Massa y Milei juegan sus primeras fichas para el balotaje, frente al desafío real de la fragmentación política

El poder territorial asoma dividido: sin hegemonía del PJ y con mayor número de gobernaciones en manos opositoras. Diputados agudiza el cuadro de minorías. Y la fuerte crisis de JxC va en la misma línea. En ese terreno, buscan sumar apoyos los dos candidatos para la segunda vuelta

Sergio Massa, ministro y candidato. Centraliza la campaña y la gestión

Sergio Massa y Javier Milei acaban de mover sus primeras fichas para el balotaje. El sistema de segunda vuelta tiende por naturaleza a una disputa dura que, finalmente, debería darle mayor sustento al nuevo presidente. Sin embargo, los niveles de interés colectivo de la sociedad no están garantizados automáticamente. Y para completar, el final de campaña se produce en un mapa político ya dibujado por la elección de legisladores y la muy larga sucesión de comicios para consagrar gobernadores, que también concluyó el domingo pasado. ¿El resultado? Un cuadro de profunda fragmentación, el mayor desafío para el tiempo que está por venir.

Por ahora, el mayor interés del candidato oficialista, ganador de la primera vuelta con el 36,7%, y del libertario, segundo con casi el 30%, está puesto en la crisis de Junto por el Cambio. De manera lineal, Massa apunta a atraer una parte de la UCR y Milei busca asegurarse el soporte del “ala dura” del PRO. Se apoyan en la suposición tradicional, bastante rota, de liderazgos partidarios que tendrían reflejo de arrastre en los votantes. No parece el caso. Las derrotas agudizan un problema bastante generalizado en la política nacional desde hace años: la declinación de los partidos -aun con supervivencia de los aparatos- y las limitaciones de sus dirigentes.

La cuestión toma mayor dimensión, precisamente, en espejo con los referidos porcentajes logrados por los dos candidatos en carrera para la segunda vuelta. Massa y Milei salen a pelear adhesiones en un tercio del electorado. Es una franja enorme. Apuntan, cada uno a su manera, a un conjunto heterogéneo integrado por las diversas expresiones de JxC, el peronismo más clásico y no alineado nacionalmente de Juan Schiaretti, y la izquierda.

En rigor, por ahora, les hablan más a las estructuras que al público. Schiaretti, por varias razones, incluida la suerte del espacio que aspira a conservar, prefirió no pronunciarse por uno u otro. Después se verá, sobre todo si se impone Massa. Por lo pronto, dejó trascender su posición a través de sus voceros: sólo la gente es dueña de su voto, dijeron. La izquierda carga con la lógica de marcar línea en cada tema, local y mundial. Y su caudal es más pequeño. Es claro el rechazo a Milei y difícil en su visión, y la de sus seguidores, excluir de la derecha a la oferta oficialista.

El desenlace más esperado es el de JxC, por su crisis y por el 23,8% del domingo, algo más de 6 millones de votos. La convulsión doméstica es un dato central no sólo en términos electorales sino además por los intentos de cooptación que se agudizarían después del balotaje si hay fractura. Eso es lo que se discute en la conducción de los dos principales socios del espacio, con el agregado de un nuevo actor.

Las fisuras no se agotan en la disputa entre el PRO y la UCR. Por el contrario, se proyecta al interior de cada sector. El golpe de la derrota sacude a todos los dirigentes, más allá de los pases de factura que hablarían de escaso análisis sobre responsabilidades propias. La sucesión de encuentros anota cumbres de radicales y macristas -por separado, claro- y una primera cita de los gobernadores electos y funciones. Suman diez: cinco radicales (Santa Fe, Mendoza, Corrientes, Chaco y Jujuy) y cinco del PRO puros o allegados (CABA, Entre Ríos, Chubut, San Luis y San Juan). Un número a contramano del resultado nacional.

Ese conjunto de jefes provinciales tiene al menos un punto, fuerte, en común: deberán gobernar con un presidente de otro signo político. Y el dilema, en resumidas cuentas, es cuál sería la mejor posición frente al próximo poder central. Es posible, entienden algunos, que la mejor fórmula sea mantenerse juntos y sin orbitar alrededor de algún posible presidente.

Javier Milei, en campaña. Juega fuerte a sumar el ala dura del macrismo

Mientras corre esa historia, Massa y Milei empiezan a mostrar su juego.. El discurso y algunos movimientos son evidentes. El ministro y candidato insiste con su idea de “gobierno de unidad nacional” y también de moderación, con gestos hacia el votante radical. Y el libertario busca mostrarse como eje de una ahora más amplia convocatoria contra el kirchnerismo, con reducción del concepto “casta” para atraer al macrismo duro. Son horas tensas y de contactos cruzados en todos los frentes.

Pero hay además un par de datos concretos de interés.

El primero: Massa acaba de exponer una primera jugada para romper chances de un entendimiento de LLA y un sector del PRO en terreno porteño. El tema no estaba avanzado tanto como se sugiere, pero Massa se movió rápido para evitar el balotaje en la Ciudad. Y logró que Leandro Santoro abandonara la pelea, con promesa incluida para integrar el equipo de gestión si gana la presidencia. Los números lo ayudaban: en el escrutinio provisorio, Jorge Macri quedó a décimas del 50% más un voto para ganar en primera vuelta.

Massa buscó así evitar que el comicio porteño alimentara las chances de una combinación de voto macrista y libertario que le jugara en contra a nivel nacional.

El segundo y más delicado: la movida en torno de la posibilidad de abandono de Milei, con origen poco claro o al menos, no único.

El candidato libertario abordó el tema para mostrar que no se siente debilitado por el resultado de la primera vuelta, después de correr en condición de favorito como efecto de las PASO, de innumerables sondeos y del clima mediático. Y negó terminante esa alternativa, se definió como “gladiador” y, más allá de cuál haya sido su motor personal, hizo un aporte que lo trasciende. Dejar abierta esa puerta del abandono -con eco de Menem versión 2003- sólo podría generar un efecto negativo, en sentido contrario al objetivo del sistema de doble vuelta para fortalecer la figura presidencial.

El cuadro, está dicho, es complejo. Por ahora, sólo se exhiben disputa y operaciones en el tablero de la política. Y, como ni siquiera el mecanismo de balotaje asegura por sí solo atracción en la sociedad, se supone que los candidatos desplegarán campañas fuertes, con la expectativa de generar buena o razonable participación electoral y evitar mayor número de voto en blanco.

Lo que ya asoma es un verdadero reto: crisis económica y fragmentación política. En ese último plano, sobresalen dos datos. La nueva composición de Diputados va a profundizar el cuadro de esta etapa: nadie tiene bancada propia para sesionar sin acuerdos. Y el poder territorial expone una novedad, sin la hegemonía tradicional del PJ: diez provincias estarán gobernadas por la UCR y el PRO -se verá si siguen juntos-, nueve por el peronismo y cinco por expresiones locales.

Por supuesto, nada es estático. Sin dudas, el ganador del balotaje deberá operar sobre esa realidad. Los movimientos de estos días son apenas un adelanto.

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