En medio de un clima social enrarecido, con un espiral de hechos de inseguridad y violencia que empezó el miércoles último con el asesinato de Morena Domínguez, una nena de 11 años sorprendida por dos motochorros en la puerta de su colegio en el conurbano bonaerense, un crimen que obligó a suspender la campaña de manera abrupta, el frente oficialista Unión por la Patria y la oposición liberal y de Juntos por el Cambio se medirán este domingo en el primer test presidencial del calendario, una elección con final incierto y plagada de interrogantes que empezará a vislumbrar el recambio de gobierno a partir del 10 de diciembre próximo.
A contrarreloj, después del lanzamiento trunco del ministro Eduardo “Wado” de Pedro y de una interna fallida con el embajador Daniel Scioli, y de una negociación de última hora en la cúpula del kirchnerismo, el PJ cerró filas detrás del ministro de Economía, Sergio Massa, el precandidato de la unidad mayoritaria de UP que buscará por segunda vez la Presidencia en una disputa simbólica con Juan Grabois, que tratará de absorber a parte del electorado kirchnerista.
Sin embargo, la interna más atractiva y crucial por el resultado de este domingo se dirime dentro de Juntos por el Cambio entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, un mano a mano que en los últimos meses acumuló tanta tensión, operaciones cruzadas y acusaciones políticas y personales que recién esta semana se confirmó que al final esperarían juntos el escrutinio provisorio en el búnker de Parque Norte.
El diputado Javier Milei, el precandidato presidencial de La Libertad Avanza, intentará dar el batacazo electoral: en una primaria repleta de incertidumbres incluso para los encuestadores, atravesada por un creciente malhumor social y con una luz de alerta por la cantidad de electores que concurran a votar -el viernes, la Cámara Nacional Electoral emitió un comunicado en el que llamó “a la ciudadanía al ejercicio del derecho fundamental del sufragio”-, el economista libertario quiere capitalizar la apatía de buena parte del electorado con la política tradicional y aumentar su significativa performance de las elecciones legislativas del 2021.
Milei emergió en esos comicios de medio término tras acaparar la atención de un sector importante de los votantes, en especial de los más jóvenes, con un discurso disruptivo y extremo en contra de lo que bautizó como “la casta política”. Su fuerza fue la tercera más votada, con poco más del 17% de los votos.
En total hay 35.405.013 personas habilitadas para sufragar este año, que podrán elegir entre 17 precandidatos presidenciales. De esos, solo cinco tendrán internas partidarias: UP, JxC, el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, que postulan a Myriam Bregman y Gabriel Solano, y el MIJD, donde compiten Raúl Castells y Santiago Cúneo. El resto deberá llegar al 1,5% para competir en octubre.
En el caso del peronismo, además de Massa y Grabois, el gobernador Juan Schiaretti es el otro precandidato que procurará cosechar una buena cantidad de votos en Córdoba. Rodríguez Larreta estuvo cerca de sellar una alianza con el mandatario provincial, pero fue vetado por el sector más duro del PRO, en particular por Mauricio Macri y Bullrich.
La semana pasada, varios de los involucrados en ese acuerdo trunco cenaron en el departamento de uno de ellos, y volvieron a avanzar en conversaciones para después de las PASO, y para el caso de que el jefe de Gobierno se imponga frente a Bullrich.
Hasta Santa Fe, la decimosexta elección del año, se habían ausentado más de cinco millones de electores en los comicios provinciales. Un dato que inquieta, y mucho, este domingo.
Para UP se trata de una elección atípica. No solo por el experimento del ministro-candidato y por el temor a una abstención mucho mayor que el habitual, sino porque comenzarán además a redefinirse en esta instancia los liderazgos dentro del peronismo y el rol que la ex presidenta Cristina Kirchner, ausente otra vez en la boleta con la supuesta excusa de la “proscripción”, tendrá a partir de diciembre.
El futuro del presidente Alberto Fernández es bastante más nítido: corrido del proceso electoral, renunciado a la posibilidad de buscar su reelección, Fernández tuvo una última intervención en las decisiones cuando consensuó con la Vicepresidenta y Massa la postulación del ministro de Economía y del jefe de Gabinete, Agustín Rossi, como compañero de fórmula, además de un par de lugares en las listas para funcionarios de su confianza.
