Llegó el gran día. La pelea en Juntos por el Cambio ya no será la misma. Sólo seguirá uno de los dos en la carrera hacia la Casa Rosada. Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich protagonizan este domingo una de las grandes incógnitas de las PASO. Quien se imponga será no sólo el candidato presidencial de Juntos por el Cambio para las elecciones generales de octubre, sino también el que asumirá el liderazgo en la oposición tras el papel protagónico que ejerció Mauricio Macri desde 2015.
Los dos llegan con equipos y propuestas propias, pero, sobre todo, con improntas distintas para tratar de derrotar al kirchnerismo y hacer las reformas necesarias para que la Argentina supere su crisis. Pese a la efervescencia del enfrentamiento interno, finalmente pudieron acordar un búnker compartido para esperar los resultados en Parque Norte y definieron que el triunfador será quien resuelva el formato con el que se comunicará la noticia más esperada. La foto final de la noche, según lo pactado entre ambos, tendrá a los principales candidatos y dirigentes de JxC sobre el mismo escenario del salón Ombú del predio que regentea el Sindicato de Comercio, encabezado por Armando Cavalieri.
El larretismo tenía proyectado instalar el búnker en Costa Salguero, el sitio que tradicionalmente eligen el PRO y Cambiemos/Juntos por el Cambio para el día de las elecciones, pero los bullrichistas lo vetaron: la precandidata presidencial exigió un lugar “más austero”. Por eso surgió la alternativa de Parque Norte para que Larreta y Bullrich, más sus equipos, aguarden los números de las PASO.
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De todas formas, el búnker elegido tiene mucha menos capacidad que el de Costa Salguero: hay espacio para unas 1.300 personas en total, mientras que en los salones de la Costanera entraban 5.400. Eso implicará que ningún sector llevará sus militantes. Aunque unos y otros terminarán en el mismo lugar, Larreta y su círculo íntimo seguirán las primarias en las oficinas de la calle Olazábal, en Belgrano, donde instaló su comando de campaña, mientras que Bullrich y sus colaboradores harán lo mismo en el piso que les prestaron en la calle Hipólito Yrigoyen, frente a la Plaza de Mayo.
Se calcula que los precandidatos presidenciales llegarían a Parque Norte a las 21.30, cuando ya tengan los números de las mesas testigo que les permitirían anticipar la tendencia en las urnas. Desde ambos sectores vaticinan que puede haber demoras en los resultados de la votación en la ciudad de Buenos Aires, donde el sistema de elecciones concurrentes obliga a votar con dos urnas, y también en la provincia de Buenos Aires, con las complicaciones que desata una disputa tan intensa en JxC.
Aun así, larretistas y bullrichistas acordaron que a última hora de la tarde habrá tres salidas que compartirán los dirigentes de los dos sectores para anunciar a los periodistas los números en el distrito porteño, el bonaerense y, finalmente, en el plano nacional. Si las cifras se demoran, hay irregularidades o la diferencia de votos es ajustada, todos saben que los referentes de cada fracción quedarán liberados para hablar por afuera del cronograma consensuado. Será imposible evitar la tensión.
No está tan claro cuándo irá Mauricio Macri a Parque Norte. Aunque la semana pasada le hizo nuevamente un guiño a Bullrich y tomó distancia de Larreta, el ex presidente quiere asumir un rol de contención entre los dos precandidatos para mostrar una imagen de unidad que será clave a partir del lunes 14 para captar los votos necesarios en octubre. Para el larretismo, no ayudó mucho a ese objetivo que Macri y Bullrich hayan desayunado juntos este sábado, a pocas horas de las PASO.
Rodríguez Larreta y Bullrich son los ejes de dos modelos políticos distintos. El jefe de Gobierno se recostó más en la construcción multicolor de Juntos por el Cambio que en la ortodoxia del PRO, con un declarado objetivo de sumar figuras para ampliar el espacio opositor y, en caso de llegar al Gobierno, buscar alianzas para lograr el 70% de consensos políticos y así obtener las leyes para los cambios que se requieren. La ex ministra de Seguridad, en cambio, se aferró a la consigna de no hacer ningún acuerdo corporativo y basarse en el poder de “la gente” para impulsar las reformas de fondo.
