En los hechos fue un portazo tan fuerte que provocó casi un derrumbe. El apresurado pacto de Acassuso entre Mauricio Macri y Javier Milei provocó un escándalo político y una convulsión política en el campo opositor que podría tener el efecto contrario al buscado: impedir el triunfo de Sergio Massa en la segunda vuelta.
Desde la noche misma del domingo y hasta la reunión furtiva y secreta en la casa del ex presidente, todo presagiaba que se iba a dar lo inevitable: que Macri y Patricia Bullrich terminaría apoyando a Milei para el balotaje del 19 de noviembre. Lo que no estaba en las previsiones es que el apuro por confirmarlo empujaría a la coalición a la ruptura. Todo terminó en un escándalo político de proporciones.
¿Fue deliberado o un error de cálculo? ¿Macri no imaginaba que ese movimiento desataría una rebelión interna? ¿O quiso precipitar lo que ya era una separación de hecho del radicalismo y de la Coalición Cïvica de Elisa Carrió, a quienes siempre culpó por los desaciertos de su gobierno? ¿Pudo más su proverbial inquina contra Massa o estimó que debía acelerar el respaldo a Milei para enviar a una señal inequívoca a sus votantes?
La UCR en bloque, los gobernadores -en ejercicio y electos-, el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, Elisa Carrió de la Coalición Cívica y hasta su primo, Jorge Macri, tomaron distancia del apresurado pacto sellado en la residencia de Acassuso. Ante la opción de votar a favor de Milei, de Massa, en blanco o ser neutrales, el ex presidente jugó a fondo y apoyó al libertario.
A la mañana, y después de una tensión reunión con los caciques del PRO, la fórmula fallida de Bullrich y Luis Petri -que quedó tercera en las elecciones, con 24% y a 13 puntos del ganador- anunció el apoyo a Milei y provocó un terremoto en la coalición electoral que el mismo ex presidente supo construir en 2015 para vencer al peronismo y conquistar, en simultáneo, el gobierno nacional y el bonaerense.
Si Milei planteó en el discurso del domingo a la noche, después de la derrota, que venía a ponerle “la tapa al ataúd del kirchnerismo”, en los hechos lo hizo con Juntos por el Cambio.
“Nos encontramos ante el dilema de cambio o de continuidad mafiosa. La mayoría eligió un cambio, nosotros lo representamos y no podemos ser neutrales. No negociamos el cambio que la Argentina necesita”, argumentó Bullrich cuando anunció el pacto en conferencia de prensa. “Hoy creemos que hay que unir fuerzas para un objetivo superior. Como dijo San Martín, ‘cuando la Patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla’, dijo la ex candidata.
Pero lo que más irritó a la dirigencia opositora fue una frase que, lejos de surgir de la improvisación fue parte de la declaración formal: “No venimos en representación de nuestros partidos sino en la representación de haber tenido el apoyo hacia nuestra fórmula de 6,2 millones de argentinos que nos acompañaron”.
El factor gobernadores
En el rechazo general a la movida de Macri, los que llevaron la voz cantante fueron los mandatarios electos, sobre todo los radicales, pero no sólo ellos. Ni Larreta, ni Rogelio Frigerio (Entre Ríos), ni Leandro Zdero (Chaco), Marcelo Orrego (San Juan) ni Claudio Poggi (San Luis) avalaron el acuerdo. Hasta Jorge Macri tuvo que tomar distancia, consciente del riesgo que enfrenta si Juntos por el Cambio se rompe también en la ciudad.
Los radicales venían con Mauricio Macri en falsa escuadra desde que fue derrotado en 2019 en las elecciones que le ganó Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Ese recelo larvado, se reavivó hace pocas semanas, cuando se votó la rebaja del Impuesto a las Ganancias y el ex presidente habló de que el populismo era “contagioso”.
En simultáneo, Javier Milei castigó durante toda la campaña con especial saña a la UCR y, de hecho, en el acto de cierre los destrató, con un cantito contra la socialdemocracia.
En sentido inverso, Sergio Massa venía tirando centros. El último fue la noche de la victoria, cuando elogió a Raúl Alfonsín y convocó a los votantes radicales a tomar distancia de Milei. Fue el final de un operativo seducción que tuvo un capítulo clave cuando el 24 de setiembre compartió con el jujeño Gerardo Morales y el correntino Gustavo Valdés un acto público. “Voy a llamar a un gobierno de unidad nacional. Si el 10 de diciembre me toca presidir la Argentina, que nadie se asombre de que haya gente de otras fuerzas políticas integrando nuestro gobierno”, manifestó ese día.
