El domingo, cuando se conozca el resultado de las elecciones y empiece a develarse el futuro de la Argentina, también comenzarán a despedirse formalmente de la gestión el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner, dos de los principales socios de la fallida coalición de gobierno ideada en el 2019 para volver a la Casa Rosada.
Fernández y Kirchner estuvieron distanciados durante años, se reencontraron antes del 2019 y la ex presidenta ideó un plan para concretar el retorno del peronismo al poder que incluyó la inesperada candidatura del ex jefe de Gabinete, con la que sorprendió por las redes una mañana de mayo de ese año, y un gobierno de coalición, una experiencia novedosa para el PJ y un fracaso como resultado final, a menos de dos meses de concluir el mandato.
Con Sergio Massa como protagonista central de la campaña, Cristina Kirchner apenas tuvo algunas apariciones esporádicas -la mayoría de ellas sin la atención de otros tiempos-, se recluyó durante todos estos meses en su despacho del Senado y preveía esperar este fin de semana el resultado de las elecciones en el sur del país. Fernández, por su parte, finalizaba por estas horas su viaje por China, la última gira como presidente, antes de regresar al país para seguir desde Olivos, casi en soledad, la performance electoral de Unión por la Patria.
Según los dirigentes que dialogaron con el mandatario en estos meses, después de renunciar a su pretensión ficticia de reelección, se sacó “un peso de encima”. Dicen que está tranquilo -el control de la gestión quedó en manos de Massa-, y mucho más relajado que durante el resto de su administración, un proceso traumático en el que se enfrentó al kirchnerismo y que el jefe de Estado no supo liderar: “Alberto no pudo enfrentar a Cristina, tercerizó esa relación”, resumió un colaborador que estuvo al lado del mandatario todos estos años.
Según reconstruyó Infobae, hubo al menos 6 hitos que marcaron al gobierno de Fernández y de Kirchner, y que contribuyeron a quebrar ese vínculo y a partir a la coalición hasta dejarla a la deriva:
1. Recorte de la coparticipación a la ciudad de Buenos Aires
A principios de septiembre del 2020, todavía en medio de la pandemia sanitaria, el presidente anunció en una sorpresiva conferencia de prensa en Olivos que le quitaba a la ciudad de Buenos Aires los recursos coparticipables que Mauricio Macri le había cedido a la administración porteña meses después de asumir, en el 2016, por el traspaso de la Policía Federal.
Fernández sucumbió a la presión K de la coalición cuando todavía ostentaba altos números de aprobación por el manejo de la crisis por el COVID-19 y después de haber tejido una alianza transitoria con Horacio Rodríguez Larreta y con Axel Kicillof por la administración de la pandemia, una puesta en escena que se repetía todos los meses en Olivos y que despertó el recelo del sector más combativo de la coalición.
Hasta ese momento, el presidente aún amagaba con independizarse en términos políticos. Lo confesaba en reuniones con dirigentes propios y de la oposición: “Hay que correr a los extremos”, decía. El recorte de la coparticipación a la Ciudad, una maniobra que terminó judicializada y con una sentencia en contra en la Corte Suprema, lo obligó a replegarse en el seno del kirchnerismo, y aglutinó a todo Juntos por el Cambio en la vereda opuesta.
2. “Funcionarios que no funcionan”
El 26 de octubre del 2020, un día antes del aniversario de la muerte de Néstor Kirchner, la Vicepresidenta publicó su primera carta pública, una de las más duras por su impacto interno, en la que acuñó un término que repetiría a fin de año en el acto de cierre en La Plata y que cayó como un baldazo de agua helada en la cabeza del Presidente: “Funcionarios que no funcionan”.
“El que decide es el Presidente, es el que saca, pone o mantiene funcionarios”, escribió Cristina Kirchner en un extenso texto en el que se refirió a la crisis económica y a la suba del dólar que empezaba a ocupar un lugar central en la agenda pública -habló de una “extorsión devaluatoria” y de la “economía bimonetaria”.
Para la relación entre ambos, la carta fue premonitoria: la ex jefa de Estado ya había empezado a mostrar su impaciencia puertas adentro por la decisión presidencial de marginarla de las decisiones de gobierno, y por eso decidió hacer público su fastidio, a sabiendas de peso que acarreaba semejante afrenta para el mandatario. Sin embargo, sería la primera, pero no la última ni la más costosa. La coalición empezaba a partirse en dos.
