El peronismo frente a su futuro rol como oposición: dos caminos de reconstrucción y el liderazgo en pugna

La dirigencia oficialista empezó a divisar escenarios posibles para reformular el espacio político a partir del 10 de diciembre. Axel Kicillof y Juan Schiaretti, potenciales protagonistas de la nueva historia

El peronismo afronta un proceso de reorganización después de la derrota frente a Javier Milei (REUTERS/Adriano Machado)

En las entrañas del oficialismo la discusión sobre el futuro ya está en marcha. Es un camino lógico, teniendo en cuenta que en 19 días el peronismo dejará de ser gobierno para pasar a ser oposición. El salto al otro lado del mostrador cambia el mapa político y abre una nueva etapa en la búsqueda de una conducción y un liderazgo nuevo.

En el peronismo hay bastante claridad sobre que tiene que haber un cambio en las primeras líneas del espacio político. Aire nuevo para reconvertirse en oposición. Pero hay planteada una discusión sobre por dónde debe transitar la reconfiguración, cómo debe ser la identidad ideológica del esquema que viene y quiénes tiene credenciales para liderar esa discusión.

Hay dos vertientes de pensamiento que asoman en este tiempo de confusión y dolor por la elección perdida. Una de ellas establece la idea de que el oficialismo encuentre en el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, la punta de lanza para reacomodar la estructura política y revitalizar el tejido dirigencial, absolutamente dañado por la interna del Gobierno durante tres años y la contundente derrota en el balotaje.

“El peronismo tiene una situación donde Axel es el que mejor ubicado esta para ser el que genere una expectativa dentro de cuatro años. ¿Quién va a ser sino?”, analizó un dirigente importante e histórico del kirchnerismo, que ve en el mandatario un recambio generacional y natural del proceso político que iniciaron Néstor y Cristina Kirchner hace 20 años.

En esa sintonía, el mismo dirigente hizo hincapié en el giro del oficialismo al elegir a Sergio Massa como candidato y el resultado que generó. “Ya giramos hacia el centro y nos fue mal. Tuvimos un candidato a la derecha, pro mercado y con cero kirchnerismo en sangre, y perdimos la elección”, indicó. Detrás de esas palabras está la intención de que la reconstrucción deben realizar parados en el mismo lugar pero con una mirada más amplia.

Lo cierto es que Massa fue el único nombre propio que pudo unir las partes de un gobierno destruido, que llegó al proceso electoral con un presidente que no tenía capacidad de reelección y una vicepresidenta con un poder cada vez menor y sin capacidad de ordenamiento sobre la mayoría. Fue un candidato marcado a fuego por su rol como ministro de Economía y una inflación de tres dígitos agobiante. Una parte de la explicación de la derrota del último domingo.

Kicillof pudo haber sido candidato a presidente en la elección que pasó. Máximo Kirchner ejerció presión para que así fuera. Pero no logró moverlo de su decisión de buscar la reelección en la provincia de Buenos Aires, que fue avalada por Cristina Kirchner y gran parte del mundo K. El economista ya aparecía como una renovación de un ciclo político agotado, pero decidió revalidar su gestión. Lo hizo después de un operativo de desgaste subterráneo del camporismo y de largos años de cuestionamientos, también por debajo de la tierra, de importantes intendentes del conurbano. Pese a todo, obtuvo el respaldo en las urnas.

El mandatario bonaerense sobresale por encima del resto de los gobernadores peronistas que quedaron en pie. Tiene argumentos para hacerlo. Gobierna, en términos electorales, la provincia más importante del país, obtuvo su reelección por el 45% de los votos, tiene llegada directa a la Vicepresidenta, posee una buena relación con los sindicatos y los movimientos sociales, y tiene credibilidad frente al electorado, además de empatía en el vínculo con la gente.

Axel Kicillof es uno de los líderes incipientes del nuevo tiempo del peronismo (AFP)

Durante la campaña, Kicillof fue abrazado por un nuevo polo de poder en el territorio bonaerense. Un esquema conformado por los intendentes Fernando Espinoza (La Matanza), Jorge Ferraresi (Avellaneda) y Mario Seco (Ensenada) y Andrés “Cuervo” Larroque, que se alejó de la secretaria general de La Cámpora y creó la agrupación La Patria es el otro. Los cuatro tienen una relación tirante con el camporismo, al igual que el Gobernador. Si Kicillof quiere hacer crecer su liderazgo, tiene la posibilidad de hacerlo sobre esa base política.

“No veo que Axel pueda ponerse al frente. Es demasiado representativo de una tribu cuya identidad es el conurbano y el kirchnerismo, y eso fue lo más rechazado”, sentenció un legislador bonaerense que conoce bien el pensamiento K, pero que hace tiempo entiende, al igual que otros tantos dirigentes, que debe haber un cambio en la conducción del esquema político y que el mandatario no la puedo representar porque está alineado completamente a Cristina Kirchner.

