Un dirigente que en estos días visitó al intendente Juan Zabaleta en su despacho la definió como “el River-Boca de las internas”, una comparación futbolera que podría explicar los nervios de estos días en ambas parcialidades.
Damián Selci, el dirigente que quiere que Zabaleta deje de ser el intendente de Hurlingham, visitó a Axel Kicillof en su despacho, el último martes. Selci fijó el posteo del encuentro en su cuenta de Twitter, y llegó al despacho platense del gobernador con una caja de alfajores de roquefort con cobertura de chocolate blanco, un obsequio a modo de retribución por el gesto de Kicillof de mostrarse con él -no hizo ninguna actividad con Zabaleta, a pesar de que evitó bajar al territorio para no exacerbar la interna y controlar la situación- a menos de dos semanas de una PASO que desvela a La Cámpora y que convirtió a uno de los distritos menos poblados del Gran Buenos Aires en el epicentro de atención de la política bonaerense.
La interna de Hurlingham es un hervidero. Zabaleta está convencido que gana. Selci cree lo mismo. Hubo en los últimos meses cartelería del dirigente camporista vandalizada -desde ese sector acusaron al intendente-, guerra de encuestas, peleas de cartel y el desembarco de Máximo Kirchner en el lanzamiento de la campaña de Selci en un municipio que el jefe de La Cámpora y presidente del PJ bonaerense siempre siguió con especial interés por su vínculo con Martín Rodríguez.
Rodríguez es el número dos del PAMI, un funcionario de bajísimo perfil pero de una relación estrechísima con Kirchner que se convirtió hace tiempo en el principal referente del municipio de la agrupación y el que impulsó a Selci como el postulante para tratar de terminar con la hegemonía de Zabaleta. Puso, en ese sentido, toda la estructura de la organización a disposición del precandidato.
La guerra es a todo o nada. El que gana conduce; el que pierde, ¿acompaña?
Esta vez, no hubo margen de negociación como en el 2019 o en el 2021, en la elección de medio término que estuvo a punto de adelantar los tiempos pero que se reencausó en tiempo de descuento.
En agosto del 2021, cuando Zabaleta dejó el municipio para asumir en el Ministerio de Desarrollo Social nacional en reemplazo de Daniel Arroyo, La Cámpora vio la oportunidad y avanzó. Selci asumió la intendencia de forma interina hasta octubre del año pasado: fueron 14 los meses que el precandidato a jefe comunal aprovechó para gestionar a discreción y darle al distrito su propia impronta. Tanto que, apenas desembarcó, hasta le cambió el logo al municipio.
Desde ese momento, Hurlingham fue el territorio de una disputa sin cuartel que estalló por los aires cuando Zabaleta volvió al distrito y la vinculación con La Cámpora se quebró sin retorno.
“Ya no hay más diálogo. Esa etapa se terminó. Les vamos a ganar la PASO y se acabó”, resaltaron por estas horas desde la municipalidad. Zabaleta, según su entorno, es mucho más vehemente y menos elegante. Está furioso, aseguran, y envalentonado. En la agrupación liderada por Kirchner juran que está nervioso. Se tiran con las encuestas por la cabeza. Para el intendente, remarcan, la pelea no es con Selci: es contra Rodríguez, y contra Kirchner. Dicen, además, que de esa disputa están pendientes desde intendentes del interior del país y colegas del Gran Buenos Aires hasta gobernadores y dirigentes sindicales que, por lo bajo, despotrican con el modelo de acumulación de poder de La Cámpora.
Máximo Kirchner lo sabe, pero no le importa: sigue con especial atención la interna de este distrito de unos 200 mil habitantes del oeste del Gran Buenos Aires mientras monitorea la campaña bonaerense, sin mayor exposición ni agenda pública, al menos por ahora: “Nada cerrado, está activo en la sede con reuniones”, resaltaron en su entorno.
Sin cierres de campaña confirmados, a la espera de la definición de los estrategas políticos y comunicacionales de UP, el jefe de La Cámpora pasó parte del jueves en el búnker de Unión por la Patria sobre la calle Bartolomé Mitre, a la vuelta de la AFI y de la Casa Rosada, un edificio llamativo que hace semanas es una romería y que en las últimas horas recibió la visita de dirigentes y asesores de campaña, operadores y funcionarios.
Este jueves Cristina Kirchner también volvió a reaparecer en sus redes. Lo hizo, como acostumbra, de manera premeditada, para equilibrar otra interna, contrario a Hurlingham, en el distrito más peronista y más populoso del conurbano bonaerense: La Matanza.
Por la tarde, la ex Presidente recibió en su despacho del Senado al intendente Fernando Espinoza, 24 horas después de que Sergio Massa recibiera en su oficina del Ministerio de Economía a Patricia Cubria, la legisladora del Movimiento Evita que da pelea en La Matanza.
Hacía casi veinte días que la vicepresidenta estaba en silencio: desde el lunes 17 de julio que seguía la campaña desde su departamento de San Telmo y sus oficinas del Senado, sin apariciones ni puestas en escena y sin señales, al menos por ahora, de que vaya a revertir esa estrategia de cara a las PASO del domingo 13. A la vicepresidenta todavía le preocupa, y mucho, la situación económica. Su panorama electoral aún es poco alentador. Lo habla con frecuencia con Kicillof, el gobernador que más aprecia, con el que, sin embargo, no tuvo aún en esta primera etapa de campaña ni una sola foto.
“¿Qué más le quieren pedir a Cristina?”, resaltaron como un coro a este medio desde diversas usinas K. Lo que tenía para decir, dicen, ya lo dijo.
Desde la designación de Massa como el candidato de la unidad mayoritaria de Unión por la Patria, una jugada que la ex Presidenta avaló con su decisión de declinar la postulación de Eduardo “Wado” de Pedro, Cristina Kirchner avaló públicamente al ministro de Economía en tres oportunidades: primero en el Aeroparque metropolitano, después en la puesta en marcha del gasoducto Néstor Carlos Kirchner, en Saliquelló, y por último en la inauguración del simulador de Aerolíneas Argentinas, en Ezeiza.
Desde ese evento, la ex Presidente se llamó a silencio hasta este jueves, que decidió ventilar su encuentro con Espinoza horas después de que Massa recibiera a Cubría en el Palacio de Hacienda y de que el ministro, el intendente y Kicillof tuvieran que suspender, el pasado fin de semana, la caravana prevista por las calles de González Catán, en el corazón de La Matanza, por temor a que la interna entre el jefe del municipio del PJ y el Evita se desmadrara en las narices del precandidato a presidente del oficialismo.
A poco más de una semana de las PASO, ya no queda margen para el error. Tampoco para el desorden.
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