El Gobierno lleva días conectado en directo con lo que ocurre en Washington. Se juega contra reloj la negociación con el FMI, mientras se deja trascender un puñado de medidas para tratar de mejorar las reservas y acomodar los números del déficit, a la espera de desembolsos del organismo internacional alejados de los números imaginados en el arranque de las tratativas. Ese foco es casi excluyente para el oficialismo, potenciado por la doble condición de jefe de Economía y principal candidato de Unión por la Patria que exhibe Sergio Massa. Y a la espera del desenlace con el Fondo, añade tensiones políticas y traba la campaña, cuando restan tres semanas para el test de las PASO.
No se trata exclusivamente del mensaje que intentaría transmitir hacia afuera. En paralelo con suspicacias y recelos, el papel de Juan Grabois y sus chances porcentuales añaden un elemento creciente en el frente interno. Con un añadido: Massa no puede desatender al núcleo kirchnerista pero debería agregar algo de diferencial para superarlo.
Por lo pronto, la campaña aparece condicionada por la coyuntura económica, sin poder acelerar al ritmo que impone la cercanía con las primarias y la saga de elecciones provinciales. Ese factor cambió de sentido en términos de lectura nacional y lo que suponía un recurso útil para generarle al oficialismo un clima positivo pasó a ser un rubro de inquietud. Mañana se juega la intendencia de la ciudad de Córdoba -última entrega de esa provincia- y una semana después, la gobernación de Chubut.
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Nadie, ni en el oficialismo ni en la oposición, saca cuentas lineales sobre la proyección nacional de lo ocurrido hasta ahora en 17 provincias. De todos modos, son datos de lectura obligada en las dos veredas. Un trabajo específico que circula en medios radicales incluye un gráfico que compara, distrito por distrito, los resultados de 2019 y este año: el peronismo baja 7% en la suma de votos y Juntos por el Cambio mejora 14%. Algo parecido seguramente analizan en oficinas del Gobierno y del Congreso.
En JxC las expectativas están puestas en los dos test previos a las PASO. Después del impactante resultado en Santa Fe, se entusiasma con la posibilidad de anudar otra celebración en territorio ajeno. Por supuesto, eso no disimula los niveles que alcanzan las batallas internas. Y, repetido como recurso político, también deja trascender la posibilidad de una foto que reúna a Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta.
En UxP, la foto ya quedó atrás. Y, más importante para el candidato, Cristina Fernández de Kirchner expuso su aval al ministro en una seguidilla de actos oficiales. El problema ahora sería Grabois, es decir, hasta qué punto podría favorecer o perjudicar a Massa. La hipótesis de la contención del voto del kirchnerismo duro -que no digiere al ministro- dejó de ser la única explicación. ¿Qué pasaría si suma un porcentaje más que marginal? Podría funcionar como un condicionante, además de desvanecer la apuesta al candidato individualmente más votado frente a JxC y los “libertarios”.
Por supuesto, esas consideraciones van de la mano con el reclamo de traducir de manera efectiva en cada provincia -en primer lugar, Buenos Aires- el apoyo de los principales espacios internos a Massa. CFK expresó su respaldo al ministro, pero no descalifica a Grabois, Resultó una señal registrada por todos el reciente acto junto a Axel Kicillof, en Berisso.
Massa sumó apoyos de gobernadores, intendentes, jefes sindicales y movimientos sociales oficialistas con un presupuesto básico: lo consideraron la mejor apuesta frente a la oposición y en el marco de la crisis, cuando CFK amagaba con la candidatura de Eduardo “Wado” de Pedro. En la posición final de la ex presidente habría pesado la consideración sobre el efecto económico -local y externo- que podía tener el desaire al reclamo de candidatura “única” que venía haciendo el ministro. Y más aún, un portazo.
Los primeros mensajes apenas resuelta la candidatura fueron un reflejo de lo ocurrido en el proceso de tenso acuerdo doméstico. CFK ratificó su lugar de poder interno y el candidato se mostró en sintonía, con un discurso duro, incluso con el FMI, entendido como un gesto de reconocimiento a la base electoral de la ex presidente.
Ocurre que, junto con eso, la necesidad de cierta certidumbre en la gestión recae centralmente en Economía, mientras Alberto Fernández expone una extraña forma de transición. En ese marco, cerrar trato con el FMI se afirmó como objetivo prioritario y a la vez, básico. Están por verse los puntos, aún con la “flexibilidad” expuesta por el Fondo. Y después, su traducción efectiva, que es a la vez una cuestión sensible en el plano interno.
Las medidas que se dejaron trascender tendrían como eje el dólar, las reservas y la recaudación. La nueva entrega de tipo de cambio diferenciado impactaría además en productos de importación. En las próximas horas, una vez anunciadas las medidas, el análisis detallado adelantaría pronósticos sobre el impacto sobre los precios. De todos modos, la trepada del dólar paralelo y otros factores agregan presión inflacionaria este mes.
La campaña añade otro elemento, práctico, en lo que resta hasta el 13 de agosto: demanda mayor juego del ministro en actividades netas de campaña y no sólo agenda de gestión. Difícil con la tensión de estos días. Y con el agregado del juego individual de los socios del frente gobernante.
CFK está tomada especialmente por la provincia de Buenos Aires. No se trata sólo de su papel en la campaña, sino de tomar el pulso permanente de lo que ocurre en los principales distritos. De todos modos, no desatiende el frente judicial. La conducción del bloque de senadores trabaja para tratar de asegurar una sesión en la primera semana de agosto. El objetivo es votar un nuevo acuerdo para la jueza Ana María Figueroa, camarista de Casación y pieza decisiva para la causa Hotesur. Una apuesta incómoda para la campaña, en los umbrales de las primarias.
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