De golpe, el temario político y la campaña se alteran con un hecho trágico de inseguridad. Un espasmo, con el llamativo agregado de que nada es nuevo. Esta vez, un hombre joven acuchillado en Palermo, para robarle el celular, según lo que se sabe hasta el momento. Hace menos de un mes, casi sobre las PASO, una sucesión de muertes había producido el final abrupto de los actos electorales: la conmoción inicial fue causada por el caso de una nena de 11 años, camino a la escuela, golpeada y arrastrada para quitarle la mochila. No hubo esta vez algo parecido a un duelo, pero fue precipitada, sí, la caída del ministro porteño de Seguridad. En agosto, en los umbrales de las urnas, la gestión bonaerense siguió a cubierto.
La muerte de Mariano Barbieri generó conmoción instantánea y, en el terreno político, impactó en primer lugar hacia el interior de Juntos por el Cambio. No fue sólo una cuestión de ámbitos, sino además de la actitud del funcionario que acaba de ser reemplazado. La imagen de Eugenio Burzaco en un partido del US Open fue determinante y, sobre todo, la falta de respuesta personal inmediata que señalan en la oposición y hasta en despachos del gobierno de la Ciudad. La decisión de Horacio Rodríguez Larreta cayó por su peso.
El funcionario, con cinco meses en el cargo, será reemplazado por Gustavo Coria, muy cercano a Diego Santilli y con recorrido en el área. No es ese el dato significativo. El mayor enojo de Patricia Bullrich estuvo centrado en lo que califican como una injustificable falta de reacción de Burzaco para regresar de inmediato, y como fuera, a Buenos Aires. La respuesta del jefe de gobierno, golpeado por el resultado de las primarias, pareció cerrar el círculo sobre la gestión porteña. Allí explicaban que el ministro había viajado a Nueva York con agenda específica y masticaban enojo por la imagen en la tribuna del tenis. Dicho de otra forma: de mínima, la peor combinación en viajes oficiales.
JxC había colocado el foco en la coronación de Carlos Melconian como la voz central en economía, desde ahora, más allá del imaginario del ministerio en caso de éxito electoral. Melconian abrió de entrada otro escenario para la discusión: de larga trayectoria propia, con reconocido manejo mediático y pieza deseada para cubrir el principal flanco de campaña, en un juego que descargaría tensiones a Bullrich y que, a la vez, afirma y también desafía el sentido tradicional de liderazgo político que intenta reponer la candidata.
Bullrich debió encarar en simultáneo la movida en materia económica y el tema de la inseguridad, un área que maneja con perfil cultivado por su paso como ministra. Y midió su reacción para no agregar heridas a la relación el jefe de gobierno porteño. Es un terreno en el que se habían diferenciado. Volvió a exponer su discurso en esta materia. Fue, si se quiere, una estribación amortiguada de aquella disputa interna, ruidosa y costosa en el camino a las PASO.
Todos los candidatos, con mayor o menor grado de consumo de encuestas, reconocen que el tema de la seguridad es prioritario. Lo perciben y escuchan reclamos en actividades de campaña, lo leen en informes sobre focus group y otros estudios cualitativos. Y lo señala el sentido común. Sólo la economía -inflación, empleo, ingresos- lo supera como tema de mayor preocupación social. En rigor, son angustias que conviven. Sin embargo, no genera debate, sino más bien cruce de reproches y hasta chicanas, casi como correlato de las jurisdicciones como divisoria de alineamientos políticos.
Los principales candidatos, esta vez, intentaron mostrarse cuidadosos en la superficie. Javier Milei dejó una frase sobre el “que las hace las debe pagar”. No fue original, pero pareció una señal acotada por las circunstancias. En cambio, el candidato porteño de La Libertad Avanza abundó en un discurso duro, con foco local y sin referencias globales sobre la inseguridad. Ramiro Marra no disimuló el sentido de campaña. Enfatizó el mensaje al presentar a su compañero de fórmula, Eduardo Jorge Martino, ex comisario con pasado en las policías Federal y de la Ciudad.
Desde el oficialismo nacional, fuera de alguna chicana, no avanzaron demasiado esta vez. La seguridad no representa el mejor terreno, por la gestión federal y por el cuadro bonaerense. Leandro Santoro, el candidato de UxP en la Ciudad, sí fue especialmente duro, habló incluso de zonas liberadas, aunque prefirió cerrar la carga sobre la gestión de Rodríguez Larreta. Aludió incluso al narcotráfico, tema imposible de limitar a un distrito por su entramado y por cuestiones judiciales, aun con las modificaciones hechas a la legislación específica.
En cualquier caso, el cálculo político suele estar exhibido por los niveles de énfasis en la condena de los hechos y el reparto de responsabilidades, o de culpas. Lo ocurrido en la antesala de las PASO fue quizá un punto máximo, porque el discurso varió directamente por el color político del municipio. La sucesión de hechos dramáticos dejó más expuesto el patetismo de algunos mensajes.
El caso que sacudió a todos fue el Morena Domínguez, la nena que murió como consecuencia del ataque sufrido para asaltarla cuando iba camino a la escuela. Ocurrió en Lanús, territorio de Néstor Grindetti. Desde el kirchnerismo apuntaron al intendente de JxC, que acaba de comsagrarse candidato a gobernador. En las 48 horas posteriores, se sumaron los casos de un médico, Juan Carlos Cruz, en Morón, y de un profesor jubilado, Nelson Peralta, en Guernica.
Las tragedias, cada tanto, corren el eje del temario. Dejan huella social, pero no alcanzan para provocar un debate de fondo. Y, peor, después se desvanecen hasta en el discurso.