Apenas un día después del acto de la CGT para apoyar la candidatura presidencial de Sergio Massa, el Ministerio de Economía liberó 20.000 millones de pesos para compensar una parte del fuerte déficit financiero de las obras sociales. No hay relación directa entre el guiño cegetista y la decisión oficial, aclaran desde ambos sectores, pero la campaña llena de dudas a un simple acto administrativo.
¿Le alcanzará al ministro-candidato el apoyo de la CGT y gran parte del gremialismo para ganar las elecciones? El andamiaje cegetista se puso en marcha para apuntalar a Massa en su proyecto presidencial no sólo por convicción sino también por necesidad: una derrota de Unión por la Patria dejaría a los dirigentes con menos poder del que tienen hoy, que se redujo en forma proporcional a la pérdida de trabajadores formales (y aportantes de la cuota sindical) y a la crisis de identidad que les originó Alberto Fernández, un presidente que proviene del peronismo y los trató con indiferencia.
Por eso los gremialistas apoyaron a Massa como posible primer mandatario pese a que como ministro de Economía no puede controlar la inflación ni los precios. Sí le reconocen que evitó la caída en el abismo económico y les dio la posibilidad de entusiasmarse con el relato de que, aunque el presente no es bueno, el futuro será mejor y, sobre todo, estará lejos del pasado que le carga a la oposición.
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Aun así, en la CGT imagina que las PASO serán su entrada en una zona de riesgo. Manejan encuestas que no son nada alentadoras para el oficialismo y prenden velas para que Massa se convierta en el candidato más votado en las primarias, algo que le daría un impulso anímico al peronismo-massismo-kirchnerismo para las elecciones generales. Pero aunque el ministro-candidato tenga un buen desempeño en las urnas, los sindicalistas no tienen garantías de que podrán recuperar su poder perdido en la próxima gestión de la Casa Rosada ni mucho menos en el Congreso: el proceso electoral que arranca este domingo marcará la peor cosecha de bancas sindicales de los últimos 50 años.
En el gremialismo hacen malabarismos para tratar de que la inflación creciente no deteriore los salarios aunque pactan paritarias con períodos cortos (trimestrales, en general), con revisiones cada vez más cercanas en el tiempo e incluso la UOM innovó en su reciente acuerdo salarial del 42,6% para el trimestre julio-septiembre al firmar con las cámaras que en el período octubre-diciembre se ajustarán los sueldos con una cláusula gatillo. Es decir, se incrementarán automáticamente los salarios según la inflación que se produzca en cada uno de esos meses. Fue una fórmula que entró en desuso porque era considerada inflacionaria. Hoy parece una herramienta puramente pragmática.
Ahora, la mirada está puesta en el día después de las PASO: ¿qué pasará con el dólar y sus efectos sobre los precios, la inflación y los salarios? Los dirigentes sindicales temen que, gane quien gane las elecciones, la economía se complique. Massa les dio garantías de que las paritarias no se encorsetarán, pero, a la vez, anunció que luego de las primarias otorgaría un aumento de suma fija para los trabajadores de menores ingresos, un recurso útil para captar votos en los comicios generales, pero difícil de digerir para la realidad de los ingresos de los trabajadores formales: la propia CGT se opuso siempre a ese tipo de aumentos porque “achata las categorías salariales” (sobre todo, cuando lo impulsaba el kirchnerismo como una forma de hostigar al gobierno de Alberto Fernández).
¿Por qué aceptará ahora sin chistar la suma fija que proyecta Massa? Por lo mismo que la mayoría de los dirigentes sindicales se abrazaron a su candidatura sin hablar de la disparada de la inflación, los precios o el dólar: la desesperación por evitar una derrota electoral de Unión por la Patria. Por mucho menos, la central obrera siempre castigó con sus paros generales a gobiernos no peronistas.
Aunque el núcleo duro de la CGT (que integran “los Gordos”, los independientes y el barrionuevismo) respalda sin fisuras a Massa, el acto del martes pasado en el estadio Arena Direct TV de Tortuguitas graficó los contrastes de la apuesta política del sindicalismo. Una de las notas salientes fue la presencia de Pablo Moyano: tenía previsto viajar a Cancún para participar de un congreso de la Federación Internacional del Transporte (ITF), pero finalmente cambió el pasaje y estuvo en el acto. También estuvieron su papá Hugo y Jerónimo, su hermano menor, aunque el Sindicato de Camioneros movilizó menos militantes que otras organizaciones y no se mostró tan entusiasta.
En cambio, los que se destacaron en materia de concurrencia fueron las compactas columnas de la UOCRA, de Gerardo Martínez, y de UPCN, de Andrés Rodríguez, dos dirigentes del sector independiente que respaldaron desde el principio la candidatura de Massa. Los manifestantes de cada sindicato coparon las tribunales laterales y fueron los más entusiastas del acto, con estribillos en favor de sus organizaciones que incluso obligaron a Massa a interrumpir varias veces su discurso. Lo mismo sucedió con los trabajadores que aportaron la Federación de Sanidad, UDA y Obras Sanitarias.
Los sindicalistas K, algunos de los cuales no estuvieron en la visita de Massa a la CGT, esta vez cumplieron con el candidato oficialista. Por ejemplo, Abel Furlán, líder de la UOM y secretario del Interior de la CGT, se mostró en el escenario con sus colegas. En cambio, Sergio Palazzo, de la Asociación Bancaria, no fue al acto de Tortuguitas porque estaba enfermo. Por las dudas, se preocupó por difundir un comunicado de su gremio para avalar la fórmula Sergio Massa-Agustín Rossi.
El acto, curiosamente, terminó sin la Marcha Peronista entonada por la mayoría de la concurrencia. En la organización le echaron la culpa a “problemas técnicos” que demoraron su reproducción en los parlantes del estadio. Fue un broche final extraño para un encuentro proselitista en el que, como en la convulsionada década del setenta, los presentes corearon una y otra vez “los sindicatos son de Perón”.
“Voy a ser el presidente del trabajo y los trabajadores”, les prometió Massa en un discurso muy aplaudido. En la CGT quieren creerle y, sobre todo, necesitan confiar en que la pesadilla de la actual pérdida de poder del sindicalismo no se acentuará con un gobierno de Juntos por el Cambio. Por eso la dirigencia gremial espera las PASO con una mezcla de expectativa y temor en dosis desiguales.
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