
A raíz de la campaña electoral han reaparecido quienes de alguna forma reivindican al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional y pretenden representar al liberalismo. Nada más lejos del liberalismo que un régimen golpista que suprimió libertades y garantías constitucionales, que suprimió la participación democrática, la libertad de prensa y también ejecutó un plan económico estatista. La censura enferma de literatura, del cine, la agresión a periodistas, la manipulación de medios de comunicación y el monopolio estatal de la televisión y radios fue regla de esa dictadura.
Quienes, como liberales en 1982 pudimos sumarnos a la apertura democrática desde la participación política y universitaria siempre repudiamos el Proceso y sus metodologías de combate a la guerrilla. No justificamos, ni lo haremos jamás, al secuestro, a la tortura y la ejecución de prisioneros. La metodología fue aberrante y violatoria de derechos humanos.
No se trata del número de “desaparecidos”, que es uno solo e igualmente lo condenamos. No fueron 30.000, pero por el abuso de dicha cifra, discutir cuantos menos fueron es una forma de banalización y hasta de cuasi justificación.
El derecho de “guerra” no admite que a un soldado enemigo capturado se lo torture, ni se lo mate una vez desarmado. Tanto que dicen algunos odiar al comunismo, cuando justifican las violaciones de derechos humanos porque “había una guerra” se comportan como los soviéticos masacrando polacos en Katyn, y tantas vejaciones más que han cometido los comunistas durante los siglos XX y XXI.
No se trata de una diferencia de cifras, porque detrás de esa discusión se pretende disimular las violaciones, torturas, y muchas formas más de vejación que culminaban en la supresión de la vida sin juicio. Un sistema que para ocultar las violaciones de derechos humanos llevo a matar para eliminar las pruebas y testigos.
Que el número 30.000 este inflado no puede llevar a confusión.
Para los que creemos en la vida y la libertad, no existe justificación de una guerra para semejante sistema. Comunistas, nazis, fascistas, fundamentalistas de toda la historia se mimetizan en su objetivo moralizador, creador de una sociedad mejor con la cual pretenden justificar sus crímenes. El progreso moral de la humanidad ha sido costoso, duro. No podemos diluirlo en una cuestión de “inflación del número de víctimas”.

Y no es lo único. También se ha dicho que habría habido menos víctimas del holocausto si lo hubiéramos cometido los argentinos. Los argentinos no lo cometimos, no participamos del holocausto. Solo ponernos en la hipótesis es injusto y aberrante, ofensivo para nuestra sociedad. Y como ejemplo de la “ineficiencia por corrupción” es otra banalización del holocausto. No es comparable cobrar coimas, la venalidad personal con la organización y ejecución de un genocidio basado en un odio racial, de sangre. No es comparable.
Además de las violaciones de derechos humanos, de los crímenes de lesa humanidad para quienes no conocieron aquellos años, nacieron en democracia no pueden imaginar siquiera la situación donde nadie podía expresarse en forma libre, donde criticar al gobierno militar era una posible sentencia de muerte no escrita, ni reconocida.
Tampoco pueden imaginar que además hasta se asesinó y mato por cuestiones de amantes o para apoderarse de algún negocio.
Los que proclaman amar la libertad no deben ignorar que existían tablitas cambiarias, controles de precios (usaron la Ley de Abastecimiento), otra ley (lamentablemente vigente) penal cambiaria para quienes compraran y vendieran divisas sin pasar por el “mercado oficial” que tenia tipos de cambios múltiples generando corrupción.
Juntas Nacionales de Carne, de Granos que mantenían estatizada la exportación de origen agropecuario.
Las FFAA argentinas desde muchas décadas ante se sintieron con derecho a suprimir la democracia como tutores de una supuesta superioridad moral. Cada vez que lo hicieron suprimieron libertades de todo tipo, empezando por la de expresión.
En materia internacional por negocios o errores propios, eligieron asociarse con la ex URSS comunista como cuando rechazamos el embargo de granos por la invasión de Afganistán y el boicot a las Olimpiadas de Moscú 1980.
Altos oficiales de las FFAA en cargos en empresas públicas, bancos, etc. donde salarios varias superiores al de su grado les hicieron perder la profesionalidad militar, cuando no hacer negociados multimillonarios.
Empresas privadas que debían aceptar, buscar algún director amigo de militares, o algún militar que les “ayudara” a no ser perseguido. Situación que llevo a la corrupción profesional y económica de muchísimos integrantes de las FFAA.
El sistema económico de los gobiernos militares fue una “corrupción estructural”. Bajo ideas de “soberanía nacional” generó un refuerzo, ampliación del sistema estatista de las mal llamadas “empresas públicas”. El Proceso llego a manejar salones de baile, fabricas de escobas (pueden consultarse los estudios de FIEL).
La adopción de algunas políticas tecnocráticas se confundió con liberalismo. Confusión y mito que hizo mucho daño a las ideas liberales. La tecnocracia económica de gobiernos antidemocráticos, antirepublicanos y estatistas fue un enorme daño al modelo constitucional de progreso, de desarrollo en paz y en libertad.
Nada de esos gobiernos podemos aceptar, justificar. Ni en parte. Fueron dictaduras y como tales enemigas de la libertad hasta en lo económico.
En marzo de 1976 faltaban pocos meses para las elecciones. El más importante líder político del liberalismo entonces, Álvaro Alsogaray llamo a no hacer ningún golpe y llegar a las elecciones, aunque fuera con muletas para solucionar democráticamente los problemas de la gestión del gobierno.
No hay resquicio del Proceso de Reorganización Nacional que un liberal pueda justificar. Nada. No es tolerable la “vida por la dolarización” sin importar la vida, la tortura, la muerte y la violación de los derechos humanos.
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