La cantidad de votantes creció desde los comicios del 13 de agosto hasta el 77,65% del padrón. Aún así, las elecciones presidenciales de 2023 serán recordadas por haber sido una de las de mayor ausentismo desde el regreso de la democracia. La participación electoral en estos comicios generales creció poco más de siete puntos desde las Primarias de agosto. En las PASO había votado el 70,4% del padrón en las PASO, la participación más baja desde 1983.
La irrupción del fenómeno Milei instaló, desde agosto en adelante, la discusión sobre las elecciones en la conversación pública, pero ni siquiera eso alcanzó para motivar el voto. El alto rating que tuvieron los debates presidenciales parecía indicar un mayor interés general por la elección presidencial, pero el desinterés hacia la política se hizo notar en un contexto de crisis económica y de desesperanza generalizada.
El crecimiento de los votos este domingo en comparación con las PASO es una tendencia habitual a lo largo de la última década. Las elecciones generales suelen ser más atractivas para el electorado que las PASO, en especial cuando son comicios presidenciales.
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La diferencia entre estas dos etapas electorales en 2015 había superado los 6 puntos porcentuales y 4 puntos en 2019. La elección que consagró a Mauricio Macri presidente, marcó el techo de participación de la última década, con el 81% del electorado. Hace cuatro años, Alberto Fernández fue electo presidente con el 80,4% de participación electoral.
La apatía electoral es un fenómeno que ya se había manifestado en prácticamente todas las elecciones provinciales y se replicó a nivel nacional en las PASO, que también había registrado mínimos históricos, con excepción de los comicios de 2021, que se habían organizado cuando todavía había restricciones por el COVID-19.
El analista Lucas Romero define la apatía electoral como una “desafección” de la ciudadanía con la política. “Es evidente que se rompió el vínculo de responsabilidad del ciudadano con el sistema político. Hay un pacto transaccional en la democracia: uno asume la responsabilidad de elegir para que, luego, eso sea beneficioso. Pero si tengo que ir a votar y permanentemente los tipos que elijo me hacen la vida cada vez más difícil, entonces, ¿para qué voy a ir a votar? El descenso de la participación electoral y el voto en blanco son dos expresiones de esta misma problemática”.
El consultor comenta que, en sus habituales encuestas sobre la situación del país, el sentimiento más repetido entre los entrevistados es la tristeza. “La apatía es el componente de esta crisis que estamos viviendo, que es como un 2001, pero en cámara lenta. Hubo alternancia en el gobierno pero no se resuelven los problemas. Cuando te pasa algo malo muy lento es como que no reaccionas. No es reactivo, no hay bronca, sino resignación y tristeza. Deberíamos sorprendernos de que la gente no responda con más ausentismo del que estamos viendo”.
En la misma línea, Mariel Fornoni, directora de Management & Fit, asegura que se percibe una sensación de “hartazgo” con los dirigentes. “El principal factor de la baja participación electoral es el hartazgo, el enojo de la gente con los políticos. Las expectativas de la gente con la elección es muy baja. Si ningún candidato te moviliza, si no hay nada nuevo, probablemente no vayan a votar”. Y enumeró otros factores que desincentivan al electorado, como la intensidad que tuvo este año el calendario electoral, que incluyó comicios desdoblados en la mayoría de las provincias, y también la falta de sanciones a quienes deciden no ir a votar.
Participación electoral en democracia
El Observatorio de Política Electoral del Ministerio del Interior detalla que, desde el retorno de la democracia, la participación electoral siempre estuvo por encima del 70%, con la única excepción en las elecciones legislativas de 2021, que se hizo en medio de la pandemia por el Covid. En ese momento, la participación fue del 68% del padrón, la elección con más baja participación de las últimas décadas.
Los comicios presidenciales de 2007 fueron el registro histórico con menor participación electoral desde el regreso de la democracia: sólo votó el 76,2% del padrón. Era una elección que ya se sabía definida desde las PASO, cuando Cristina Kirchner arrasó y finalmente se impuso en primera vuelta con más de 20 puntos de diferencia sobre Elisa Carrió. Otros comicios con participación históricamente baja ocurrió en 2003: tras la gran crisis económica, la participación electoral fue del 78,2%.
Según el relevamiento de datos históricos, las cifras más altas de participación se registraron en las elecciones de los años 1983 y 1989 superando más del 85% en los dos procesos electorales inmediatamente posteriores a la recuperación democrática. En las elecciones siguientes de la década de 1990 los porcentajes bajaron, pero no de manera considerable, ya que la participación se mantuvo en un 82%.
Tras la crisis económica, política y social desatada a principios de siglo, el porcentaje de la ciudadanía que ejerció su derecho al voto se mantuvo por debajo del 80% hasta el año 2015. En las elecciones presidenciales del año 2019, la participación en las PASO estuvo en un 76.40%, pero en las generales el porcentaje superó el 80 por ciento. Esta tendencia que mantiene a las PASO con una menor participación se repite desde que se implementaron las internas abiertas obligatorias, en 2011. En las últimas elecciones de 2021, la participación fue de un 68% en las PASO, mientras que en los comicios generales el porcentaje se elevó a un 71%.
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