Sergio Massa reapareció en la noche del miércoles después de un largo silencio que unió el final del domingo, después de la derrota en las PASO, y las últimas horas del día en el que el dólar blue estuvo al límite de llegar a $800. La entrevista televisiva que protagonizó fue la luz verde de la nueva etapa de campaña. Habilitó el segundo tramo del proceso electoral en medio de un clima tenso en el interior del oficialismo.
Pocas horas después los primeros voceros del oficialismo saltaron a la cancha. Uno por cada sector. Andrés “Cuervo” Larroque por el kirchnerismo y Gabriela Cerruti por el albertismo. Los dos coincidieron en el diagnóstico y las consecuencias. Una señal visible del nuevo tiempo del peronismo. Unidad en el discurso después de dos años de una interna inagotable y desgastante. Los dos apuntaron a Milei.
Cerruti aseguró que “tiene actitudes claramente antidemocráticas” y Larroque aportó sus frases cortas de alto impacto: “El infierno tan temido está muy cerca”. La reacción del peronismo tardó pero llegó. Fue cuatro días después de haber recibido un golpazo electoral que ahora intentan disimular advirtiendo que la teoría de los tres tercios ya estaba asumida en las filas oficialistas.
Esa idea que explicitó Cristina Kirchner varias semanas atrás, tenía interpretaciones diferencias a las actuales. En Unión por la Patria (UP) esperaban que el espacio sumara entre 30 y 32 puntos. “Grabois junta por izquierda y la estructura empuja a Sergio”, repetían. Se imaginaban a Massa en 24 o 25 puntos y a Grabois en 5 o 6. La realidad ajustó los porcetajes en 21,40% y 5,87%.
Aspiraban a que el ministro de Economía sea el más votado y que la fuerza política quedara en el segundo lugar. Ninguna de las dos cosas pasó. Por eso el golpe fue tan duro y hubo, según sintieron en muchos sectores del peronismo, falta de reacción en las primeras horas. Sobre todo teniendo en cuenta que en la mañana del lunes el Gobierno efectuó una devaluación del 22% sobre el dólar oficial.
Lo cierto es que el último miércoles Massa plantó su bandera de candidato y ministro, y abrió el juego. Acá estoy. No me voy. Me quedo a enfrentar un nuevo temporal. Tengo responsabilidades y objetivos. Milei y Bullrich en el gobierno agravarían la delicada situación económica de la Argentina. Palabras más, palabras menos ese fue el mensaje. Una señal que necesitaban puertas adentro del oficialismo.
Las versiones de una posible salida de Massa del Palacio de Hacienda comenzaron el martes a la noche con una declaración del diputado nacional Eduardo Valdés. En una entrevista le pidió al ministro que después de viajar a Estados Unidos para reunirse con el FMI - viaje que se concretará la semana que viene - se ponga al hombro la campaña las 24 horas. En otras palabras, le pidió que deje el ministerio de Economía y se aboque durante dos meses a la campaña electoral.
Valdés se metió solo en una polémica de la que después buscó salir. Sus expresiones se interpretaron como un pedido de que Massa renuncie luego de haber efectuado la devaluación del dólar oficial. Por eso tuvo que aclarar su postura en las redes sociales. En el massismo evitaron darle trascendencia a la declaración. Fue, en todo caso, un pedido aislado. Algunos lo entendieron como una presión del kirchnerismo. La vida interna del peronismo es tan inestable que de cada hecho siempre suele haber mas de dos versiones.
La jornada del miércoles - en la que el dólar blue subió $70 y quedó en $780, lo que generó una brecha cambiaria del 112%, retrató la inestabilidad que genera el mercado paralelo. El dólar libre estuvo al borde los $800 y los precios desaparecieron. Nadie compra, nadie vende. Desde que abrieron los mercados el lunes y el Gobierno devaluó, la divisa paralela no paró de subir hasta el jueves, que cedió $20. Sube y baja. Un película repetida de hace algunos meses que pone al oficialismo en una situación de debilidad.
La tensión cambiaria afecta las proyecciones inflacionarias y electorales del peronismo, y eso queda en evidencia en la preocupación que está enquistada en el espacio político. La dirigencia visualiza un camino extremadamente espinoso hasta las elecciones generales del 22 de octubre. Un sueño difícil de vender. Detrás del empuje del ministro y candidato hay preocupación de la dirigencia. Pero, aún en un contexto difícil, muchos creen que el partido está lejos de haber terminado.
