“Ganamos”, le dijo Horacio Rodríguez Larreta el domingo a la mañana a un amigo que lo llamó para desearle suerte. El jefe de Gobierno porteño estaba convencido de un triunfo, ajustado, pero triunfo al fin. En la semana, sus colaboradores habían filtrado encuestas que lo daban parejo, con una ventaja en el corazón del Gran Buenos Aires que, según los estrategas porteños, le darían la ventaja final. Javier Milei, según esos estudios, se situaba en torno a los 20 puntos.
Cuando empezó a caer la noche y la suerte ya estaba echada, Rodríguez Larreta todavía seguía junto a sus más íntimos en las inmensas oficinas que alquiló sobre la calle Olazábal, en las que un contador, en el medio del salón principal, marcaba los días y las horas para las elecciones primarias. En Parque Norte, en el búnker compartido junto a Patricia Bullrich, los fanáticos de la ex ministra empezaban a festejar. “Me parece que ya está”, le sugirió un encumbrado colaborador de la candidata presidencial a uno de los principales asesores de Rodríguez Larreta, que pululaba nervioso en un pasillo por el que desfilaban ex funcionarios neutrales como Marcos Peña o Guillermo Dietrich. En ese momento, cerca de las 20 del domingo 13, la información preliminar ya arrojaba que Bullrich aventajaba a su rival en todos los distritos del país con excepción de Jujuy, terruño de Gerardo Morales. El asesor de Rodríguez Larreta se aferró a la fe: “Hay tres mesas de Quilmes que nos dan arriba”, disparó.
Enseguida, Mauricio Macri hizo su aparición por Parque Norte. Se sorprendió al verlo a Peña, su ex jefe de Gabinete al que muchos puertas adentro identificaron años atrás como uno de los culpables de la durísima derrota del 2019. Se dieron un abrazo. El ex Presidenta preguntó por el jefe de Gobierno, para saludarlo y, tal vez, compadecerse por el resultado. Rodríguez Larreta seguía en las oficinas de Olazábal: digería, junto a sus más leales, un final que ni el más pesimista de los larretistas se había imaginado. El precandidato llegaría a Parque Norte bien entrada la noche: estaba muy golpeado, pero entero, aseguraron. En el salón reservado para él y sus más cercanos, sin embargo, se escucharon llantos.
“Fuimos vendedores de sombreros en un momento en el que la gente dejó de usar sombrero”, se lamentaba en la semana uno de los más movedizos asesores del jefe de Gobierno que distribuyó generosos recursos y tejió acuerdos políticos por todo el país. Un estratega del riñón de círculo rojo político que subestimó la campaña austera pero empática de Bullrich y que, como su jefe y buena parte del sistema todavía sigue en shock no solo por la victoria de la ex ministra y la derrota del jefe de Gobierno, llamativa por su bajo caudal electoral; sino por el batacazo electoral de Javier Milei que, a una semana de las PASO, aún desnuda la crisis de las dos principales coaliciones.
El lunes, dirigentes del massismo y del larretismo cruzaron llamados teléfonicos y mensajes de WhatsApp. Una versión destacada, confirmada por colaboradores de Rodríguez Larreta y desmentida desde el Frente Renovador, dio cuenta de que Sergio Massa y el jefe de Gobierno, viejos amigos separados ahora por la contienda electoral, incluso se habían contactado. Los cruces sí incluyeron a Emilio Monzó, un dirigente que se la jugó por Bullrich pero que suele navegar en medio de la grieta y que, en caso de que la ex ministra llegue a la Presidencia, tendrá, junto a su coequiper Sebastián García de Luca, un lugar preponderante en la toma de decisiones: podría ser desde el Ministerio del Interior. El ex presidente de la Cámara baja es uno de esos políticos que siempre fascinó al círculo rojo, desconcertado ahora por la performance de Milei.
En privado, Massa reconoció en las horas posteriores a las primarias que su performance no fue la esperada y que gobernadores e intendentes peronistas del Gran Buenos Aires habían propiciado un corte de boleta que lo perjudicó notoriamente. Tucumán, Santa Fe, Formosa, Buenos Aires, Misiones y La Rioja son solo algunas de las provincias más evidentes.
En Tucumán, Massa y Juan Grabois obtuvieron el domingo 23 puntos menos que Osvaldo Jaldo meses atrás; en Formosa, UP cosechó casi un 30% menos; en La Rioja, el ganador fue Milei, y en Santa Fe, el gobierno quedó tercero, cómodo, y también ganó el libertario. En la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof sacó 13 puntos menos que en el 2019, pero cuatro más que la suma del ministro de Economía y Grabois.
El corte se repitió en decenas de intendencias del conurbano y el interior bonaerense. Hubo casos emblemáticos como el de Mercedes, la comarca de Eduardo “Wado” de Pedro, el jefe de campaña de Massa, en el que el intendente obtuvo 20% más de votos que el candidato.
