo. El valor de ese individuo no tiene que ver ni con sus gustos sexuales ni con su naturaleza sexual, tiene que ver con los derechos que están reconocidos en abstracto para todos por igual. Esa es la filosofía libertaria.
— El ejercicio de determinados derechos para las minorías es más dificultoso si el Estado no los reconoce, ni les da entidad, y no lo reconoce como sujeto de derecho. Ejemplo concreto: el matrimonio igualitario.
— Esa es una ley del año 2010 cuya derogación no está en la plataforma de La Libertad Avanza. No es parte del proyecto político de LLA. Ahora hay toda la diferencia del mundo entre un reconocimiento legal del Estado a una pareja homosexual y brindar, por ejemplo, prácticamente el 15% del presupuesto público a las causas de género. No sé si el público tiene suficiente conocimiento sobre esto pero prácticamente el 15% del último presupuesto nacional se fue a políticas transversales de género, en un país que se muere de hambre, para una ideología ni siquiera minoritaria, sino ultra minoritaria, porque ni siquiera todos los homosexuales, lesbianas y trans están a favor de esa ideología. A mí me suena a caja política. Es una ideología ultra minoritaria que le viene bien al poder político para decir “acá hago caja”. Eso ha sido el Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidades.