A una semana y moneditas de las PASO, el oficialismo celebró como dato fuerte un acuerdo puente novedoso y llamativo, con Qatar, para pagarle alrededor de US$ 770 millones al FMI, mientras espera la coronación del trato que permitiría saldar los pagos con el organismo internacional hasta fines de octubre. La respuesta de los mercados es siempre oscilante, pero impacta el dólar y más, la inflación. En ese complicado cuadro, la economía le ganó a la política como centro de la campaña de Sergio Massa, ministro y candidato.
La imagen del ministro que vive agarrando “papas calientes” -instalada como elemento de campaña por Cristina Fernández de Kirchner, antes de esta nueva etapa de silencio- es un recurso riesgoso: busca destacar la gestión del ministro como punto saliente y, a la vez, eso exhibe el mal resultado global de la propia administración del Frente de Todos, más allá del cambio de marca electoral y de la intención de restringir las culpas económicas a factores ajenos e inesperados.
Hay, en cambio, elementos que no son originales y que cruzan de diferente modo y con distinta intensidad a los principales espacios políticos. En primer lugar, las pulseadas por las jefaturas o liderazgos -que se agudizan en proceso electoral, naturalmente- y junto con esas disputas, las operaciones cruzadas y recelos, que en algunos casos expresan el juego tóxico de la grieta en redes sociales.
El mayor ejemplo es la etapa final de campaña y el modo de encarar la noche de los resultados de las elecciones primarias. Están en discusión aún en estas horas los escenarios, más que físicos, por presencias y su significado.
En el caso de Juntos por el Cambio, lo que hasta ahora fueron unas pocas imágenes de unidad entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, contadas y hasta forzadas, se proyecta con interrogantes como insumo crucial para la etapa posterior a las primarias. No sólo se trata de la ex ministra y del jefe de gobierno porteño, sino además del lugar que ocuparía Mauricio Macri, en el escenario y en el posterior tratamiento de heridas.
Macri reapareció en actividad esta semana. Pesan algunos gestos, no únicamente el reproche a María Eugenia Vidal -emparchado en parte después-, y las especulaciones que se dejan circular sobre la posibilidad de un pronunciamiento que lo saque de la formal neutralidad. Es sabida y difundida su inclinación por Bullrich, pero no fue expresada públicamente. No es algo que entusiasme a la candidata, sobre todo porque el ex presidente no hizo un renunciamiento de fondo al decidir que no competiría en las elecciones. Es un interrogante profundo, sobre todo si JxC vuelve a ser gobierno.
Visto en perspectiva inmediata, algunos gestos que intentan sumar sensatez y amortiguar la batalla entre los candidatos -como las postales de conjunto- asoman por el momento como un recurso de campaña antes que como estrategia política en la apuesta por la vuelta al poder. El episodio de la posible alianza con Juan Schiaretti repuso esa discusión sobre el modo de entender el sentido de las coaliciones en cada etapa y la gobernabilidad.
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Es posible que este lunes, en el cierre de Jorge Macri, el escenario de la competencia porteña reúna a Bullrich y Rodríguez Larreta, junto a Vidal y al ex presidente. Pero la prueba será en la noche del domingo de las PASO, más allá del casi infantil tironeo entre uno o dos búnkeres. El tema será el compromiso efectivo que sea asumido o no en torno de la fórmula que resulte consagrada, además de la foto.
En el oficialismo, las dudas y los recelos son aún mayores. Massa viene de encabezar actos de fuerte estructura del PJ en varias provincias consideradas “propias”, como Tucumán. Y de recorrer algunos distritos difíciles, en especial Mendoza y Córdoba. Es llamativo el poco tiempo dedicado a la provincia de Buenos Aires y en particular, al GBA, que ocuparía lo poco que resta de agenda. En cualquier caso, no sería con el despliegue mostrado por gobernadores peronistas, sino en línea con el diseño más acotado que se define en su escritorio de campaña.
No se trata exclusivamente de las formas. Valen a modo de ejemplo las inquietudes y suspicacias que recorren los ámbitos de gobernadores de provincias tradicionalmente en manos del peronismo y de intendentes del GBA.
Varios jefes provinciales -La Rioja, Catamarca, Tucumán- reclamaron mayor presencia de Massa y contrapusieron su despliegue a lo que viene ocurriendo en Buenos Aires, con campaña bastante escindida entre el candidato presidencial y Axel Kicillof. Muchos de los gobernadores ya jugaron su suerte en elecciones adelantadas, y a la vez comparten listas de legisladores con representantes de CFK. Sin embargo, con acidez, algunos traducen la diferencia de aporte de campaña como un renovado contrapunto entre PJ tradicional y kirchnerismo. Un anticipo para cualquier resultado: derrota nacional o nueva gestión presidencial.
En la provincia de Buenos Aires, donde el kirchnerismo hace su principal esfuerzo, trasciende la inquietud de varios intendentes por las diferencias que marcarían distintas encuestas entre la pelea local y la disputa por la gobernación y, sobre todo, por la Presidencia. Destacan, y posiblemente exageran, el desenganche entre su propio caudal electoral y una menor proyección de Kicillof y de Massa. La “tracción” no sería de arriba hacia abajo en las listas, sino que dependería especialmente de los jefes comunales que van por la reelección o de sus candidatos. Eso siempre alienta fantasmas de corte de boleta o campaña limitada a la oferta local.
El otro elemento que genera suspicacias es con qué oxígeno cuenta realmente Juan Grabois. Resulta lineal la interpretación sobre un apoyo global del kirchnerismo duro, porque en rigor hay zonas de competencia, pero el silencio de CFK -más allá incluso de los movimientos de Máximo Kirchner- y algunas gestos -como la reunión con Alicia Kirchner y directivos de YPF- alcanzan para alimentar suspicacias. Lo dicho: nada es lineal, y lo expone también la relación con otros jefes de movimientos sociales alineados con el Gobierno.
En ese contexto, en las próximas horas quedaría definido el cierre de campaña. Y vuelta al tema de las llamadas fotos de unidad. La presencia de CFK es esperada en el frente interno, del mismo modo que se destaca la lejanía armada con Alberto Fernández.
Las otras postales del oficialismo tienen que ver con la economía. El referido acuerdo con Qatar para pagar deuda es la última entrega de la larga serie para coronar el acuerdo con el FMI. Los “mercados” emiten señales contradictorias, marcadas por especulaciones frente al interrogante del primer test nacional en las urnas. El dólar, en todas las versiones de cotización, escala y los precios volvieron a acelerarse. Eso resume en buena medida el impacto efectivo de la economía sobre la política en este tramo de campaña que se agota.
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