En concreto, los 10 gobernadores decidieron declararse prescindentes. Sotto voce admiten que confían más en los compromisos y acuerdos con Massa que en la capacidad de Milei para rectificar la mayoría de las ideas que lo pusieron en el balotaje. ¿Cumplirá con la coparticipación que tanto detesta? ¿No iba a eliminar la obra pública?
“Nuestro deber en este momento no es determinar quién será el próximo presidente, sino reafirmar los valores fundacionales de Juntos por el Cambio, constituyéndonos como la principal oposición en el Congreso con la mayor presencia territorial en el país, dedicada a proteger las instituciones y supervisar al gobierno que resulte electo el próximo 19 de noviembre, acompañando lo que contribuya a potenciar la agenda del trabajo, la producción y la República y limitando todo intento de populismo que siga profundizando la grave crisis socio económica en la que nos encontramos”. Una frase larga de un comunicado mucho más largo que firmaron los gobernadores.
La reacción que tuvo Larreta se inscribe en esta lógica de gobernadores, pero también en la transición a un nuevo liderazgo dentro del PRO. La duda es si estará dispuesto a ir a fondo contra Macri. Pareció mostrar vocación: “Hay que trabajar para mantener a Juntos por el Cambio. Sé que se habló de rupturas, de peleas, eso no suma nada. Voy a pelear siempre para sostener la coalición”.
Dos perdones
La revelación de Patricia Bullrich de que ambos se perdonaron por los agravios pasados buscó confirmar que en lo esencial y lo accesorio, lo primero puede ser segundo y lo segundo primero.
“Tuve un encuentro con Javier Milei, tuvimos una charla respecto a lo que habían sido estas declaraciones. Y en un ámbito privado nos perdonamos mutuamente. Hoy la Patria necesita que seamos capaces de perdonarnos. Está en juego algo muy importante para el futuro”, aseguró Bullrich en una conferencia de prensa que compartió con quien fuera su compañero de fórmula en las elecciones generales, Luis Petri.
Y agregó: “Fue en el ámbito privado en una charla entre los dos, está bien que la guardemos en nuestra intimidad, pero fue un perdón que me parece que vale”.
Es que Milei públicamente la castigó con dureza en público y en privado y la acusó de estar detrás de operaciones en su contra y de buscar perjudicarlo. La relación entre ellos se rompió el día del homenaje a las víctimas de la AMIA. Acusó a su esposo de haber estado detrás de una “operación” para decir que había tenido que irse abucheado.
De ese momento, las descalificaciones fueron in crescendo, al punto en que la acusó por su pasado militante en los 70. “Ella era una montonera tirabombas, ha puesto bombas en jardines de infantes, era parte de una organización terrorista, un día dice una cosa y otro día otra”, dijo Milei y la ex candidata decidió presentarle una denuncia penal.
Ese intercambio llegó a su punto más alto el día del debate presidencial, en Santiago del Estero. “Tenés a todos los chorros de Massa en las listas, lo tenés a Barrionuevo adentro, ¿creés que vas a cambiar algo con tantos chorros adentro de tus listas?”, le dijo Bullrich y Milei le respondió: “Vos también tenés un montón de gente en tus listas que viene de otro lado. Mientras que vos sí podés lavar tu pasado de Montonera asesina, nosotros que solo gritamos y decimos cosas, ¿no podemos cambiar, no podemos tomar otra gente?”
De todo eso, según dijo Bullrich, quedó nada.
Tres reuniones
El actual estado de cosas no puede entenderse sin tres reuniones. La de anoche entre Macri, Patricia Bullrich, Milei, su hermana Karina, entre otros. La del radicalismo y la de los gobernadores de Juntos por el Cambio.
Como reveló con detalle la crónica de Ricardo Carpena, el ex presidente actuó como el verdadero dueño de la escena. La charla no sólo abordó el apoyo para vencer a Unión por la Patria, sino un posible “un cogobierno con gabinete, políticas y medidas consensuadas en caso de que el postulante de La Libertad Avanza le gane el balotaje a Sergio Massa”.
Esta reunión fue la que precipitó todo el resto. Es que el lunes a la noche se había confirmado que durante la mañana iba a reunirse el PRO para tomar una decisión de mayoría. Macri quería apurar la definición para fortalecer las chances de Milei. Ese encuentro se frustró por la resistencia que expresaron de Rodríguez Larreta a María Eugenia Vidal y varios gobernadores, incluso de su partido, que le pedían tiempo.