En las distintas terminales del oficialismo - menos en el mundo K - aceptan que la identidad kirchnerista sufrió un desgaste muy grande después de 20 años. Es decir, le dan la razón a Alberto Fernández, que hace dos años que viene decidiendo en tertulias políticas que el peronismo necesita una renovación porque el ciclo de los K está agotado y ya no logra cautivar al electorado, más allá del núcleo duro y fiel.

La segunda vertiente de pensamiento tiene como idea que el peronismo debe hacer un giro más brusco hacia el centro, correr al kirchnerismo duro, el cristinismo y el camporismo, y plantear una modernización de la agenda política y económica. En ese camino, entraría en juego el actual gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, que desde hace tiempo propone un peronismo que vuelva a tener su base en el interior e impulse un modelo desarrollista.

El gobernador cordobés, Juan Schiaretti, aparece en el escenario como uno de los posibles nexos para construir un nuevo peronismo (Mario Sar)

”Schiaretti no va ser parte del gobierno de Milei. Si todavía le toca escribir una historia importante, esa está vinculada a la reconstrucción del peronismo nacional”, aseguró un funcionario del peronismo cordobés que conoce bien cómo suele moverse el mandatario y las deudas pendientes que tiene en extensa carrera política.

El Gobernador salió bien parado de la elección. Si bien no pudo ser competitivo para llegar a la presidencia, logró asegurar el ingreso de algunos diputados que le responden y dejar flotando en la sociedad el mensaje del exitoso modelo de gestión cordobés. Además se convirtió en árbitro de una disputa electoral trascendental para el país, lo que le dio mayor protagonismo y conocimiento.

El 10 de diciembre Schiaretti le entregará el mando de la gobernación a Martín Llaryora, que cree que es momento de traspasar los muros del cordobesismo para forjar un nuevo tiempo del peronismo a nivel nacional. Eso implica dejar de construir la fuerza política desde el conurbano y pasar a armarla desde el corazón productivo del país.

Llaryora es, para muchos dirigentes del peronismo, otro de los incipientes líderes del movimiento político, aunque aún debe llevar adelante la gestión como gobernador. El mandatario cordobés, al igual que Kicillof, también tiene sus argumentos. Carismático, efectivo en las gestiones que llevó a cabo en San Francisco y Córdoba Capital, con una mirada más amplia sobre el rol del cordobesismo y perteneciente a una generación - cercana a los 50 años - que plantea un cambio profundo en la mirada del peronismo sobre el campo, la industria y la política exterior. Es también un potencial presidenciable, aunque su foco ahora deba ser la gestión y hacer pie en la conducción de la provincia.

En este nuevo tiempo que asoma es Schiaretti quien podría funcionar como un nexo entre los gobernadores peronistas, los legisladores y los intendentes del interior. Oficiar de canal de comunicación para poder darle forma a un nuevo espacio político que se vaya gestando a lo largo del primer año de gobierno de Javier Milei y que se convierta en una alternativa para quienes entiendan que el kirchnerismo cumplió un ciclo como capitán del barco.

En el peronismo creen que el último domingo concluyó la etapa de liderazgo de CFK (EFE)

“Schiaretti no tiene la gestión encima y tiene tiempo. El peronismo cordobés te lava la cara en una reorganización del espacio. Sirve para modernizarse y sacarse de encima al kirchnerismo. Hoy hay espacio para hacerlo”, analizó un legislador del interior con largo recorrido en el peronismo. Y añadió: “Axel tiene que discutir hacia adentro y transformarse en el líder de lo nuevo”.

Esa idea de modernización tiene dos matices importantes. El primero es que en el proceso de reacomodamiento del espacio político podría surgir una alianza con un sector del radicalismo y del ala blanda del PRO, que después del acuerdo de Macri y Bullrich con Milei quedaron parados en el escenario sin un rumbo claro ni un liderazgo compacto.

El segundo es que Kicillof asuma la responsabilidad de fortalecer su incipiente liderazgo sobre una construcción nueva, que deje en el pasado, aunque sin borrarlo del historial, la conducción de Cristina Kirchner. Es decir, llevar adelante la composición de la “nueva canción” que él mismo pidió tocar durante un acto de campaña y que le valió la ofensiva de Máximo Kirchner y La Cámpora, que lo acusaron de desagradecido y querer desmarcarse del liderazgo de la Vicepresidenta. En definitiva, estaba anunciando la necesidad de un cambio que se extendió demasiado en el tiempo.

El peronismo no tiene un rumbo claro. Hace poco que tiempo que perdió y por ahora todo es incertidumbre. Es momento de barajar y dar de nuevo. Quienes viven en ese mundo todos los días aseguran que se cerró un ciclo y debe comenzar una nueva era. Dependerá de la voluntad, el ánimo y la convicción de la dirigencia política armar un espacio nuevo que vuelva a enamorar a las mayorías.