“Lo único que vamos a tener para luchar es el miedo que puede generar en la gente las medidas de Milei. Hay que explicarles bien. Pero con una inflación mensual de dos dígitos es difícil que entre ese mensaje”, se sinceró el intendente de uno de los distritos más poblados del conurbano bonaerense. La proyección de inflación para los próximos dos meses, con grandes chances de llegar a los dos dígitos, generó pesimismo en las filas peronistas. No hay discurso alentador que pueda matizar el temor de los propios.
El oficialismo está atormentado por los resultados del domingo, pero dejó atrás la quietud de los primeros días para volver a embarrarse en el escenario electoral. La semana que viene habrá anuncios para intentar recomponer las heridas que ya empezó a dejar la devaluación. Mientras tanto, todos los días habrá dardos a Milei, el elegido para confrontar.
A mitad de semana el massismo ejecutó un primer movimiento para levantar los temas polémicos que Milei sembró en los últimos meses. El diputado nacional Ramiro Gutiérrez presentó un proyecto de ley que prohíbe la comercialización y el tráfico de órganos humanos. Fue una respuesta a la idea del libertario sobre la compra y venta de órganos. Una forma de exponer ante la sociedad el costado más cuestionable del candidato mas votado en las PASO.
En lunes a primera hora Milei saltó a la cancha electoral rápidamente para capitalizar el triunfo y explicar sus medidas. En estado zen, distante de su estilo, pisó el acelerador y detalló sus intenciones. Patricia Bullrich tardó unas horas más y se mostró con Rodríguez Larreta en un símbolo de unidad. Necesita contener a esos votantes bajo el paraguas de Juntos por el Cambio. Sergio Massa se concentró en la economía y puso la campaña en stand by hasta el miércoles. Diferentes reacciones y diferentes responsabilidades.
En el oficialismo entienden que los próximos 10 días serán determinantes para estabilizar el tipo de cambio y diseñar un paquete de medidas que permita una recomposición del salario frente al aumento de los próximos índices de inflación. “Estabilización y recomposición. Esa es la clave. Si lo logramos, podemos meternos en el balotaje”, aseguró un importante dirigente social afín al oficialismo.
En UP hay visiones distintas sobre el impacto real que tendrá la inflación en la campaña. Desde intendentes que piensan que un índice posible del 12% deja fuera de juego al oficialismo hasta un puñado de dirigentes sociales que entiende que con más contención en la clase media y baja, sumado al contraste con las propuestas de Milei, se puede llegar a una segunda vuelta.
“Tenemos que aspirar a encontrar votos en el ausentismo y convencer a muchos votantes de Milei que son nuestros. Pero faltan anuncios, políticas importantes que le den un marco a la elección. Nos olvidamos que Alberto es presidente. No aparece. Cristina está corrida. No hay capacidad de reacción”, sentenció un influyente intendente del conurbano, donde hubo corte de boleta y diferencias entre la elección local y la nacional.
En algunas terminales del oficialismo entienden que el golpe del último domingo fue “muy fuerte”, que hubo “muchos errores” y que “no hay ánimo” para coordinar el nuevo tramo de la campaña con rapidez. Es un momento donde en el peronismo existen más preguntas que respuestas.
En la cúpula de UP entienden que uno de las claves es aumentar la cantidad de votos en el conurbano. Los intendentes son determinantes. Pero, al mismo tiempo, ellos se juegan su continuidad en los municipios. Si perciben que la boleta nacional no los tira hacia arriba, entonces asegurarán su territorio jugando con el corte de boleta. No lo reconocerán nunca en público, pero algunos se animan a confesarlo en privado.
El escenario del oficialismo es complejo, pero en el interior de la coalición sigue estando prendida la llama de la esperanza. Hay quienes todavía creen que pese a la inflación, el duro golpe electoral y la ausencia de una estructura de gobierno (que se deshizo en una interna feroz), se puede entrar al balotaje con Milei, a quien ya imaginan en la segunda vuelta.
La proyección de ese escenario es porque también creen que así pueden confrontar con un candidato al que es más fácil ganarle que a Juntos por el Cambio. El abismo o Massa, repiten en el Palacio de Hacienda. Faltan 64 días para la próxima elección. El gran problema del peronismo es la inconsistencia del futuro inmediato. Lo saben y lo asumen. Un primer paso clave para intentar diseñar una nueva estrategia de campaña y encontrar un mensaje que cautive a los que le dieron vuelta la cara.
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