Larreta se abrazó a conceptos que definieron su perfil político como consenso, diálogo y experiencia en la gestión, con un explícito llamado a dejar atrás la grieta, mientras que Bullrich se apropió de las ideas de la fuerza, el orden y la “no negociación” con cualquiera, en sintonía con el precepto macrista de que “somos el cambio o no somos nada”, reconvertido en “si no es todo, es nada”.
En su derrotero como candidato, Rodríguez Larreta repitió a nivel nacional el mosaico político que logró en la ciudad de Buenos Aires: aglutinó a líderes de la UCR como Gerardo Morales, Martín Lousteau, Facundo Manes y Rodrigo de Loredo, y a la Coalición Cívica de Elisa Carrió y Maximiliano Ferraro; sumó a peronistas como Miguel Ángel Pichetto, liberales como José Luis Espert y una referente del sector evangelista como Cynthia Hotton, mientras contó con el apoyo final de María Eugenia Vidal desde el PRO. Y obtuvo el respaldo explícito de gobernadores electos de JxC en provincias importantes como Maximiliano Pullaro (Santa Fe) Claudio Poggi (San Luis) y Marcelo Orrego (San Juan).
Bullrich, por su parte, se diferenció del estilo de “acumulación de dirigentes” de su adversario y prefirió destacar que priorizaba el “apoyo de la gente”. Ese modelo la llevó a cerrar las listas legislativas con esa misma orientación: antes que a referentes de la política tradicional eligió a figuras de la cultura como el bailarín Maximiliano Guerra, el actor Luis Brandoni, el escritor Federico Andahazi o el músico Emilio del Guercio. En esa misma línea, designó a un “tapado” como su compañero de fórmula a Luis Petri, un radical con perfil de outsider, y no a Maximiliano Abad, jefe de la UCR bonaerense. También fue consiguiendo aliados desde el radicalismo como Alfredo Cornejo, Carolina Losada, Rodolfo Suárez y Luis Naidenoff; figuras fuertes del PRO como Néstor Grindetti y Cristian Ritondo; dirigentes provenientes del peronismo como Joaquín de la Torre y el operador “antigrieta” Emilio Monzó, su última incorporación política, quien ya participaba del andamiaje bullrichista a través de dirigentes propios como Sebastián García de Luca -el armador bonaerense- y Nicolás Massot.
Larreta y Bullrich tienen propuestas de gobierno similares, aunque con diferencias que surgen de la impronta de cada uno y, sobre todo, de su origen: el jefe de Gobierno diseñó las diferentes medidas de manera plural a partir de las fundaciones que pertenecen a los partidos de JxC, mientras que la ex ministra de Seguridad, luego de patear el tablero por sentirse discriminada por el larretismo en el trabajo de esos equipos, avanzó de manera autónoma, aunque con el velo protector de Macri.
Lo que no es parecido de ambos, entre tantos aspectos, es su actitud ante Javier Milei, el líder libertario que podría obtener en las primarias un caudal de votos que confirmarían que una parte importante del electorado lo elegirá para expresar su bronca contra “la casta”. Bullrich nunca ocultó que si llega a la Casa Rosada buscaría sumar a los legisladores de Milei para avanzar con el “shock de cambios”. En esa elección de potenciales aliados también sintoniza con el pensamiento de Macri, quien habla muy seguido con el líder de La Libertad Avanza y comparte su idea de que hay que “dinamitar casi todo” para romper la matriz populista. Larreta, en cambio, no oculta que está en las antípodas de Milei y que mantiene su esquema de acuerdos con sus socios tradicionales de JxC.
Para el alcalde porteño, apoyado en el célebre aparato porteño y en el armado de una coalición ampliada, este 13 de agosto será el día que siempre soñó si logra ganarle a su rival: suele decir que desde chico tenía en claro que quería ser presidente. Quizá no imaginó que, luego de 8 años al frente del gobierno de la ciudad y como natural heredero del fundador del PRO, iba a tener que competir con una figura que lo desafió desde un poder construido en la jefatura del partido a partir del aislamiento por el Covid-19, sin el condicionamiento que impone la gestión de gobierno, con una fuerte prédica contra la “cuarentena eterna” expresada en los “banderazos” y una oposición integral al kirchnerismo.
