El bajo perfil de Cristina Fernández de Kirchner -entre el silencio y un solo acto público, medido- constituyó desde las PASO un dato saliente de la campaña oficialista. Esa posición quedó librada, de manera intencional, a especulaciones cruzadas, desde el cálculo a futuro frente a una mala elección hasta un guiño a Sergio Massa. Más claro, en cambio, es que nunca abandonó su propia agenda. Acaba de quedar a la vista. Después de meses de negociaciones y operaciones, logró imponer en el Senado la votación del pliego de Ana María Figueroa, en abierta pelea con la Corte Suprema. Fueron dos señales en una: privilegió otra vez su frente judicial y reafirmó su modo de jugar el poder en la interna.
No le faltó ningún ingrediente al caso de Figueroa, que la Corte declaró jubilada luego de que cumpliera la edad para el retiro. En rigor, resultó una pieza de interés para CFK mientras estuvo ocupando su despacho en la Cámara de Casación. Ese sillón no garantizaba revertir casos de especial preocupación para la ex presidente (Hotesur/Los Sauces y memorándum con Irán), pero sí frenar o extender decisiones en el tiempo. Las dos causas fueron reactivadas después y es posible que haya nuevos planteos de la defensa. La movida en el Senado y la proyección judicial exponen que el tema seguirá cruzando líneas en la política.
Por lo pronto, todo está en movimiento. Desde las cercanías de CFK trascendió apenas coronada la jugada en la Cámara alta, el jueves, que podría ser un elemento para ensayar nuevos recursos en las dos causas referidas, con el argumento de que Casación reabrió los casos luego de que Figueroa fuera dejada cesante a pesar del trámite iniciado en comisión antes de que cumpliera la edad para jubilarse. Ese trámite no pudo avanzar en el recinto hasta esta semana.
Pero también, en sentido contrario, comenzaron a moverse las fichas para dar por cerrado el tema y poner en marcha el proceso que debería terminar con un nombre para ocupar la vacante en Casación. Eso ocurre en el ámbito de la Magistratura. Ayer mismo, menos de 24 horas de la celebración kirchnerista en el Senado, la consejera Jimena de la Torre pidió formalmente activar ese procedimiento legal. Lo hizo, en línea con el Colegio Público de Abogados de la Capital, que preside Ricardo Gil Lavedra, y el Colegio de Abogados de la Ciudad, que encabeza Alberto Garay.
En el plano estrictamente judicial, parece muy difícil que algún juez o un tribunal, en caso de que el tema sea judicializado, vaya a contramano de una decisión tomada por la Corte, que en cualquier caso terminaría teniendo en sus manos el tema si escala por la vía de algún recurso. Lo dicho: la Corte se pronunció, hace menos de un mes. “Ya hizo la interpretación clara del correspondiente artículo de la Constitución. Y jubiló a la jueza”, enfatiza un ex legislador con kilometraje en el Derecho.
Está claro que el impacto político es más sonoro e inmediato. En estas horas, se especula si tiene efecto o no en sentido electoral, es decir, si es negativo o neutro para la campaña de Massa. Difícil de comprobar, aunque está claro que compitió en el Congreso con la agenda de mayor interés del ministro y candidato: la aprobación de la reforma del impuesto a las Ganancias, que fue votada un rato después y que sirvió de motivo para un segundo acto con los jefes sindicales, que movilizaron sus estructuras esta vez con más entusiasmo.
El mensaje a la interna supera ese umbral y se proyecta a futuro, cualquiera sea el resultado de la elección presidencial. CFK dejó en claro que su agenda personal está por encima de otras valoraciones que pueda hacer según la coyuntura y también reforzó su manejo del poder aunque sea una etapa menguante.
La ex presidente cuida sus gestos. Después de una larga etapa de silencio público, reapareció hace una semana para presentar la reedición de un libro de conversaciones entre Torcuato Di Tella y Néstor Kirchner. Más allá de algunas consideraciones sobre conceptos económicos y de algunos comentarios ácidos sobre la oposición, fue un discurso medido hacia el interior del oficialismo.
Se especuló de inmediato con una actitud personal de desánimo político o distanciamiento de la construcción política diaria. El mensaje de la votación en el Senado, casi en la antesala del final de esta etapa en la función pública, expone que no ahorra en gestos cuando se trata de objetivos que considera prioritarios. Eso asoma en la base del especial interés que puso en el armado de las listas de legisladores, nacionales y de algunas provincias, no únicamente de Buenos Aires.
Es un tejido pensado para cualquier final electoral. Cuida el poder propio y sobre todo leal en caso de un triunfo que recree la interna. O anticipa la base para resistir el sacudón en caso de derrota y disputar el liderazgo como espacio en la oposición.
En lo inmediato, al menos por unos días, el tema será mantenido en la agenda pública. Alberto Fernández debería firmar el decreto sobre el pliego de Figueroa. Eso lo colocaría un poco fuera del lugar relegado que ocupa desde hace meses. Lo que haga será significativo, en primer lugar por los tiempos que se tome para hacerlo. Su devaluada lapicera debe definir el acompañamiento a una nueva imposición de CFK o un tardío golpe. En cualquier caso, la exposición de una interna desgastante cuando las miradas se enfocan en la elección que viene.