El foco político está puesto en el tramo final y decisivo de la carrera electoral. El calendario dice que restan nueve días hasta la veda. No es el único conteo ni está limitado a los equipos de campaña. Todos miran también los días hábiles previos a la elección, es decir, los que cuentan para los mercados: seis, apenas, pero en medio de la electricidad que genera la escalada del dólar. Va de la mano con la inflación: este jueves, además, será difundido el IPC de septiembre, que se estima otra vez en dos dígitos, un piso para este octubre agitado.
El dólar crece al tope de las preocupaciones y agita la campaña, aunque con una novedad: coloca también en el centro de la tormenta a Javier Milei. El candidato libertario había logrado mantenerse hasta hora afuera de toda responsabilidad vinculada con la crisis. Un lugar ideal para cargar sobre la “casta” y para mostrarse como el único con propuesta nueva. Esta vez, en cambio, al extremar su juego para reforzar la posibilidad de una dolarización -sin fórmula precisa- terminó dando una señal que fisuró esa estrategia inicial.
Es un terreno en buena medida novedoso para el líder de la La Libertad Avanza, resultado de una secuencia y no de un único gesto. Primero fue la consideración según la cual una hiperinflación facilitaría el camino de la dolarización y después, la descalificación de la moneda nacional -al punto de hablar de “excremento”-, algo traducido además como una recomendación para salirse de refugios, insuficientes, como el plazo fijo. No fue lo único.
Tal vez ni siquiera su círculo advirtió que esa podría ser una mala movida de campaña. Nadie pareció anotar el señalamiento que estaba en la base de la dura carga que expuso Patricia Bullrich en la segunda entrega del debate, cuando advirtió el efecto devastador de una híper sobre la mayoría de la gente. Eso fue el domingo. Resultó llamativo que el martes, cuando el dólar había sacudido otra vez el tablero, insistieran desde su círculo con un llamado a deshacerse de pesos. Ese aporte lo hizo, ya no de manera sugerente sino taxativa, Ramiro Marra.
Por supuesto, frente al oleaje posterior, Milei rechazó las críticas, a las que consideró un descargo de culpas de los responsables de la crisis, para colocarse otra vez afuera del problema y defender su propuesta como “único” remedio.
En la pela local, el oficialismo reaccionó con la mira puesta en unos pocos “vivos” del mercado y agregó, en algunos casos, cuestionamientos a Milei por alentar el fuego. Massa le disparó por “timbear” con el ahorro y los ingresos de la gente. Y añadió amenazas contra quienes mueven los hilos de la especulación. Fue una manera, a la vez, de colocar toda responsabilidad fuera de la mochila del Gobierno. En esa línea, por ejemplo, el desajuste fiscal que expresan algunas de las últimas medidas de gestión y campaña.
La preocupación del oficialismo por el impacto electoral de tal estado de cosas superó el discurso. Hubo contactos del equipo de Economía con las entidades que reúnen a los bancos. El resultado fue un comunicado que exhorta a los candidatos a evitar jugadas que generen “incertidumbre”. Resultó un mensaje con destinatario claro pero que trascendería el puro guiño a las necesidades del oficialismo.
En ese contexto, Bullrich, que ya había apuntado a Milei por este tema en el marco del debate, buscó entonces que su posición no fuera interpretada como una ofensiva exclusiva sobre el candidato de la LLA. Primero en las redes sociales y después de manera más formal, en una presentación ante los medios, dividió responsabilidades entre los dos rivales: Milei, por añadir combustible y “festejar” la trepada del dólar, y Massa, por “ahondar” el déficit y la crisis con algunas de sus últimas medidas.
La candidata de JxC pareció mantener, así, el giro que venía insinuando y que exhibió ya sin vueltas el domingo, en la Facultad de Derecho. Además de confrontar con el oficialismo, siempre bajo el rótulo de kirchnerismo, salió al cruce directo con Milei. Y no sólo para asociarlo al oficialismo en una especie de pacto electoral, sino además para exponer posibles efectos prácticos de su plan central. En este caso, la dolarización.
Existe un problema que corre para todos. El contexto general provoca una especie de contradicción a los equipos de campaña. El tramo final de la carrera electoral demanda, en general, jugadas decididas para intentar sostener y ampliar niveles de votos propios más o menos consolidados. Pero el humor social obliga a cuidar cada gesto.
Se trata de un clima sensible, en especial por el deterioro que genera la alta inflación en continuado. El INDEC difundirá mañana el IPC de septiembre, nuevamente en dos dígitos. Se ubicaría por encima de los 11 puntos, según estimaciones de consultoras privadas. Y como ocurre con otros datos de la realidad -la pobreza, sobre todo-, la velocidad de la crisis amenaza con agravar el cuadro. Queda, entonces, muy poco margen para el error de los candidatos.