Larreta seguramente tampoco habrá contemplado que Macri no iba a jugar decididamente de su lado para definir la candidatura del espacio opositor y mucho menos que inclinaría la cancha en favor de Bullrich. El ex presidente no le perdonó que lo hayan querido jubilar antes de que él lo decidiera. Con la excusa de equilibrar la pelea interna ante la mayor cantidad de recursos humanos y económicos del jefe de Gobierno, Macri ayudó a Bullrich acercándole dirigentes y contactos de altísimo nivel.
El punto de quiebre definitivo entre Larreta y Macri fue la convocatoria a elecciones concurrentes en la ciudad, una decisión que equipara las chances entre Jorge Macri y Martín Lousteau en la competencia por la Jefatura de Gobierno. Para el macrismo, fue la comprobación de un acuerdo político entre Rodríguez Larreta y el senador nacional de la UCR para “entregarle” el bastión electoral del PRO a cambio del respaldo a su proyecto presidencial. Los larretistas se quejan de que el primo del ex presidente eligió una foto con Bullrich antes que definirse por quien le abrió la puerta grande del distrito. Detrás de esa jugada están seguros de que el que movió los hilos fue Mauricio Macri.
¿Será el ex mandatario el mandamás en las sombras de un eventual gobierno de Bullrich? La personalidad de la jefa del PRO en uso de licencia hace sospechar a muchos que en caso de acceder a la Presidencia le pondría límites para ejercer a pleno su cargo y evitar el “doble comando” al estilo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Paradójicamente, si llegara a la Casa Rosada, un Larreta de estirpe gandhiana podría asegurarle a Macri un lugar más preservado en la estructura de poder.
Hay provincias en donde, se supone, predomina el voto a Larreta y otras en las que pesa más el respaldo a Bullrich. Pero donde se entablará la batalla central por el nuevo poder, y no sólo en Juntos por el Cambio, será en la provincia de Buenos Aires. ¿Podrá la oposición arrebatarle nuevamente, como en 2021, el distrito más decisivo del país a Unión por la Patria, ese enclave en donde aspira a atrincherarse el kirchnerismo en caso de derrota nacional? El larretista Diego Santilli y el bullrichista Néstor Grindetti se juegan a todo o nada en una elección en la que también se perfila la gobernabilidad de un territorio clave para quien asuma el 10 de diciembre en la Casa Rosada.
Estas PASO son las más inciertas que se recuerden desde que se instauraron, especialmente por la intensidad de la pelea en Juntos por el Cambio. Tampoco está claro el nivel que alcanzará la abstención electoral, el fenómeno que se fue dando en todas las elecciones provinciales. Y nadie sabe cómo impactará en el electorado la sucesión de crímenes de Morena Domínguez, la nena de 11 años; del médico Juan Carlos Cruz y del jubilado Nelson Peralta, las tragedias recientes que enlutaron el conurbano y marcaron el final anticipado de la campaña: ¿hacia dónde irá el voto bronca? Más difícil es predecir si el rumbo que indiquen las urnas terminará en una solución que evite las muertes.
Cada precandidato tiene encuestas que lo dan mejor que a su rival. Larreta cree que tiene más posibilidades por el apoyo del electorado de centro. Bullrich, que le lleva ventaja a su rival porque encarna más fielmente a los que quieren un cambio profundo. Algunos comparan este duelo con la interna peronista de 1988 entre Antonio Cafiero y Carlos Menem, es decir, el aparato partidario vs. el político disruptivo. Falta poco para comprobar cuánto hay de realidad y de fantasía.
El que gane, de todas formas, necesitará al que pierda (y a los que lo votaron) para triunfar en las elecciones de octubre. Esa señal civilizada de Juntos por el Cambio es la que deberá escenificarse esta noche, además, porque nadie tiene muy en claro qué pasará desde el lunes 14 con la economía ni con la interna de Unión por la Patria. Con las PASO llegó el día más esperado. Y el más temido. El país que viene tendrá muchísimo que ver con la imagen que brinden esta noche Larreta y Bullrich.
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