3. La fiesta de Olivos
En el entorno presidencial reconocen que fue el episodio bisagra en la relación de Fernández con la sociedad, y en el seno de la coalición están convencidos de que también marcó un antes y un después en la pareja gobernante por el estilo de conducción del mandatario y la manera de ejercer el poder, en las antípodas de Cristina Kirchner, que guardó durante sus dos mandatos con total hermetismo su vida privada.
Antes de las elecciones legislativas del 2021 se publicaron imágenes de la reunión social que Fernández encabezó en Olivos junto a la primera dama y un grupo de colaboradores y amigos por el festejo de cumpleaños de Fabiola Yáñez en pleno aislamiento obligatorio, una celebración que tumbó la popularidad del Presidente y dejó por el piso la credibilidad del Gobierno, que venía de otro escándalo como la revelación del “vacunatorio VIP”.
Fernández no logró reponerse nunca de ese traspié. Y el kirchnerismo aprovechó para culparlo puertas adentro -y no tanto- por la derrota electoral de los meses siguientes, una debacle legislativa que marcó un quiebre en el seno de la alianza de gobierno.
4. La derrota electoral de medio término y las renuncias masivas
76 horas después del mazazo electoral de las primarias del 2021, Cristina Kirchner le propinó al Presidente un golpe de palacio a través de una ola de renuncias de los funcionarios referenciados en su figura inaugurada por el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, una jugada que le planteó a Fernández y a su entorno su mayor dilema político desde que asumió la Presidencia: la oportunidad, como impulsaban varios de sus colaboradores, de independizarse del kirchnerismo y abrir una nueva e incierta etapa de gobierno.
Tras una ronda de consultas, y una negociación interna que incluyó discusiones en la Casa Rosada y en el quincho de Juan Manuel Olmos cercano a Balcarce 50, el Presidente tomó, según sus propios colaboradores, la peor de las decisiones: “No solo no echó a esos funcionarios que le renunciaron, si no que se desprendió de los propios”, explicó a este medio uno de ellos.
El jefe de Estado sacrificó a Santiago Cafiero en la Jefatura de Gabinete -lo corrió a Cancillería- y negoció la entrada de Juan Manzur, y un par de días después tuvo que desprenderse de Juan Pablo Biondi, su vocero de extrema confianza, tras una carta de la vicepresidenta en la que lo acusó de operar en su contra.
Hasta esos días, todavía existía un grupo de ministros y secretarios de Estado, gobernadores, intendentes y legisladores que creían que Fernández podía habilitarlos a trabajar para la construcción de un espacio liderado por él, enemistado públicamente con la ex presidenta y con su hijo Máximo, jefe de La Cámpora, que meses después renunciaría al bloque de Diputados del oficialismo en una nítida señal de desconocimiento y disputa con la conducción presidencial.
La última vez que Fernández terminó de dañar para siempre su credibilidad fue el verano pasado: al entorno que todavía le profesaba cierto respeto político le juró, a fines de enero, que echaría del gabinete al ministro De Pedro, harto de las reyertas públicas del funcionario camporista, y propondría a Cristina Álvarez Rodríguez para ese lugar, y que lo haría inmediatamente después de que Olaf Scholz, el canciller alemán, terminara su visita oficial por el país. El ministro del Interior sigue en su cargo. También todos los funcionarios de La Cámpora que se enfrentaron públicamente con el mandatario.
5. El voto en contra del kirchnerismo al acuerdo con el FMI
En marzo del año pasado, un mes después de que el fundador de La Cámpora renunciara a la jefatura del bloque en la Cámara baja, el kirchnerismo dio un paso más en su afrenta a la figura presidencial: en Diputados y en el Senado, los legisladores afines a Cristina Kirchner votaron en contra del acuerdo del Gobierno con el Fondo Monetario impulsado por Fernández y el ministro Martín Guzmán.
“De algo no tengo dudas: si Néstor Kirchner estuviera vivo y fuera diputado, anoche habría votado sí”, escribió un periodista en la ex red social Twitter, un posteo que fue replicado por el presidente en sus redes.
