La sucesión fue dramática: tres casos tremendos de violencia y muerte por robos en apenas tres días. El sacudón inicial, el miércoles, marcó el final abrupto de la campaña y los dos días siguientes aumentaron la incertidumbre en escritorios del oficialismo y de los espacios de oposición donde se hacen y deshacen cálculos para las PASO de mañana. Algo, con todo, quedó claro: repuso un tema denso en la superficie, dominada por la inflación como principal referencia de malhumor social. La duda gira en torno de su impacto electoral.
No se trata de una cuestión estadística sobre el delito en general, o en el Gran Buenos Aires, o en cada municipio. El caso de Morena Domínguez, la nena de 11 años asesinada en Lanús para arrancarle el celular y la mochila, traspasó los niveles de aplastante acostumbramiento. Y lo que ocurrió después, pegó en un clima de virtual duelo y malestar colectivo. El jueves, fue la muerte del médico Juan Carlos Cruz, en Morón, y el viernes, la de Nelson Peralta, profesor jubilado de educación física, en Guernica. La actividad de los candidatos estaba casi paralizada, cuidada, fuera de algunos patéticos intentos.
En ese paño del juego político, el hilván fue mayor y realmente visible frente al caso de Facundo Molares, muerto en una protesta, el jueves, casi al pie del Obelisco. El episodio fue rápidamente calificado por sectores de izquierda y desde el kirchnerismo como consecuencia de la represión de la policía porteña. El hecho colocó en estado de crisis al equipo de Horacio Rodríguez Larreta y la tensión continuó con la protesta del día siguiente, que mostró violencia de un grupo menor desprendido de la concentración.
Los primeros resultados de la autopsia señalan que la muerte de Molares fue causada por un problema pulmonar y cardíaco y que no se encontraron lesiones. Es un primer estudio y ya fueron iniciados otros. La Justicia ordenó además otras medidas. Y después, recorrido el camino judicial, se conocerán las conclusiones definitivas. Todo lo demás es parte de intentos penosos, en cualquier sentido, ahora en los umbrales de las primarias.
Los casos de muerte en robos alteraron por completo el final de la campaña, en una semana marcada por la suba acelerada del dólar y las estimaciones de inflación, a la espera del dato oficial, que será difundido 48 horas después de las PASO. Desde el oficialismo, no sólo en Economía, se señala la escalada del dólar como resultado exclusivo de operaciones especulativas con intencionalidad política, sin considerar el contexto del juego y las movidas del mercado: días preelectorales, pero en un delicado contexto económico y con señales internas inquietantes del propio oficialismo.
La incertidumbre que se desprende de encuestas contradictorias y de los entornos de los principales candidatos resultó agravada por las consideraciones y especulaciones acerca del efecto que podrían tener los episodios de inseguridad que se sumaron en pocas horas. Antes, ya existía intranquilidad en el intento de definir posibles niveles de participación y ausentismo, con cuentas también contrapuestas sobre posibles beneficiarios y perjudicados.
La primera y lineal interpretación es que la demanda de mayor seguridad podría ser canalizados por candidatos duros, es decir, Patricia Bullrich, en la disputa con Horacio Rodríguez Larreta, y Javier Milei. El oficialismo trató de colocar responsabilidades en JxC -por el robo y muerte en Lanús-, pero el discurso entró en crisis rápidamente cuando el foco mediático se trasladó a Morón y Guernica. Las posteriores declaraciones recurrieron, como otras veces, a estadísticas comparativas sobre el delito en la región. Nada nuevo.
Por supuesto, como si se tratara de un crédito -sin considerar dramas personales y necesidades de políticas públicas-, no faltaron consideraciones sobre el escaso efecto de casos de alto impacto en otras elecciones. Un ejemplo difundido: la elección de 2021 en La Matanza, luego del asesinato del kiosquero Roberto Sabo, en Ramos Mejía.
En general, se trata de análisis en los escritorios de campaña que vienen de la mano con los interrogantes sobre niveles de participación y voto en blanco. Existía cierto consenso acerca de una posible baja en la concurrencia, tomando como base la tendencia en anteriores turnos electorales y los registros de los comicios ya realizados en 18 provincias.
En las PASO de hace cuatro años, la participación fue de casi el 77%. Y si se toma el conjunto de las provincias que ya fueron a las urnas, fue algo menor en el 2019 y bajó ahora al 70%. En base a esos datos, podría suponerse algo parecido en las primarias nacionales de este domingo. Por supuesto, son un interrogante las estribaciones del clima de esta semana en las urnas.
Resulta significativa como antecedente la situación de cada provincia, por el nivel de disputas y otros factores, desde económicos hasta operaciones para desalentar el voto. Hubo distritos que se ubicaron muy por encima de los 70 puntos, como Tucumán, San Juan y Neuquén, donde se eligió gobernador, y otros con registros bastante por debajo, como Mendoza y Chaco, donde hubo primarias.
Existen al menos dos problemas más: la caracterización de la franja de electores que decide no participar o votar en blanco, y los propios problemas de las encuestas para tomar el pulso social.
En el primer renglón, se mezclarían desde el desinterés hasta mensajes de castigo o desencanto respecto de la política en general. Eso explicaría la convocatoria a votar desde el oficialismo, que se esperanza con recuperar voto “desilusionado”, y los distintos espacios de oposición, que aspiran a canalizar el voto “enojado” sobre todo con la gestión actual.
En segundo lugar, se anotan las dificultades que encuentran de manera creciente los consultores para realizar los relevamientos, cualquiera sea el tipo de muestra, más allá de planillas hechas a medida. La consideración que se fue generalizando dice que el malestar o enojo con “la” política se extiende a “los encuestadores”. La explicación más original dice que hay una “respuesta castigo”, es decir, una especie de intención de hacer fracasar los sondeos escondiendo el voto real.
“Estamos caminando a ciegas”, exagera un político con kilometraje electoral. Las cuentas son dobles: la pelea entre los distintos espacios y, a la vez, en el interior de cada coalición. Sergio Massa cerró la campaña con un mensaje grabado, tal como iba a ser en el escenario finalmente suspendido, sin Cristina Fernández de Kirchner ni Alberto Fernández. No compartirían tampoco la espera de los resultados, en la disputa con la oposición y en la competencia interna con Juan Grabois. JxC enfrenta la más fuerte batalla primaria desde que nació como coalición, que termina con búnker compartido entre Bullrich y Rodríguez Larreta. Y Javier Milei aguarda a ver si es lo que decían muchas encuestas. Falta nada para saberlo.
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