Después de eso, el Presidente quedó marginado de todas las decisiones de campaña, y a cargo de una agenda de gestión inocua. Este domingo, ni él ni Cristina Kirchner tenían previsto aparecerse por el búnker de UP en el Complejo C, en el barrio porteño de Chacarita.
El peronismo se enfrenta, en ese sentido, a una elección desafiante tras casi cuatro años de una crisis compleja, con internas que escalaron al máximo nivel, un desorden político inédito y un programa económico que llevó a la inflación a niveles récord y del que se despegó el propio kirchnerismo.
En ese contexto, Massa tiene intenciones de liderar el PJ que viene. Quiere ser jefe. Cristina Kirchner, a la que enfrentó en el 2013, conoce a la perfección sus planes. Para eso, el funcionario engrosó en los últimos tiempos sus vinculaciones con el círculo rojo empresario, judicial, sindical y político, y hasta trabó una relación de privilegio con un sector de la administración norteamericana.
El ministro de Economía, de todos modos, llega a las elecciones primarias de hoy con casi dos meses de una campaña singular en su haber. Según los cerebros electorales de UP, que hicieron base estas semanas en el búnker de la calle Bartolomé Mitre, a la vuelta de la Casa Rosada, se trató de una estrategia consensuada, pero lo cierto es que Cristina Kirchner, la dirigente más convocante del peronismo, compartió solo tres actos con el precandidato y luego se llamó a silencio. El último fue el 17 de julio, hace casi un mes.
La Vicepresidenta, por caso, no se mostró ni una sola vez durante la campaña primaria con Axel Kicillof, el gobernador bonaerense que empezará a buscar este domingo su reelección en el principal distrito del país: la provincia de Buenos Aires ostenta el 37% del padrón nacional. La siguen Córdoba, Santa Fe y la ciudad de Buenos Aires. Los dos primeros, territorios en los que el ministro de Economía desembarcó en el sprint final de campaña para tratar de compensar algo de la oleada de adhesiones en favor de la oposición.
En la oposición de Juntos por el Cambio se ilusionan, por caso, en que el mapa electoral del país a partir de diciembre próximo sea muchísimo más balanceado que ahora, envalentonados por triunfos como los de Santa Fe, San Juan o San Luis.
Rodríguez Larreta o Bullrich quedarán hoy afuera de la primera vuelta de octubre. En los últimos meses, el jefe de Gobierno y la ex ministra de Seguridad se enfrascaron en una interna que se consolidó como la más cruenta de las primarias y que abre una incógnita desde este lunes por las consecuencias del resultado electoral y las eventuales heridas internas.
Mauricio Macri, que en marzo anunció que no se presentaría nuevamente a presidente, espera expectante.
A pesar de su apoyo a Bullrich, el fundador del PRO buscó en estas dos semanas finales de campaña un equilibrio interno, propició el lunes una foto de unidad junto a su primo Jorge y ambos precandidatos, y evitó explicitar públicamente su adhesión a la ex ministra. Una especie de tregua final de cara al resultado de hoy. Fuentes de ese espacio aseguraron de hecho a este medio que el jefe de Gobierno y el ex Presidente retomaron un diálogo algo más constructivo que los últimos, después de que Macri enfureciera por la decisión del jefe de la Ciudad de desdoblar las elecciones nacionales de las porteñas a través del sistema concurrente, una maniobra que el ex mandatario se enteró por los diarios y con la cual se sintió amenazado en su liderazgo.
Para Macri, la Ciudad nunca fue prenda de negociación.
El ex presidente es consciente de que el jefe de Gobierno pretende sepultar su liderazgo para convertirse, en caso de ganar la interna partidaria, en el líder del espacio. Para eso, el jefe de Gobierno cerró una serie de acuerdos políticos y desplegó por todo el país una ingeniería financiera sin precedentes. Rodríguez Larreta está obsesionado con llegar a la Casa Rosada desde hace décadas, un viejo objetivo para que el se preparó con más énfasis desde que se hizo cargo de la Ciudad y que la ex ministra puede arruinarle en estas horas.
Durante todo el proceso, Macri trató de interceder en favor de Bullrich: habló con empresarios para que colaboraran con su proyecto. La ex presidenta del PRO encabezó una campaña mucho más austera que su rival, y apeló a un tono épico que empezó a desarrollar durante la pandemia a través de una oposición intransigente contra el Gobierno. “Si no es todo, es nada”, sintetizó su propuesta de cara a este primer test electoral.
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