¿Los sindicalistas terminarán entonando una marchita que comience con la estrofa “Los muchachos mileístas/todos unidos triunfaremos”? Demasiado pronto para saberlo, pero sí es cierto que Javier Milei se convirtió en el excluyente polo de atracción política, gremial y empresarial luego del 29% que logró en las PASO: casi todos quieren conocerlo antes de que eventualmente llegue a la Casa Rosada. Y, a la vez, el candidato de La Libertad Avanza muestra cierta moderación en la medida en que siente que se aproxima al poder y necesita tener contactos en esa denostada “casta” para que desde el 10 de diciembre puedan convertirse en posibles aliados para garantizar la gobernabilidad.
Pero los conflictos pueden desatarse en la medida en que las señales en ese sentido queden a la luz. Gerardo Martínez, uno de las máximas figuras de la CGT y líder de la UOCRA, estuvo reunido en secreto con Milei, tal como reveló Infobae. Y Luis Barrionuevo, el jefe del Sindicato de Gastronómicos, se despojó pronto de su alineamiento con el camporista Eduardo “Wado” de Pedro para vaticinar un triunfo electoral del libertario (”gana en primera vuelta y sin chicote”, le dijo al diario El Ancasti) e incluso lo comparó con aquel Carlos Menem que venció a Antonio Cafiero en la interna del PJ.
El sindicalismo peronista apuesta sus fichas a la victoria de Sergio Massa, el candidato de Unión por la Patria, e incluso en estos días decidió redoblar su influencia en la campaña para que el ministro de Economía consiga los votos que le faltan para, al menos, entrar al ballotage. Pero, pragmáticos como pocos, los dirigentes saben que deberán seguir conduciendo sus gremios gane quien gane las elecciones y tienden lazos con otros candidatos por si deben cambiar de interlocutor político.
Después de todo, el sector más dialoguista del sindicalismo cumple a rajatabla aquella sentencia que acuñó Oscar Lescano, el fallecido líder del Sindicato de Luz y Fuerza: “Fui oficialista de todos los gobiernos porque tengo la responsabilidad de conducir”, como le dijo al periodista Diego Sehinkman.
Por eso una delegación de la CGT se reunió en secreto el 3 de mayo con Horacio Rodríguez Larreta, cuando parecía que iba a quedar primero en las PASO de Juntos por el Cambio y virtualmente a un paso de la Casa Rosada. Del encuentro, que se hizo en el Sindicato de Sanidad, participaron, además de Rodríguez Larreta, el economista Hernán Lacunza y el subsecretario de Trabajo de la ciudad de Buenos Aires, Ezequiel Jarvis, y los cotitulares de la CGT Héctor Daer (Sanidad) y Carlos Acuña (estaciones de servicio), más los dirigentes Andrés Rodríguez (UPCN), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) y Jorge Sola (Seguro), quienes representan al sector mayoritario de la central obrera.
Sin embargo, meses después, cuando las encuestas marcaron el ascenso de Patricia Bullrich, la dirigencia sindical sondeó a colaboradores de la ex ministra de Seguridad con la intención de reunirse con ella. La candidata presidencial se negó. No pensaba hacerlo por su impronta dura hacia el gremialismo y mucho menos luego de que Larreta quedó en off-side por su contacto con la CGT, donde aseguró que no quería una reforma laboral sino actualizar leyes y derivar algunos cambios a la negociación entre empresarios y sindicalistas. “Tranquilos, no voy a romper el sistema”, les dijo.
El triunfo de Bullrich sobre Rodríguez Larreta reavivó el acercamiento de algunos gremialistas. El equipo que dirige Daniel Barberis, coordinador nacional de la Mesa Sindical Soberana de Patricia Bullrich, es el que está recibiendo más llamados que nunca de interesados en reunirse con la candidata de JxC. Por ahora, ella advirtió que no autorizará cualquier tipo de contacto.
Los dirigentes gremiales mantienen su vínculo con figuras bullrichistas como Dante Sica, ex ministro de Producción y de Trabajo del gobierno de Cambiemos que sigue asesorando sindicatos desde su consultora ABECEB, y también con Jorge Triaca, el primer titular de la cartera laboral de Mauricio Macri. Desde la semana pasada, el mundo sindical deberá reorientar sus contactos a partir del encumbramiento de Carlos Melconian como eventual ministro de Economía de Bullrich: los gremialistas ya lo conocen, aunque no tienen pistas sobre los intérpretes de su reforma laboral.
Hasta ahora, mientras Luciano Laspina mantenía su condición de economista estrella del bullrichismo, Sica parecía el candidato natural a encabezar el Ministerio de Producción y Trabajo de un eventual gobierno de Juntos por el Cambio. Con Melconian como superministro de Economía, ahora dicen que esa cartera se desdoblaría, pero que no está definido quién sería designado en Trabajo. En los últimos días, quien se mostró en algunas reuniones como el experto laboral en nombre de Melconian es el economista Jorge Colina, titular del centro de estudios Idesa, aunque Sica mantiene sus chances. Cerca de Bullrich insisten: “Patricia no abandona a la gente que viene trabajando con ella”.
