No entra en la contabilidad blanca de la campaña, plagada de opacidades presupuestarias, pero la impresión y distribución de boletas y la contratación de fiscales se llevan buena parte del financiamiento electoral en territorio bonaerense, el distrito más relevante, de mayor caudal de votos y el centro de la disputa política entre Sergio Massa, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich.
En la provincia de Buenos Aires se necesitan, según las fuentes, unos 44 mil fiscales para garantizar los votos. Solo 15 mil de esos se despliegan en la tercera sección electoral. “Ahí necesitas más fiscales porque es el territorio más álgido: el problema está en las periferias”, explicó a este medio un precandidato a intendente opositor de uno de los municipios más populosos del sur del conurbano. En los suburbios de la tercera sección, en las barriadas más humildes en las que el peronismo suele ejercer un predominio mayor, Diego Santilli cosechó en el 2021 unos 10 puntos más para Juntos por el Cambio que en el 2019, según confiaron las fuentes, por una buena fiscalización en las periferias.
Dirigentes y precandidatos bonaerenses confirmaron a Infobae que este año el pago a los fiscales de mesa en la provincia de Buenos Aires rondará los $10 mil, y unos $15 mil para los fiscales generales. Se trata de un volumen enorme de dinero, un gasto necesario de la política -hay un buen número de militantes que no cobran-, que se suma a otros rubros como la impresión y la distribución de panfletos y boletas y que requieren de un complejo trabajo logístico.
Además del padrón de boletas solventado con fondos estatales, suministrados por la Justicia electoral, en territorio bonaerense son necesarios, según las fuentes consultadas, al menos otros dos padrones de boletas para afrontar con decoro una elección. “Un padrón me lo gasto en el bajo puerta”, describió un postulante de la primera sección electoral. Se refiere a la distribución de boletas ensobradas que se realiza casa por casa antes de la elección, que demanda tiempo y recurso humano, es decir, más presupuesto.
“Todo trazable, con monotributo”, bromeó el candidato a la espera de que le bajen los fondos para hacerle frente a la fiscalización en su distrito. Solo Juntos por el cambio, para sus dos precandidatos presidenciales, requerirá de unos 90 mil fiscales.
Sin margen para más malas noticias, con un ojo en Washington, en la renegociación con el Fondo Monetario, que se demora, y otro en la campaña, Massa hipoteca en buena medida su futuro político en la Provincia, el territorio al que se aferra de cara a las PASO del 13 de agosto después de una pésima performance del peronismo en Santa Fe, Mendoza y en Córdoba, de magros resultados en San Juan y en San Luis y de una eventual mala cosecha en la Ciudad, el cuarto distrito con mayor caudal electoral del padrón.
“La Provincia es nuestro bastión principal”, explicaron desde las oficinas de la calle Mitre, a la vuelta de Casa Rosada, desde donde ahora opera Eduardo “Wado” de Pedro, el jefe de campaña, y desde donde se digita la estrategia nacional, provincial y porteña.
Para Massa -oscila entre el voto duro y el moderado- y para la cúpula de UP, Buenos Aires es clave: en las 16 provincias en las que ya se votó, el peronismo consiguió algo más de 2,7 millones de votos, mientras que la oposición de Juntos por el Cambio cosechó poco más de 4 millones de adhesiones. La mayor diferencia se dio en Santa Fe, Mendoza, Córdoba y Jujuy, pero con elecciones que sorprendieron en Chaco, en La Pampa, San Juan y San Luis.
¿El peronismo se encamina a convertirse en un fenómeno del área metropolitana de Buenos Aires? Es una pregunta que inquieta y merodea por el Gran Buenos Aires. “El militante K siempre fue muy orgulloso de su militancia: ahora estamos viendo tipos avergonzados después de estos casi cuatro años de gobierno”, subrayó un candidato del radicalismo que asegura que ahora logró penetrar en barrios en los que antes era impensado.
Esta semana, Massa fatigó el conurbano: visitó Ezeiza, Merlo, Quilmes, Lomas de Zamora y Florencio Varela. El viernes tenía previsto desembarcar en La Matanza junto a Patricia Cubria, la precandidata a intendenta del Movimiento Evita, en la universidad local. En muchos de esos distritos, los números están más ajustados que en elecciones anteriores. “Hay miedo de que la situación nacional nos lleve puestos”, se confesó días atrás con un dirigente amigo un intendente del PJ de un municipio que, en otro contexto, debería estar más que relajado. A pesar de la popularidad del gobernador Axel Kicillof, que encabeza todas las encuestas. El antecedente de María Eugenia Vidal del 2019 sigue bien latente.
En ese contexto, los estrategas de la campaña oficialista, encabezada por el catalán Antoni Gutiérrez-Rubí, todavía le buscan el pulso a una campaña dominada por la apatía y la frustración. “Llueve pesimismo”, explica un reconocido consultor que trabaja para el oficialismo y la oposición. La mayoría de los encuestados cree que el país está peor que en el 2022, y que estará incluso peor el próximo año. La provincia no escapa a esa lógica.
¿Qué es lo predominará en las PASO de agosto? ¿El voto económico o el emocional? ¿Puede canalizarse la frustración a través del ausentismo? Es una variable que preocupa, y mucho, al peronismo. Si en el 2013 ganó Massa como vehículo para ponerle un freno a Cristina Kirchner, en el 2015 triunfó Mauricio Macri como el garante de un cambio de rumbo cultural y político y en el 2019 Alberto Fernández sorprendió con una holgada victoria por el fracaso del programa económico macrista, los estrategas de la campaña de UP aún no dieron con el leitmotiv de esta elección.
“La elección se ordena por la demanda y no por la oferta”, remarca un encumbrado operador del PJ.
En el campamento opositor, Rodríguez Larreta y Bullrich esperan enfrascados en una interna atravesada por una tensión cada vez más extrema que inquieta por el día después.
Los operadores políticos de la ex ministra de Seguridad están convencidos de que, en territorio bonaerense, la tendencia es favorable a ella. Dicen que se palpa en las calles. Lo cierto es que la precandidata dedica buena parte de su tiempo a recorrer el conurbano, casi siempre en compañía de Néstor Grindetti.
Rodríguez Larreta, por el contrario, reparte gran parte de sus horas en el interior del país. En su entorno creen que si la balanza puede llegar a inclinarse hacia Bullrich en regiones del centro del país, esos votos se compensan con el conurbano. Son los números que manejan en el búnker larretista. Mientras esperan, con ansiedad, por novedades cordobesas vinculadas a la candidatura de Juan Schiaretti: los trascendidos sobre lo que podría pasar después de este domingo son incesantes.
En el larretismo confían no solo en esos números, sino en la estructura del armado junto al radicalismo y en los engranajes financieros y políticos de la maquinaria que rodea al jefe de Gobierno y precandidato presidencial y que en esta campaña ya se hizo notar en San Luis, San Juan, Santa Fe y en la ciudad de Córdoba, por mencionar solo algunos distritos. La Provincia no será la excepción.
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