La fractura en Juntos por el Cambio viene devorando títulos políticos. Asomó en el escenario de la derrota electoral, la noche del domingo, y estalló del todo con la operación de Mauricio Macri para cerrar trato con Javier Milei: quiebre -profundo- entre el ex presidente y la UCR, crisis aguda en el PRO y reacciones de los que tienen compromisos de gestión, empezando por la decena de gobernadores. Semejante agitación, ajena, dejó en segundo plano los movimientos del oficialismo, que los hubo. Sergio Massa ya dio algunas pistas del tejido que imagina en caso de derrotar al candidato libertario, ocupado a su vez en rearmar filas para la batalla final.
Está claro que será determinante el resultado del balotaje. Nadie espera que vaya a apaciguar aguas, sino más bien al revés. Para el ganador, arrancará la tarea de afirmar liderazgos. Eso corre para Massa, candidato del frente que viene de una pésima experiencia de poder invertido entre Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández. También, para Milei, que añade interrogantes sobre su relación futura con Macri y arrastra un armado propio a las apuradas, cruzado por sombras.
Por supuesto, más grave es la perspectiva a futuro en la derrota. Y por eso mismo, lo más ruidoso viene ya de JxC, que quedó fuera de juego en la primera vuelta. Está por cumplirse apenas una semana del comicio y la crisis escaló con enorme velocidad, señal a la vez del grado de conflicto contenido. Una alianza electoral, que esta vez no superó la caída, fuerte en todo sentido -no sólo porcentual, de apenas 23,8 %-, a diferencia de lo ocurrido en 2019, cuando superó los 40 puntos y tuvo margen para apostar al regreso al poder.
El problema, ahora, fue que resultó tercera fuerza después de imaginar un éxito ineludible. Quedó detrás de un competidor por el espacio opositor, alimentado también desde las filas peronistas para dividir la oferta. Internas propias sin límites y juego externo resultaron una ácida combinación. Resultado: el triunfo de Massa, con alto impacto, pero por debajo de los mejores resultados del peronismo. Esa estructura peronista y su intensidad de campaña alcanzaron para lograr el pasaje al balotaje, en medio de la grave crisis económica y social.
La jugada de Macri mezcla razones personales y políticas. Está claro en la relación sin retorno con Massa. Y agrega la apuesta a consagrar un espacio más sesgado ideológicamente y sin los tironeos de socios que no aprecia o le resultan un molesto contrapeso. En primer lugar, el radicalismo, que venía creciendo territorialmente, y desde hace un tiempo, también Elisa Carrió. Las reacciones internas en contra tuvieron la misma intensidad que el mensaje abierto de la alianza con Milei.
Puesto así, el resultado del 19 de noviembre será determinante para este espacio, ya quebrado. Terminará de definir la suerte de la jugada de Macri y Patricia Bullrich. Es decir: la profundidad real de su sociedad con Milei en caso de triunfo, con enorme desafío para la gestión, o la disputa por el liderazgo del espacio opositor, en caso de presidencia para Massa.
Esa batalla para el día después de la segunda vuelta ya comenzó. Importan los pronunciamientos y, tal vez sobre todo, el lugar de quienes tendrán responsabilidad de gestión en provincias y en municipios. Casi a la par, pero de manera más desordenada, corre el reacomodamiento en los bloques de diputados y senadores. Pero, lo dicho: los gobernadores constituyen el nuevo factor de poder interno y, a la vez, deberán lidiar con el próximo gobierno central, que no será propio, más allá de las relaciones de algunos con el círculo de Massa y de otros con el renovado entorno de Milei.
El radicalismo contuvo posiciones con dos giros. Uno, más discursivo, que es el cuestionamiento a los dos candidatos del balotaje. Y otro, más profundo y más allá de guiños, que es la necesidad de sostenerse como principal espacio opositor, clave elemental para negociar o disputar con el nuevo presidente. El documento que expresó esa posición no se destacó por la profundidad, pero fue suficiente para marcar el rechazo a la movida de Macri. Otros, como la CC, ya se habían pronunciado, en línea con Elisa Carrió, su voz más potente. Miguel Angel Picheto también sumó en esa dirección.
Pero quizá la declaración más elaborada estuvo a cargo del conjunto de gobernadores electos o en funciones. Son diez, entre radicales y del PRO. Rescataron la necesidad de mantener “identidad propia”, en sentido conceptual si se quiere y con la mirada puesta en el camino que viene. La idea, al menos por ahora, es sostenerse como un polo de poder, en dos sentidos: en el interior de JxC o para la reconfiguración que se produzca, y -en consecuencia- para la relación con el Presidente que asuma el 10 de diciembre.
Massa analiza el cuadro y busca actuar ya en esa tela. Dijo, por si hacía falta, que si gana buscará armar un gobierno de unidad nacional con dirigentes elegidos por él mismo y sin considerar acuerdos con partidos o coaliciones. Apunta a añadir nombres que amplíen el perfil de su equipo en caso de asegurarse el Ejecutivo y fisurar más los espacios de oposición.
Es un juego incompleto o con algunas contradicciones, porque a su vez necesitaría un sustento legislativo que no tiene personalmente en el Senado y tampoco como bloque en Diputados. Necesitaría acuerdos con otros espacios. Primero, por supuesto, está el rearmado doméstico en UxP.
Antes de la elección y en la celebración de los resultados, Massa desplegó una escenografía que lo expuso casi en solitario, o al menos por encima del resto de los socios internos. Y apenas logrado el triunfo en primera vuelta, dio otro paso en línea con construir poder con apoyo del peronismo tradicional, en primer lugar los gobernadores. Por supuesto, es un reconocimiento al peso demostrado por los aparatos en la elección del domingo pasado y también un pedido para el turno del 19 de noviembre.
No es lo único, está claro. El implícito es la relación con CFK y el kirchnerismo duro, cruzado a la vez por sus propias fisuras. En conjunto, retuvieron con Axel Kicillof la gobernación del principal distrito electoral, y conservan espacios por ahora muy disciplinados en los bloques de senadores y diputados.
Son algunos de los trazos, sugerentes, en el paño del oficialismo. Una historia abierta, relegada en estos días al segundo plano mediático por el trato entre Macri y Milei, y la crisis que provocó al instante en JxC. Un anticipo de la reconfiguración política que será más amplia y visible a partir de la noche del balotaje.