En el tramo final de la campaña, Massa había promocionado el nuevo entendimiento con el Fondo Monetario para el desembolso de unos 10.000 millones de dólares como una manera de desligarse del día a día del Ministerio y volcarse de lleno a la campaña para el sprint final. Desde el bombazo electoral del domingo de Milei, el jefe del Frente Renovador tuvo que volver a abocarse exclusivamente a la economía. En ese contexto deberá ahora ponerse nuevamente al frente de una campaña cuesta arriba: el ministro repartió la semana entre la crisis económica y la crisis por el corte de boleta en todo el país.
Una crisis que el ministro tuvo que capear esta primera semana post electoral casi en soledad. Los voceros políticos que el gurú catalán Antoni Gutiérrez-Rubí preparó durante el último mes se corrieron de la escena pública. Al cierre de esta nota, tanto Cristina como Máximo Kirchner -también Alberto Fernández, marginado de la toma de decisiones- seguían en silencio.
Massa insiste de todos modos en dar la pelea. Cree que puede meterse en el balotaje con el compromiso de los gobernadores en algunas provincias y de los intendentes en el conurbano bonaerense. El fenómeno Milei y la crisis de representación política, sin embargo, amenaza con lesionar parte de su proyecto: el ministro se propuso ser jefe y liderar un sector importante del sistema político, empresario y judicial de relaciones al que le dedicó mucho tiempo y trabajo en los últimos años. La relación entre ese capital y la suerte electoral está ahora bajo análisis.
Para Bullrich, la nueva campaña es igual de empinada. El encuentro del miércoles entre la candidata y Rodríguez Larreta fue cordial y solemne. El jefe de Gobierno bajó la orden a su tropa de trabajar sin fisuras para la elección de Jorge Macri. Pero las heridas entre el larretismo y el bullrichismo todavía siguen abiertas.
El cimbronazo de las primarias de Milei las dejó bien al descubierto. Ahora, con ese shock post electoral a cuestas, en el campamento de Juntos por el Cambio reconocen que la interna partidaria desgastó a sus candidatos y que el economista libertario se aprovechó de esa disputa para empatizar aún más con su discurso anti sistema con un electorado harto de las pujas palaciegas. “Larreta nos tiró para abajo”, dispararon por estas horas desde el bullrichismo.
La performance de JxC por debajo de los 30 puntos dejó a Bullrich frente a un escenario incierto y le dio a Massa una chance más, la última, de meterse en el balotaje.
“Ahora vamos por los votos de Checoslovaquia”, explicaron con metáfora histórica desde el entorno de Bullrich en alusión a Córdoba, ese estado que en el 2015 le proporcionó a Macri un aluvión de votos para su triunfo presidencial y que en esta última elección desapareció en términos comparativos para la coalición opositora. De esa provincia -la ex presidenta del PRO tiene previsto visitarla esta semana, además de mostrarse con diputados y gobernadores de la oposición-, de Mendoza y de Buenos Aires esperan recolectar las adhesiones necesarias para mejorar la performance. También de los votantes que se ausentaron. En el bullrichismo están convencidos de que los 11 puntos de Rodríguez Larreta no le pertenecen al jefe de Gobierno. Hay dudas. Es parte del laboratorio de análisis de resultados que esta semana volvió a reactivarse de cara a octubre.
Según los primeros estudios, Milei subió en las horas posteriores al triunfo unos 6 puntos en su imagen. Bullrich, dicen sus colaboradores, se mantuvo igual. Esta semana hubo además encuestadores que trabajaron para Rodríguez Larreta y que llamaron al entorno de la ex ministra para ponerse a disposición. En las filas de la candidata presidencial empezaron a notar ahora la impresionante maquinaria que tuvo el jefe de Gobierno porteño a disposición, y que quedó desactivada desde el domingo: “Nosotros teníamos 200 personas en total, ellos casi un centenar solo para el equipo de Opinión Publica”.
Nadie de esos centenares de dirigentes, consultores, políticos, financistas y estrategas esperaba una performance tan apabullante como la de Milei y que JxC quedara, como el Gobierno, al borde del colapso electoral. Hay operadores internos que ahora empezaron a instalar la idea de un Juntos por el Cambio disperso en una crisis sin retorno si es que no entra al balotaje de noviembre.
Macri es consciente de esa opción, pero coquetea con el peligro. Sus contactos fluidos con Milei no generan ningún tipo de simpatía en el campamento bullrichista. El libertario saborea esas internas: en las últimas horas dijo que, en caso de ser presidente, propondría al ex Presidente como su “representante en el mundo”, una sugerencia que obligó al macrismo a desmentirla.
Menos a Milei, la crisis atraviesa a todos por igual.
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