En público, pero mucho más en privado, Fernández se despachó sistemáticamente desde ese momento con una batería de reproches contra el jefe de La Cámpora, algunos de ellos muy serios. El hijo de Cristina Kirchner hizo lo propio, y se encargó personalmente de despotricar cada vez que pudo contra la gestión presidencial.
Para esa altura, la sociedad entre Fernández y Kirchner ya estaba quebrada en un punto de no retorno.
6. La salida de Martín Guzmán y la entrada de Massa al gabinete
En julio del año pasado, el Presidente terminó de perder la última cuota de poder que le quedaba: con una sorpresiva carta que ordenó publicar mientras Cristina Kirchner promediaba un durísimo discurso en el conurbano bonaerense, y Fernández estiraba la sobremesa en la chacra de un empresario en Zárate con el que se había juntado a almorzar, Martín Guzmán renunció al Ministerio de Economía cansado de que el jefe de Estado le prometiera, en vano, cambios en el Banco Central.
La salida del economista, que Fernández había defendido frente a los incesantes embates del kirchnerismo -el intento de renuncia del ex subsecretario Federico Basualdo de un año antes había signado el futuro del ministro-, abrió una nueva crisis en el gobierno, y tras la entrada transitoria de Silvina Batakis, que ocupó durante menos de un mes el Palacio de Hacienda por las negociaciones todavía infructuosas en torno a la figura de Massa, el candidato presidencial de UP terminó finalmente al frente de Economía, a principios de agosto. Massa tardó escasos meses en apoderarse de la centralidad del gobierno, en tándem con la vicepresidenta, y dejó a Fernández en una posición de extrema debilidad hasta que renunció a la búsqueda de la reelección y dedicó el último tramo del mandato a viajar al exterior.
Un año después, el ministro se convirtió en ministro-candidato, y su futuro dependerá en buena medida de la performance de este domingo, una elección que pronostica un indefectible cambio de época.
En ese contexto, el futuro del kirchnerismo también se dirime en estas horas en las urnas.
Este jueves, entrevistado en la Rock and Pop, Beto Casella le propuso a Massa una idea que ronda por algunos pasillos del poder: lo consultó acerca de esos comentarios que dan cuenta de que el kirchnerismo podría tener fecha de vencimiento si el candidato de UP gana las elecciones, al revés de la lógica que indicaría que la caducidad de ese movimiento fundado hace 20 años por Néstor Kirchnerismo estaría marcada por un eventual triunfo de Patricia Bullrich o incluso de Javier Milei. El ex intendente de Tigre se hizo el desentendido.
Antes del 2019, cuando se reconcilió con Cristina Kirchner, Massa le planteó a la ex presidenta que, desde ese momento y hacia adelante, su proyecto consistiría en ser “jefe”. Es, según fuentes massistas, en lo que el candidato busca convertirse siempre y cuando lo acompañen los resultados. Su futuro, por el contrario, es una incógnita si el domingo obtiene una mala performance.
En ese sentido, el lugar que ocupe el kirchnerismo a partir del 10 de diciembre en la escena pública depende en buena medida de lo que arrojen las urnas, pero también del rol que decida ocupar Cristina Kirchner, marginada en estos meses en un segundo plano, consciente de que ya no tiene la centralidad de antes.
Massa se imagina, en ese plano, a la vicepresidenta como una dirigente “de consulta”, como le confió este martes a Diego Iglesias. “Es lo que no entendió Alberto”, razonó un colaborador presidencial.
Máximo Kirchner, por caso, también delinea sus próximos pasos. La Cámpora ya no es lo que era: “Wado” De Pedro definió transitar su propio camino, siempre bajo el paraguas de la vicepresidenta, y otros dirigentes de pesos, como Andrés Larroque, siguieron esa misma lógica. La caída de Martín Insaurralde le propinó además al presidente del PJ bonaerense un duro golpe en la construcción de su propio proyecto provincial. De cara a este domingo, en la agrupación K siguen con especial atención los resultados en distritos como Quilmes, Lanús y Hurlingham para analizar la siguiente hoja de ruta.
En el kirchnerismo se acumulan incógnitas, pero sobrevuela una sola certeza: si Massa es presidente, buscará un gobierno “de unidad” con dirigentes multipartidarios, y querrá ejercer toda la autoridad, y tener un dominio total del gobierno, lo que no hizo Fernández. En ese aspecto, el poderío del kirchnerismo estará muchísimo más licuado que ahora.