Sergio Massa había previsto la posibilidad de recurrir a alguna entrevista durante este lunes si es que la situación lo ameritaba, pero entrada la noche, en el búnker de campaña de UP, todavía sobrevolaba una sensación agradable por su performance en el debate, el último cara a cara antes del balotaje, que sirvió, según confiaron, para exponer a Javier Milei a una semana de las elecciones.
“(Sergio) Hizo todo lo que tenía que hacer”, se deleitaban anoche. Con ese objetivo cumplido -”Poner en evidencia al Milei que no está preparado para ser presidente”, buscaron instalar desde usinas massistas-, el ministro de Economía y sus estrategas dejaron, por el contrario, que sea el propio candidato de La Libertad Avanza el que acudiera a los medios para explicar el gusto a poco de su participación en el debate en la facultad de Derecho de la UBA.
Primero fue la “tos” -adrede, dijo- de los invitados massistas distribuidos en el Aula Magna la que, según explicó Milei bien temprano en Radio Mitre, lo desenfocó del eje del mensaje que quería transmitir en los minutos finales. Por la noche, en LN+, el economista resaltó sin embargo que, “aún así”, no habían logrado sacarlo “del eje”. “Ese fue uno de los objetivos que pude cumplir”, concluyó visiblemente molesto con los organizadores del evento, es decir, la Cámara Nacional Electoral que, según él, jugaron “a favor” de Massa.
Milei sabía que, más allá de cualquier preparación previa, llevaba las de perder frente al profesionalismo del ministro-candidato y el dominio de la puesta en escena -a diferencia de su contrincante, caminó por ejemplo por el escenario- que evidenció en el primer bloque del debate cuando obligó a su rival a responder “por si o por no” una serie de interrogantes que el diputado aceptó a regañadientes, y que le consumieron los seis minutos que tenía previstos para exponer sobre economía, en teoría, su punto más fuerte. Milei se puso a la defensiva, como el boxeador que se defiende agazapado contra las cuerdas, y no llegó a enrostrarle ni siquiera la seria crisis de precios que, a pesar del índice de octubre anunciado este lunes por el INDEC del 8,3%, algo menor que el de septiembre, acumuló 142,7% en un año, una cifra catastrófica.
“Solo a aquellos que van a escucharse a sí mismos les molesta la tos, a mí no”, lanzó Massa desde el Gran Buenos Aires, en su única actividad pública de este lunes. Una agenda premeditada.
Por algo Karina Milei, hermana del candidato y la integrante clave del equipo de campaña libertario, había insistido frente a los organizadores de la CNE para que los candidatos pudieran utilizar papeles “ayuda memoria”: conoce a la perfección las deficiencias de su hermano.
“Massa pegó fuerte, es cierto. Pero Javier no cayó al piso”, se defendían este lunes en las oficinas de La Libertad Avanza.
En el equipo de campaña de Massa todavía no conocían este lunes el verdadero impacto electoral del debate -recién este martes tendrían las primeras mediciones-, pero la reacción posterior del candidato libertario, y la opinión de los analistas del círculo rojo, hizo que el ministro de Economía se volcara de lleno a la campaña, se retirara por el momento de los medios y siguiera con la hoja de ruta planificada para este tramo final: el acto de este lunes en San Vicente vinculado a la agenda de seguridad, una visita a Río Negro para este martes y el cierre antes del inicio de la veda, otra vez sin liturgia peronista, una puesta en escena “de cercanía” similar al cierre de la primera vuelta.
Exprimir la inercia del debate hasta sacarle la última gota de jugo. Los especialistas de Pulsar.UBA, el observatorio de la universidad estatal especializado en el estudio de la opinión pública, detectaron por caso que cuando Massa incluyó referencias a la dolarización que Milei planea impulsar en caso de llegar a la Presidencia, cosecho apoyo de votantes de Juntos por el Cambio y del electorado indeciso.
El economista libertario atraviesa, en ese sentido, una mezcla de emociones en el sprint final de una campaña extensa que hace meses lo tiene al tope de la agenda pública, plagada de vaivenes y operaciones cruzadas, sin la experticia desplegada por Massa en todo este tiempo -como el ministro a cargo de la economía, fue capaz de sobrevolar una crisis que a otro dirigente lo hubiera barrido del escenario- y que, aun así, puede convertirlo en presidente.
Antes de que caiga la noche, en su hotel-búnker a metros de Retiro, Milei recibió a solas a Mauricio Macri después de que el ex presidente se lanzara oficialmente como candidato a vicepresidente de Boca, la otra campaña que lo desvela. Horas antes, el fundador del PRO y el economista habían hablado dos veces por teléfono sobre el desempeño del libertario durante el debate.
