El sindicalismo peronista entregó esta tarde una postal callejera impactante para darle el apoyo definitivo a Sergio Massa en su carrera hacia la Casa Rosada (o, primero, al balotaje): llenó la zona del Congreso de manifestantes (unos 200.000, según estimó) que se movilizaron como pocas veces en los últimos años con la excusa de celebrar la ley que elimina el Impuesto a las Ganancias, una antigua bandera gremial que impulsó el candidato presidencial de Unión por la Patria en plena campaña.
Es tanto el envión anímico que la CGT ya comenzó a analizar otro acto en respaldo de Massa: luego del que se hizo el 9 de este mes para las provincias del Norte en Tucumán, la idea es realizar uno en la Patagonia con el objetivo de movilizar a toda la militancia política y sindical de esa región.
En el escenario de esta tarde, instalado de espaldas al Congreso de la Nación, estuvieron representantes de casi todos los matices sindicales: desde la CGT, que organizó el acto, hasta las dos CTA, la versión kirchnerista y la combativa, más el moyanismo, el gremialismo kirchnerista y hasta dirigentes alineados con Luis Barrionuevo, ausente porque apuesta por Javier Milei. Esta vez sí, a diferencia de otros actos cegetistas, había clima de euforia y optimismo: la dirigencia gremial tiene la sensación de que la ola de anuncios “positivos” de Massa van a permitir recuperar votos en las elecciones y sacarle a Patricia Bullrich la condición de principal adversario del candidato libertario.
El sector más dialoguista de la CGT (”los Gordos”, más los independientes y sus aliados), que fue pionero en apoyar el proyecto presidencial de Massa, es el más entusiasmado. Coincide con su visión de país, su mirada económica y viene predicando en soledad lo mismo que repite últimamente el ministro-candidato: la necesidad de un gobierno de coalición. En el mismo sentido, considera un acierto que Massa haya visitado a Roberto Lavagna y diera señales de incorporarlo a su equipo.
Esa impronta massista, en cambio, no causa lo mismo entre los sindicalistas encolumnados detrás de Cristina Kirchner, pero saben que no es hora de plantear disidencias sino de estrechar filas para tratar de que el postulante oficialista logre el milagro de ganar las elecciones prometiendo lo que no puede resolver como ministro de Economía, como la baja de la inflación. La mejor demostración de esa dificultad fue la queja de muchos vendedores de choripanes y hamburguesas, a quienes les costó vender los sándwiches a 1.000 pesos por unidad, lo mismo que las bebidas. “Muchos preguntan el precio y siguen de largo”, se lamentó una mujer en una parrilla sobre la avenida Rivadavia.
La zona estaba colmada por manifestantes de los principales sindicatos, aunque la abrumadora mayoría pertenecía a la CGT. Se destacaron las columnas de Camioneros (en el escenario coincidieron Hugo y Pablo Moyano, aunque no se sentaron juntos), UOCRA, UPCN, Luz y Fuerza, Sanidad, Bancarios, Obras Sanitarias y UDA, aunque también las que aportaron las organizaciones sociales.
La inusual muestra de unidad sindical consiguió que piqueteros (y funcionarios del Gobierno) como Emilio Pérsico y clásicos rivales de las dos CTA como Roberto Baradel (SUTEBA) y Hugo “Cachorro” Godoy (ATE) confraternizaran sobre el escenario con un histórico de la CGT como Armando Cavalieri (Comercio), quien afirmó luego a los periodistas que “la gestión del movimiento obrero organizado fue muy importante para reformar el Impuesto a las Ganancias” y destacó que “el diálogo, la pluralidad de voces y las discusiones maduras deben anteponerse siempre a las vicisitudes políticas”.
Gerardo Martínez (UOCRA), uno de los organizadores, monitoreaba las alternativas del acto sin dejar de hablar con Héctor Daer (Sanidad) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), mientras en la segunda fila del escenario se ubicaban dirigentes K como Sergio Palazzo (bancarios), Mario Manrique (SMATA) y Abel Furlán (UOM), en pacífica convivencia con peronistas ortodoxos de la CGT como Sergio Romero (UDA), quien repetía a sus colegas que el acto debía ser “un mojón para darle continuidad a políticas que favorezcan a los trabajadores”. El que asentía era Carlos Pérez (Comercio), el secretario adjunto de Cavalieri.
A algunos les sorprendió la presencia de barrionuevistas, cuyo líder se convirtió en el principal socio sindical de Milei. Uno de ellos fue Carlos Acuña (estaciones de servicio), cotitular de la CGT, pero distante de cualquier alineamiento con los libertarios porque pertenece al Frente Renovador y su esposa, Blanca Cantero, es intendenta del partido de Presidente Perón. También concurrieron otros aliados de Barrionuevo como Gustavo Vila (Carga y Descarga) y Roberto Solari (guardavidas). Por el contrario, fue previsible el faltazo de Argentino Geneiro, del Sindicato de Gastronómicos.
Massa, con un discurso compacto, de 14 minutos, sedujo a la platea sindical con su promesa cumplida sobre Ganancias, más el pedido de militar para conseguir que el Congreso apruebe la devolución del IVA para los productos de la canasta básica y las medidas en favor de pymes y comercios. Incluso hubo un sugestivo guiño hacia el sector mayoritario de la CGT cuando el ministro-candidato hizo suyo un concepto cuestionado por el kirchnerismo cuando esa fracción gremial moderada se reunía con la UIA o AEA: “Sin empresas no hay trabajadores y sin trabajadores no hay empresas”.
Todos los sindicalistas aplaudieron rabiosamente las palabras finales de Massa (”viene un tiempo nuevo; vamos a pelear hasta la victoria, el triunfo está cerca”) y luego entonaron la Marcha Peronista con más ganas que nunca, ahora esperanzados en dejar atrás la pesadilla de la derrota electoral.