Por ese desacuerdo, la reunión se reprogramó. El propio jefe de Gobierno contó en privado y en público que a ninguno le avisó que se iba a dar la reunión de Acassuso. Muchos se enteraron por Infobae.
Tras ese encuentro se produjeron las tres reuniones que pusieron a Juntos por el Cambio entre una ruptura irreversible y la reconfiguración, sin Macri y su grupo. Los radicales, los gobernadores, con distinta vehemencia tomaron distancia de la decisión inconsulta tomada por Macri y Bullrich.
Una íntima obsesión
Sergio Massa cuenta en privado que las descalificaciones en su contra las echó a rodar Marcos Peña después de una discusión que tuvo con Macri por el blanqueo de capitales de los familiares de los políticos. Es un tema viejo pero que no pierde actualidad. El ministro de Economía no le perdona esa etiqueta y el ex presidente cada vez que puede lo critica con más virulencia que a la propia Cristina Kirchner.
Entre ellos hay algo personal.
La noche del domingo había solo una persona que se mostró más apesadumbrada que la gran derrotada, Patricia Bullrich. Mauricio Macri subió con ella al escenario, la abrazó y se mostró contenedor con quien había tenido más de un cruce por los constantes elogios a Milei. Durante toda la campaña ella sintió que el ex presidente jugaba a dos puntas.
Desde mediados de año Macri venía diciendo que Milei iba estar en el balotaje y que la competencia sería con Juntos por el Cambio. Acertó pero a medias.
Lo cierto es que en Juntos por el Cambio algunos interpretaron el apuro en una reacción más emocional que política. “Está dispuesto a todo para que Massa no llegue. Es personal, no es político”, argumentó la noche del miércoles uno de los dirigentes que más lo conocen y con quien hace mucho que no habla.
Ante el desbande de la oposición, Massa bajó una orden: Que nadie opine, ni se meta en la interna de Juntos por el Cambio. En cambio, se mostró con Axel Kicillof, con intendentes y mañana lo hará con gobernadores peronistas. “Tenemos que ser la contracara. Mostrar gestión y evitar las peleas”, confió uno de los colaboradores del ministro.
El impacto en CABA
Pero la interna descarnada que disparó Macri con el pacto de Acassuso tiene un efecto expansivo menos visible y riesgoso. La ciudad de Buenos Aires es el core del mundo PRO y donde podrían llegar las consecuencias de la tensión política de estas últimas 72 horas. Se trata de un daño colateral que tal vez no haya sido contemplado por Macri cuando apuró las negociaciones.
Es que su primo, Jorge Macri, flamante jefe de gobierno porteño electo -porque el candidato Leandro Santoro decidió retirarse de la segunda vuelta- podría enfrentar una Legislatura adversa y sin incentivos para cooperar en el inicio de su gestión, a partir del 10 de diciembre, que se asoma como conflictiva.
Hasta esta mañana, cuando Juntos por el Cambio todavía estaba unido con alfileres, el oficialismo estaba peleando la mayoría propia, entre 30 y 31 de las 60 bancas del parlamento porteño. El senador Martín Lousteau, que perdió la interna de la ciudad y mantuvo tanto en la campaña nacional como en la porteña un perfil ultra bajo, hoy contó que fue convocado al búnker el domingo cuando vieron peligrar la victoria en primera vuelta. Lo confesó como un destrato.
Si la UCR porteña, el larretismo y la Coalición Cívica rompieran con Jorge Macri, ni siquiera con el apoyo en bloque de La Libertad Avanza en bloque podría compensarlo. El riesgo de esa debilidad no sólo se traduce en la construcción de mayorías para formar las autoridades, las comisiones y sancionar cualquier norma.
Rápido, Jorge Macri salió cuando los pedazos de Juntos por el Cambio del ámbito nacional estaban por el piso, salió a pedir “bajar dos cambios” y se diferenció del ex presidente. “Hay que bajar dos cambios. De golpe aceleramos un montón”, dijo en diálogo con Eduardo Feinmann. “Tengo que absorber una realidad. Tengo que prepararme para gobernar una ciudad de Buenos Aires que suele ser el epicentro de los conflictos con gobiernos que no son los míos. Ni uno, con Milei, ni el otro, con Massa. Mi gobierno era de Patricia Bullrich”.
“Soy alguien del PRO en Juntos por el Cambio, pero hoy ya soy jefe de gobierno de la ciudad. En algún momento me manifestaré respecto a quién voy a votar. Probablemente lo diga sobre el final, no hoy. No digo a quien voto porque estoy comprometiendo a mi fuerza”, aclaró Jorge Macri. Efecto contención de daños.