Milei no brinda tantas pistas sobre su gabinete, y mucho menos sobre quiénes pilotearán el área laboral. Sólo trascendió que, si el candidato libertario gana las elecciones, Trabajo figuraría dentro de la estructura de un nuevo Ministerio de Capital Humano, del que Sandra Pettovello sería su responsable. Quien se menciona como el eventual secretario de Trabajo es Miguel Ángel Ponte, quien se desempeñó como secretario de Empleo durante el gobierno de Cambiemos y proviene del sector privado: fue director de Recursos Humanos de Ternium Siderar, una de las firmas del Grupo Techint.
Dentro de los cambios laborales que figuran en la plataforma de La Libertad Avanza figura la eliminación del régimen de indemnizaciones sin justa causa y su reemplazo por un seguro de desempleo. Esa fue la propuesta que motivó el interés de Milei en conversar con Gerardo Martínez: en la UOCRA rige el Fondo de Cese Laboral, un sistema indemnizatorio alternativo mediante el cual los empleadores depositan mensualmente a un fondo de desempleo el aporte equivalente a un porcentaje del sueldo y cuando el trabajador se queda sin empleo puede disponer de ese dinero.
La plataforma libertaria incluye propuestas de flexibilización laboral y otras que apuntan contra el modelo sindical argentino, como la desaparición de “la figura del sindicato único con poder de centralizar todas las negociaciones de una determinada rama de actividad”, además de la decisión de que las negociaciones salariales y de condiciones laborales se harán a nivel de empresa, la prohibición de la reelección indefinida en los gremios y la extinción de las obras sociales sindicales, “liberando a los afiliados a contratar un seguro de salud ofrecido por el Estado o por prestadores privados”.
A priori, se trata de un menú de medidas que llevarían al sindicalismo a declararle la guerra a un eventual gobierno de Milei, aunque Martínez, luego de charlar a solas con el líder libertario, reveló a Infobae un dato clave: “No quiere hacer una reforma laboral. No es el capítulo que más le interesa. El capítulo que más le interesa es el tema de la macroeconomía y cómo bajar los índices de inflación”.
En su curioso giro político, Barrionuevo dijo que si Milei es presidente contará con apoyo para las leyes que necesite: “Las leyes tienen que salir, hay que acompañar porque vivimos en democracia. Así se acompañó a Mauricio Macri y a los distintos gobiernos. Si gana, va a tener minoría en ambas cámaras y va a tener que dialogar con todo el mundo. Se verá los cambios que él quiere y cuáles podemos adaptar porque ahí entramos también nosotros, el sindicalismo, con la reforma laboral”.
Este incipiente reacomodamiento en favor de Milei ya causó el rechazo de dirigentes como Pablo Moyano (Camioneros). Tras asegurar que Martínez se reunió con el libertario “en forma particular y no en nombre de la CGT”, advirtió: “Yo ni loco me reuniría con un personaje que constantemente ataca a los trabajadores y a las organizaciones gremiales, que reivindica la privatización de las empresas del Estado y el cierre de ministerios, que va a provocar miles de compañeros despedidos”.
¿Habrá más reacciones contrarias en el sindicalismo ante la noticia del encuentro Milei-Martínez o las declaraciones de Barrionuevo tan entusiastas ante el avance del libertario? Por ahora, sólo le apuntan al propio Milei, como fue el caso de Lingeri, líder del Sindicato de Obras Sanitarias y socio del jefe de la UOCRA en el sector independiente, quien salió al cruce del candidato de La Libertad Avanza por haber dicho que si se privatizan los ríos se terminaría la contaminación: “El agua es un derecho y no una mercancía. Es nuestro deber, como trabajadores sanitaristas, defender ese derecho de la gente. Vamos a cuidar el agua, vamos a cuidar nuestra empresa”, señaló el secretario de Acción Social de la CGT.
Las tensiones internas, por ahora, quedan disimuladas por los esfuerzos de la CGT en apuntalar la candidatura de Massa ante el poco acompañamiento por parte del kirchnerismo: en las reuniones de la mesa chica cegetista de la semana pasada se decidió impulsar una reunión con Axel Kicillof y los intendentes bonaerenses del PJ para pedirles que se comprometan a buscar más votos.
La CGT tardó en salir del estado de shock por el tercer puesto de Massa en las PASO. Apostó fuerte al ministro-candidato, aunque en las urnas se demostró que sus bases de trabajadores ya no ven al peronismo (o lo que queda de él) como la principal opción para gobernar el país. A nadie se le escapa que la nueva versión del sello fundado por Juan Domingo Perón hizo la peor elección de su historia: nunca bajó del 37% de los sufragios y esta vez, con los votos de Juan Grabois, apenas llegó al 27,28%.
Por eso la dirigencia de la CGT tuvo días de catarsis, análisis, queja y temores compartidos ante una realidad política adversa. Algunos dirigentes creen que Massa no está tan lejos de entrar al ballotage porque a Bullrich le costaría sumar al electorado de centro, pero el problema es convencer a los propios referentes del oficialismo que están “muy dormidos” de salir a captar votantes entre los 11 millones que no fueron al cuarto oscuro o que eligieron otras opciones. A ese objetivo, obviamente, no ayuda un Milei en modo ganador que ya se convirtió en el oscuro objeto del deseo sindical.