Alberto Fernández matiza esta especie de transición personal con declaraciones no necesariamente a tono con las prioridades de la campaña oficialista. Las últimas, después de su participación en el escenario internacional que ofrece el G20, asomaron directamente a contrapierna de la estrategia: de manera intempestiva, colocó la inflación como tema de debate, con explicaciones insólitas y en la antesala del informe del INDEC sobre el IPC de agosto, que se espera para hoy como dato alarmante. No es, con todo, un caso original en el camino a octubre, que expone cálculos personales y contradicciones en formato electoral.
En rigor, la campaña de Unión por la Patria no demanda precisamente aportes de Olivos y, al revés, expone inquietud sobre el silencio que viene manteniendo Cristina Fernández de Kirchner. Como candidato y ministro, Sergio Massa se mueve en una sucesión de anuncios diversos y de muy diferente magnitud -el último, referido a Ganancias-, mientras busca sumar fotos para mostrar rearmado doméstico.
Massa enhebró el encuentro del fin de semana junto a gobernadores con el acto módico de los jefes de la CGT, por la suba de la base imponible correspondiente a Ganancias. La idea que se transmite es exhibir respaldo interno. Más difícil es saber cuánto aportaría a ganar alguna franja de votos por encima del núcleo propio. En la misma línea, tiene agendados actos con los movimientos sociales oficialistas y con intendentes del GBA.
El tema de la modificación del impuesto a las Ganancias añade, fuera de ese circuito, el intento de instalar un rubro propio en la agenda de campaña. Y, más allá de los ruidos iniciales, plantea, aunque no haya debate serio, cuestiones de fondo, una de ellas conceptual: afecta el impuesto más progresivo y, para compensar fondos, podría recurrir a cargas regresivas, como un pequeño incremento de algún gravamen con impacto directo en el consumo.
Con silencio de gobernadores, pero con señales menos visibles de demanda de alguna contrapartida, la decisión de resignar ingresos toca en este caso de manera especial a las provincias. En estas horas, se repite que el 61% de la recaudación por Ganancias es destinado a los distritos por coparticipación. El cordobés Juan Schiaretti le apuntó de manera directa: dijo que se trata de un anuncio “electoralista” con fondos de las provincias. El punto es cómo se compensaría: ¿mayor carga de otros impuestos o mayor emisión para cubrir el bache?
Eso, y tal vez el uso de fondos discrecionales para compensar a gobernadores, es el planteo que empezaron a perfilar espacios de la oposición a la espera del anunciado envío de un proyecto de ley para sellar el anuncio oficial. Es un tema que complicó a JxC por la reacción inicial, una especie de desafío al candidato para que actúe ya en su condición de ministro y remita la iniciativa. En rigor, como todos, plantean una reducción de la carga tributaria y ese será el eje del reclamo oficialista para exponerlos frente al rechazo. Pero se ha dicho: en este caso, entra en juego una cuestión conceptual y la consideración como un hecho aislado de campaña, en los umbrales de la fecha máxima para presentar el Presupuesto.
Javier Milei salió a plantarse en este juego con un pedido por escrito al Gobierno para que suspenda el envío del proyecto de Presupuesto 2024 hasta después de las elecciones de octubre. Fue una manera de mostrarse como principal aspirante a la Presidencia, en la corriente que armó el resultado de las primarias. Generó cuestionamientos y suspicacias en JxC. Suponen un “favor” a Massa, en el marco de la campaña. Expresión, también, del impacto de la carrera electoral en el Congreso.
El líder libertario volvió a mostrarse en la provincia de Buenos Aires, luego de su breve viaje a Estados Unidos. Casi en paralelo, dos integrantes de su equipo económico, Darío Epestein y Juan Nápoli, habían viajado a Nueva York para mantener un encuentro con banqueros e inversionistas. La reunión fue extensa aunque no habrían cosechado señales muy positivas, según se dejó trascender en medio económicos.
Desde el círculo de Milei se vienen dando explicaciones variadas sobre los tiempos de una dolarización y los alcances reales de los planes sobre el futuro del Banco Central. El candidato retomó la campaña, con una recorrida por La Plata, y allí buscó dar un mensaje esperable: que su posición no está siendo acotada camino a las elecciones y, sobre todo, que no lo sería si fuera consagrado en las urnas. Se mostró con la imagen de un dólar gigante, con su rostro, y blandió la copia de una motosierra.
Sin embargo, unos días antes, al contestar con enojo la declaración crítica de unos 170 economistas, volvió sobre un punto que trasciende la cita de autoridad para la discusión académica. Dijo que representa un gesto de “deshonestidad” intelectual cuestionarlo hablando de dolarización “cuando es competencia de moneda”. Ese concepto supondría, trasladado a la práctica, un ajuste severo y una posterior etapa de convivencia de monedas -en los dos casos, sin definición de tiempos- para imponer luego la dolarización absoluta. Eso último, significaría el final del Banco Central y la renuncia a una política monetaria propia.
No se trata de una discusión abstracta, aunque suene así. Por supuesto, en campaña, convive con la ilusión de solución veloz y drástica que proyecta la motosierra. JxC salió a dar pelea en ese terreno sobre todo a partir de la incorporación de Carlos Melconian. Y el oficialismo empieza a incluir señalamientos de “errores” y “disculpas” porque advierte que juega en contra la negación absoluta de responsabilidades en la crisis.
A contramano de ese elemental recurso de campaña -repetido en general por los oficialismos- operan las declaraciones de Alberto Fernández tratando de explicar que la inflación es un problema más grave en el mundo que en la Argentina. No es lo que exponen los datos. Alcanza con mirar la región, en números parciales y por su evolución: en agosto, la medición anual de Brasil registró 4,6%, la de Uruguay fue 4,11, la de Paraguay 2,9 y la de Chile 5,3. Este miércoles, el INDEC difundirá el IPC de agosto, que superaría los 10 puntos porcentuales. En un mes, con proyección anual por encima del cálculo presidencial.