Néstor Kirchner fue el único presidente peronista que llegó a la Casa Rosada a través del voto popular y decidió renunciar a su reelección (2007) para ejecutar un ambicioso proyecto de poder que implicaba a su esposa Cristina Fernández con dos mandatos sucesivos y después establecía su retorno a Balcarce 50 para cerrar ese ciclo de partido dominante.
A diferencia de Néstor Kirchner, Alberto Fernández no declinó su reelección para iniciar un movimiento político de largo aliento que terminaba en su regreso al Poder Ejecutivo en diciembre de 2031. Al contrario, el Presidente maniobró durante meses para continuar durante cuatro años más, pero su imagen pública, la situación económica y la guerra de guerrillas liderada por CFK enterraron su proyecto personal.
Con la designación de Sergio Massa como candidato presidencial, Alberto Fernández inició su ciclo de Pato Cojo. El jefe de Estado resiste este síndrome que ya transformó su agenda doméstica en liviana rutina oficial, mientras apuesta a sus viajes al exterior como epílogo de su mandato presidencial.
Alberto Fernández influye muy poco en la campaña de Unión por la Patria que centraliza Sergio Massa. No tiene oficina en el bunker de la calle Mitre, no participa en las reuniones que lidera el ministro de Economía con Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro para ajustar la estrategia electoral, y su imagen no aparece en ninguna publicidad de ningún candidato que hoy compite en las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO).
Esa anomia cesa parcialmente cuando Massa comenta al Presidente qué medidas diseña en plena campaña electoral. No hay manera de ejecutar una decisión oficial sin la autorización del Jefe de Estado, y por eso Massa y Alberto Fernández mantienen un diálogo fluido en los temas que conectan al Ministerio de Economía con la actividad proselitista del candidato de Unión por la Patria.
Pero cuando esta agenda de compromiso mutuo se agota, Massa continúa con su campaña y Alberto Fernández regresa a la soledad de Olivos. Pocos funcionarios llegan al lugar, y los teléfonos ya no suenan como antes.
El Presidente jura que está satisfecho con el proceso electoral y considera que la unidad de la coalición oficialista es un triunfo personal. Tenía una mirada crítica sobre la designación de Wado de Pedro como candidato, digitada por CFK, y cree que Massa tiene posibilidades de coronar el próximo 10 de diciembre.
Tras ese objetivo político, que considera clave para terminar con veinte años de proyecto kirchnerista, Alberto Fernández aceptó su cancelación como presidente y titular del Partido Justicialista al momento de participar en los actos de Massa o en la formulación de la táctica electoral que se mueve en zigzag ante la inseguridad en el conurbano o la escala del dólar blue en la city financiera.
El Presidente ya sabe que no irá al bunker montado en Chacarita para recibir los resultados de las PASO, y aguardará las novedades en la quinta de Olivos. Cristina tampoco irá al bunker oficialista, y recibirá los datos electorales en Santa Cruz. Es decir: Massa afrontará sin sus socios políticos el número que le toque al final de estas primarias.
El candidato optó por esta soledad para colocar su candidatura lo más lejos posible del Presidente y la Vicepresidenta. Las encuestas de Massa señalan que Alberto Fernández y Cristina funcionan como un peso muerto ante los electores indecisos y los votantes independientes, y el candidato oficialista no quiere dar ventaja rumbo a la primera vuelta en octubre.
La secuencia política es inédita y su final es incierto. El presidente que exhibió una altísima imagen positiva en la pandemia declinó su eventual reelección ante el infinito desgaste que transformó su mandato. Anoche, cuando ya se sabía adónde votarían las principales figuras del sistema político, la Casa Rosada aún no había informado nada sobre Alberto Fernández.
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