Entra a la habitación en donde vamos a grabar la entrevista e impone respeto. Pienso si lo que más impresiona de él es su pasado fundando un diario icónico con un poco más de 20 años, escribiendo decenas de libros, creando revistas que revolucionaron el modo de editar y sus programas de tele del que nació un estilo distinto de contar noticias o es su presente lanzando “Óxido, historia de la corrupción argentina 1580-2023″ y monopolizando las audiencias de radio Mitre o Canal 13.
Y no es nada de eso. Lo que impacta en Jorge Lanata es su deseo de futuro. Le cuesta caminar, se lo ve agitado y, sin embargo, exuda futuro.
Se apura a decir que el libro que presenta por estos días tendrá muchas más ediciones agregando investigaciones sobre la corrupción. Confirma que seguirá en la radio y en la tele. “Tengo contrato hasta el 2050″, ironiza y se ríe. Lanata piensa mucho más en el futuro que en el pasado. “Y eso que estuve jodido en serio”, agrega cuando cuenta su última internación en la que estuvo largos días inconsciente.
“De eso, recién tomé conciencia cuando me desperté”, explica pidiendo un momento para reponerse de una tos persistente que le trajo su último enfriamiento. Y el cigarrillo, pienso sin decírselo, por miedo a ser un entrometido en la decisión de vida y salud de este hombre de 63 años que no para de encender su tabaco mientras charla.
“Mi imagen es lo que menos me importa de mí. No uso el espejo para mirarme”, dice en un momento. Los dos pensamos en Borges, pero no nos damos tiempo para hablar de literatura. No le gusta verse, dice, pero de inmediato se confiesa cuidadoso con las formas. Será por eso que impacta mirarlo enfundado en un ambo color violeta eléctrico que parece combinar con bellos cuadros de artistas latinoamericanos que lo rodean en su departamento. Los que lo conocen cuentan que cuando descubrió su pasión por la pintura, compró obras con la misma compulsión con la que sigue fumando. Compulsión. Futuro. Deseo. A eso huele la charla con Lanata.
“Mi interés por la política es cada vez menor. No me importa nada”, dice. Sin embargo, desmenuza a los tres candidatos con más chances de ser presidentes de la nación. “Milei demuestra que la locura acerca al poder. Pero no come vidrio. Massa es un milagro: no debería tener más que el 2 por ciento de los votos. La voy a votar a Patricia. Creo que Juntos puede hacer un buen gobierno”, define.
Rememora a Menem (“se zarpó con la corrupción”) a Kirchner (“hablé con gente que llevaba las valijas”) y a Cristina (“es el principio de su fin”). Pero es cierto que no se le ve pasión cuando habla de las cuestiones de actualidad.
Sí cambia su tono cuando piensa en lo existencial. “La vida es mucho más simple de lo que uno imagina. Cuando más feliz fui, fue cuando más yo fui. Aunque no soy todo lo yo que debería ser. ¡Sería un desastre eso!”, y estalla en una carcajada.
Lanata es cautivante. Un buen psicoanalista hablaría de un brillo fálico que desborda en él. ¿Es su original inteligencia? ¿Es su coqueteo con la muerte mientras se aferra con todo a la vida? ¿Es el amor con el que habla de su última esposa, Elba, a quien le agradece el proyecto compartido? ¿Son sus hijas de quien se reconoce un buen padre? Me cuesta decidirme. Sí luce, creo, como alguien vital, a pesar de los tropiezos de su cuerpo, que se atreve a desafiar con deseo la natural pulsión de muerte que tenemos todos.
Lanata habla. Quizá sea eso. Su gran talento de contar una historia, desde la corrupción en la Argentina hasta su vida, mirada por una lente que a veces lo oculta por efecto del humo de su cigarrillo.
Aquí, 33 definiciones de Jorge Lanata y la nota completa con él.
“Mi imagen es lo que menos me importa de mí. No uso el espejo para mirarme”.
“Si yo fuera completamente yo, sería un desastre”.
“Elba ayuda a que a los 63 años tenga un proyecto”.
“Soy buen padre”.
“La vida es mucho más simple de lo que uno imagina”.
“Aprendí a mirarme neutro. Sin carga emocional”.
“Mi interés en la política es cada vez menor. No me importa nada”.
“Milei demuestra que la locura acerca al poder”.
“Nadie puede ser tan megalómano de querer ser presidente”.
“Yo creo que (Milei) es demasiado temperamental para el poder. No come vidrio. Cuando tiene que peinarse y hablar bajito lo hace. Va a tener problemas si llega al poder”.
“Milei va a tener, creo, con la gente que está algunos problemas de corrupción serios”.
“Milei fue una ambulancia que fue agarrando los que se cayeron en el camino”.
“Milei no puede dinamitar el banco central sin pasar por el congreso. Lo único que puede hacer es disolver el congreso y eso es un golpe de estado. Y no lo veo”.
“Massa es un milagro. Lo lógico sería que tenga un 2 por ciento de los votos”.
“Lo que pasa con Massa habla bien de Massa y mal de nosotros”.
“Yo veo bastante probable un balotaje entre Massa y Milei”.
“Massa tiene los votos por espanto”.
“Juntos no tiene los votos que deberían tener por ellos mismos. Se pelearon mucho y los desgastó mucho”.
“Mauricio mismo ralentando su decisión de presentarse los lastimó”.
“Voy a votar a Patricia. Me cae bien. Cuando estaba preso en Venezuela me sacó”.
“Después de terminar un libro me da pánico que no se me ocurra nada”.
“La forma de las cosas tiene que ver con el fondo: es la manera de comunicar”.
“Hay gente que dice que “no hace periodismo”. Hace entretenimiento. Sí: yo quiero que esta nota o mi libro sean entretenidas”.
“A nosotros nos decían cosas que con el tiempo nos dimos cuenta que eran ciertas. Si uno tiene la suerte de tener a sus viejos vivos, se da cuenta. Y también los perdona más”.
“Los españoles instalaron la idea de que la cosa pública es de nadie”.
“El primer garito de la historia lo manejaba el tesorero del cabildo. Y funcionaba dentro del cabildo”.
“Todo eso no hubiera podido funcionar sin la complicidad de la justicia venal”.
“Illia no tuvo nada (de corrupción)”.
“En la época de Menem se zarpaban con la corrupción”.
“Con Néstor lo que viene es que participan de las empresas”.
“Yo he estado con alguien que iba negociar una autopista y me dijo que estaba cansado de llevar valijas con dinero”.
“Con Insaurralde se llenaron todos los casilleros. Un gato, un millonario que no tenía que serlo y un funcionario público”.
“A mí me interesa más el caso Chocolate. Porque ahí están todos”.