Cuando Patricia Bullrich perdió las elecciones, un mazazo para el escenario de balotaje proyectado por Macri, con la presidenta del PRO y el candidato de LLA en esa posición y Massa fuera de juego, el ex jefe de Estado, apurado por la ex ministra, ofreció su casa de Acassuso para llegar a una tregua y alcanzar un acuerdo electoral con Milei. Desde ese momento, el ex presidente definió que jugaría a fondo por él, por convicción ideológica y por supervivencia política, y en buena medida por su enemistad pública y privada con el ministro de Economía.
En paralelo, se movió con rapidez entre la oposición xeneize para aglutinar a todos los sectores posibles detrás de su candidatura y la de Andrés Ibarra, y en contra de Juan Román Riquelme, socio político y amigo personal de Massa. Una jugada audaz, la segunda en pocas semanas, que todavía sorprenden a parte del entorno macrista.
“Mauricio juega así, a fondo. Si pierde, sabe que lo van a querer linchar”, resumió anoche un dirigente que habla casi a diario con el ex presidente. “Linchar” fue el término que utilizó el propio Macri.
Por el momento, el acuerdo público -la letra chica aún no se conoce- se circunscribe a la fiscalización, un rubro clave que por ahora solo despertó una ola de temores en las filas de LLA y que originó pases de facturas entre los libertarios y los dirigentes del PRO enviados por Macri.
La decisión Milei de presentar menos boletas en la Justicia electoral -”Hemos detectado que entre las 8 y las 9.30 nos destruyen un padrón entero”, explicó el candidato-, ratificada por sus apoderados, solo generó mayor incertidumbre.
En ese contexto, en La Libertad Avanza ventilaron en las últimas horas que la fiscalización sigue en manos del partido, y no del PRO. Cerca de Bullrich deslizaron, por caso, que Macri quiso copar la parada: “Había que colaborar, no serrucharles el piso”, abundaron.
Los focos se posaron sobre Guillermo Ferraro, al frente de la fiscalización y eventual ministro de Infraestructura si Milei gana las elecciones. A este ex director de KPMG le adjudican, además, la decisión de la merma en la entrega de boletas. Pero no es el único dirigente libertario que habría expresado cierto malestar en estas semanas: también Guillermo Francos, mano derecha política del candidato presidencial. Veterano de la política, el futuro ministro del Interior en caso de que LLA triunfe en el balotaje, tituló este domingo en el extenso reportaje del diario Perfil: “Scioli hubiera sido mejor presidente que Macri por su capacidad de diálogo”.
Milei busca correrse de esas internas, y se prepara para desembarcar en Santa Fe antes de cerrar su campaña en Córdoba, una provincia de la que espera una avalancha de votos. Es el distrito que le dio a Macri el triunfo ante Daniel Scioli en la segunda vuelta del 2015.
Massa espera un aluvión similar de votos pero del Gran Buenos Aires, el territorio gerenciado por los intendentes que Néstor Kirchner bautizó alguna vez como los “mini-gobernadores”.
Por estas horas, en el campamento massista existe un creciente interés por el trabajo territorial de esos jefes comunales que ya revalidaron sus distritos. Massa fue intendente, y sabe bien lo que significa sacrificarse, o no, en una elección.
El conurbano bonaerense es, además, territorio de disputa entre La Cámpora, los intendentes del PJ y el gobernador Axel Kicillof que trabaja full time para la campaña de Massa y que tejió con el ministro una relación cercana. Massa también cosechó desde antes un vínculo muy cercano con Máximo Kirchner, jefe fundador camporista y líder del PJ provincial, cuyo nombre no es bien aceptado en La Plata.
Las derivaciones de la megacausa de espionaje cubrieron en estos días con un manto de desconfianza a la red de vinculaciones del kirchnerismo. Es un tema sobre el que Massa aún no se pronunció. Es más: en el Gran Buenos Aires aseguran que a algunos dirigentes con ganas de hacerse oír les mandó a pedir que no hicieran declaraciones hasta después del balotaje. También eludió comentarios sobre las derivaciones del escándalo en torno al puntero de las tarjetas de débito de la Legislatura Julio “Chocolate” Rigau.
La única estrategia consiste en exponer a Milei y evitar temas escabrosos. También “deskirchnerizarse”. Durante el debate, el ministro se refirió a Cristina Kirchner y a Macri -ambos por igual- como parte del pasado: “Ellos ya tuvieron su oportunidad, ahora es vos o yo”. Un rato después, Graciela Camaño, invitada por el ministro al Aula Magna de la facultad de Derecho, una dirigente que frecuenta a Massa desde bien joven y que conoce como pocas la audacia del funcionario, fue aún más allá: “Elíjanlo, y en una de esas les da la sorpresa y saca a los ñoquis de La Cámpora”.