“Toda empresa exitosa requiere cierta dosis de locura”. El cartel, pequeño pero vistoso, sobresale en la estantería de la oficina que Patricia Bullrich improvisó en su búnker de campaña, frente a Casa Rosada, junto a un puñado de fotos. Rodrigo Zarazaga, sacerdote jesuita y fundador del CIAS, una escuela de liderazgo político que cada tanto es visitada por dirigentes políticos, la invitó a cenar hace algunos días para conocerla en compañía de un grupo de medianos empresarios. Doctor en Ciencias Políticas, Zarazaga le preguntó a Bullrich por qué quería ser presidenta: la ex ministra se despachó, según testigos de la velada, con un monólogo emotivo, e hizo hincapié en la plata. “Mi familia siempre tuvo plata, yo siempre entendí que había que hacer política con austeridad”, dijo. Y agregó: “¿Saben cuántos dirigentes del PJ conocí que salieron de Lugano, entraron al Concejo Deliberante y a los dos años cambiaron de mujer y se hicieron millonarios?”.
En el entorno de la precandidata, una de las tres con más chances de llegar en diciembre a la Presidencia, dicen que a Bullrich no le interesa la plata, que esta aventura presidencial no se la debe ni siquiera a Mauricio Macri, que se le mofaban cuando arrancó a financiar su campaña con almuerzos en los que recaudaba algunos miles de pesos -después llegaron los dólares- y que está dispuesta a enfrentarse, si llega a la Casa Rosada, a un sistema corporativo que, según ella, integran dirigentes como Sergio Massa e incluso Horacio Rodríguez Larreta, los otros dos postulantes con más posibilidades electorales.
Para el jefe de Gobierno porteño “no hay mañana”. “Así lo tiene en su cabeza: es arriba, ganando, o afuera”, aseguraron en su entorno.
A diferencia de Bullrich, que recién vio su oportunidad durante la pandemia y que, según sus equipos, se consolidó cuando Macri anunció que no competiría otra vez por la Presidencia, en marzo pasado, Rodríguez Larreta se preparó durante años y años para el próximo 13 de agosto: invirtió tiempo, engrosó la estructura partidaria, tercerizó servicios y, en especial, consolidó una ingeniería financiera fabulosa que desplegó por todo el país. Sin límites ni topes. A todo o nada. Sin plan B.
El núcleo más íntimo del jefe de la Ciudad no puede creer que, en una semana, toda esa inversión corra el riesgo de derrumbarse por una competidora a la que subestimaron primero, e intentaron desacreditar más tarde, sin éxito.
Bullrich y Rodríguez Larreta se disputan, en ese sentido, el liderazgo del PRO. Pero el proyecto del jefe de Gobierno es mucho más intrigante que el de su competidora interna, por una explicación que tiene nombre y apellido: Mauricio Macri.
Rodríguez Larreta no había previsto en su estrategia inicial de campaña desafiar la jefatura del ex Presidente. Se había negado a cometer el “parricidio” que su entorno le reclamaba con insistencia incluso después de las elecciones del 2021 en las que triunfó en territorio bonaerense con Diego Santilli y parecía que empezaba a imponerse inexorablemente como el líder natural del PRO. Macri nunca perdonó haber estado esa noche a un costado, como actor de reparto, en el escenario de Costa Salguero.
Desde ese momento, el ex presidente se dedicó a apoyar a Bullrich, y a denostar al jefe de Gobierno. La sucesión porteña terminó de quebrar la relación tras el acuerdo que Rodríguez Larreta afianzó definitivamente con Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti detrás de la postulación del senador en la Ciudad.
Este viernes, Macri definió jugar a fondo, y se mostró en el barrio de Belgrano R con su primo Jorge. Altas fuentes porteñas confiaron a este medio que el ministro de Gobierno y precandidato a jefe de Gobierno del PRO le avisó a Rodríguez Larreta que solo hasta el domingo 13 mantendría discreción pública. Pero que, en caso de ganar la interna, a partir del lunes 14 será otra la historia. Sobrevuela, puertas adentro de la sede del gobierno porteño, una tensa calma.
La tensión en ese sector de Juntos por el Cambio tiene su equivalencia en Unión por la Patria, el frente electoral del peronismo kirchnerista que se aglutinó mayoritariamente detrás de la postulación de Massa y que el próximo domingo empezará, como en el PRO, a despejar el camino por el liderazgo del PJ que el ministro de Economía pretende encabezar a partir de diciembre próximo, una estrategia política atada, en buena medida, a su performance electoral.
Massa quiere ser jefe. Cristina Kirchner, la actual jefa, lo sabe. Es consciente que el ministro de Economía no es Alberto Fernández. “El jefe voy a ser yo”, dijo el funcionario durante su visita a Córdoba de los últimos días. Cuando la ex Presidenta desactivó la postulación de Eduardo “Wado” de Pedro para consolidar la unidad mayoritaria de UP, le dio vía libre para la construcción de su proyecto personal, en un escenario económico que la Vicepresidenta considera de altísima complejidad y frente a una elección que, por esa coyuntura, se presenta bien cuesta arriba para el ministro.
Infobae lo había adelantado diez días antes de que la propia Malena Galmarini, presidenta de AYSA y mujer del precandidato a presidente, lo resaltara en la entrevista con Diego Iglesias, en el segmento “Políticos en el recreo”. “Yo quiero ser jefe, nunca más empleado”, le blanqueó Massa a Cristina Kirchner mucho antes del 2019, cuando se reconciliaron por insistencia de Máximo Kirchner y después de años de una severa distancia política entre ambos que incluyó serias intrigas judiciales.
“Sergio volvió y le dijo a Cristina: ‘Yo soy mi propio jefe’, y Cristina lo entendió. Todos aprendimos de estos años y todos crecimos, todos maduramos”, blanqueó Galmarini en esa entrevista con este medio.
Massa entiende a la perfección la magnitud del desafío. Conoce los costos de una elección arriesgada, y también los posibles beneficios. Cómo remarca Bullrich en privado, el ministro es socio de un dispositivo corporativo que se encargó de robustecer en los últimos años. En todo este tiempo, Massa amplió considerablemente su agenda: desde gobernadores y sindicalistas hasta empresarios, lobbistas, jueces y fiscales. Incluso un sector de la administración norteamericana.
Cristina Kirchner suele resaltar puertas adentro su concepción de la lógica y construcción del poder y la audacia que alguna vez sufrió en carne propia.
Hasta dónde llegue Massa con esa impronta empezará a develarse a partir del domingo próximo.
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