“Es la ductilidad de estar en Laferrere y en Washington”, dice Sergio Massa después de un día que empezó hablando con funcionarios del FMI, de madrugada, siguió durante la mañana con política desde su casa de Rincón de Milberg, y terminó después de cruzar de norte a sur el conurbano bonaerense, ida y vuelta, para encabezar un acto de gestión/campaña en esa localidad del partido de La Matanza.
Fue la segunda incursión en esa vasta geografía después del acto del miércoles en San Martín, el distrito donde hizo sus primeros palotes en política -”mi primera afiliación fue al peronismo, en ese partido”, recordó- y donde volvió a ejercer, en simultáneo, como lo viene haciendo 24x7, las dos condiciones que hoy lo definen: ministro-candidato.
Llegó al acto con la confianza de que puede haber un principio de acuerdo esta semana con el FMI. Si lo logra, podrá superar el principal obstáculo que tiene por delante la campaña del oficialismo. La demora, sabe, le puede meter ruido a variables sensibles de la economía, como los precios y el dólar. Enviará este lunes, según confirmó, a su equipo económico a Washington con la meta de que el próximo viernes se publique el state level agreement, la declaración del staff del FMI para confirmar el ok técnico a la negociación.
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El objetivo -y que pudo ser una de las causas de la demora- es que el acuerdo despeje el 2023 y que el Fondo no sea un factor que altere la campaña. Hubo, entrada la tarde, una última conversación con Kristalina Georgieva, la titular del Fondo Monetario, sobre este tema. Hay pocos datos, porque todo está en reserva.
Con ese frente que parece empezar a encaminarse, Massa se enfocó este sábado en la gestión y la política territorial, que son las áreas donde va a pivotar su estrategia electoral. Llegó a La Matanza, populoso epicentro del peronismo bonaerense, para inaugurar un paso bajo nivel y un centro de monitoreo, con cámaras, botones antipánico y recursos de videovigilancia, al estilo del que inauguró en Tigre hace ya años.
Es parte de la lógica que va regir la actividad proselitista: en la semana la gestión y los anuncios -con la inflación, la recomposición de los ingresos y las obras, como prioridades- y, los fines de semana, las incursiones en el territorio, vinculadas a la tarea de hablarle a los vecinos, a los militantes y a la dirigencia, con un mensaje sobre el futuro y la esperanza.
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En el encuentro de este sábado, Massa estuvo acompañado por el intendente Fernando Espinoza -que exageró que su distrito es la “quinta provincia”, cuando en realidad, sería la séptima, entre Tucumán y Entre Ríos-, Verónica Magario, también matancera, vicegobernadora y que busca la reelección con Axel Kicillof, y los funcionarios massistas del área de transporte, encabezados por el ministro Diego Giuliano.
Allí desplegó el manual del candidato: “La Matanza es la capital del peronismo y capital de la esperanza de los argentinos, porque es un símbolo de la Argentina que trabaja, que produce, que sale adelante, que sueña, que empuja. Desde otros lugares escuchamos muchas veces al referirse a Matanza, la descalificación, lo peyorativo, el ninguneo. Después cuando viene el momento de la elección aparecen a pedirles el voto los mismos que durante el año descalificaron. Nosotros trabajamos con amor, con pasión, con aciertos y errores, convencidos de que La Matanza merece ciudadanos de primera”.
Sobre la calle Carcarañá, militantes, vecinos y curiosos saludaban y pedían selfies. “Sergio, Sergio”, le gritaban. Habían banderas de las organizaciones del peronismo bonaerense, de los piqueteros de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), del gremio de la construcción (la UOCRA), y de la Universidad de La Matanza, donde talla fuerte el Movimiento Evita, némesis de Espinoza y que le compite en una interna con Patricia “La Colo” Cubría. Un instantánea de lo que promueve Massa y que reivindica como el principal activo que tiene la coalición oficialista: la unidad. “Después de todo, el peronismo eligió como su candidato a un moderado”, resaltó el ministro de Economía y agregó: “Hay que sobrevolar las diferencias y contener a todos”.
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De ese paso bajo nivel y después de una hora de entrevistas, besos, abrazos y fotos, todos marcharon a bordo de un colectivo del Ministerio de Transporte a la estación de tren Laferrere, donde se puso en marcha el centro de monitoreo, que cuenta con 900 cámaras, que vigila la Línea Belgrano Sur. Allí se le acercó un militante con un libro de 2017, que publicó la editorial Taeda, sobre la implementación de su plan de seguridad. Pero antes, en el trayecto compartido en el micro azul, Massa conversó con Espinoza y Magario sobre la temperatura del electorado.
“Fui a Catamarca y en la Fiesta del Poncho me fue bien. Hubo momentos en que salías a la calle y te ligabas alguna puteada. Ahora no pasó. Y acá, más allá de los compañeros que te tratan bien, los que no participaron del acto saludaban y tiraban buena onda”, le contó el ministro-candidato a Fernando Espinoza, que le respondió con una clave de la otra campaña, la de los barrios y la calle: contó que estaban trabajando en “recuperar” el voto en blanco y a los que faltaron en las elecciones del 2021. Es que en territorios como La Matanza, en las elecciones pasadas mucho voto peronista duro se quedó en la casa. A su turno, Magario elogió el discurso que dio Massa en el partido bonaerense de San Martín, en ese territorio donde caminó Massa de la mano, primero, en los años 90, de Graciela Camaño. “El discurso que diste, le dije a Fernando, habría que imprimirlo y repartirlo”, dijo la vicegobernadora, que no escatimó entusiasmo.
Después de eso y cuando visitó el centro de monitoreo, el precandidato dejó otra definición clave: “La seguridad es una prioridad, todo lo demás viene después. Sin seguridad no hay nada”, afirmó, tras recibir un informe de los encargados de controlar el sistema de videovigilancia, que está conectado al Sistema Federal de Emergencias y a la app Trenes Seguros.
Fue una muestra del tipo de campaña que está poniendo en marcha Unión por la Patria. Unidad de las distintas líneas internas del peronismo-kirchnerismo, refuerzo de las relaciones con intendentes y gobernadores, con la CGT -que el miércoles que viene tendrá un encuentro- y ampliar el centro político con acuerdos y la sumatoria de sectores que tradicionalmente fueron críticos de Massa.
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Por eso, la precandidatura de Juan Grabois era asumida desde el cuartel general de campaña -el lunes ya empieza a funcionar a pleno el búnker del bajo porteño, en Bartolomé Mitre 363- como una alternativa para evitar las fugas por izquierda de los votos más ultrakirchneristas, una escala antes del destino final, o una vía indirecta que va a terminar sumando, en las elecciones generales de octubre. Creen que al dirigente de la CTEP lo van a votar los más duros y a Massa, todo el resto, incluso La Cámpora.
Todo es parte de una campaña que revaloriza la idea de la unidad y que se contrapone a Juntos por el Cambio, pero más a Javier Milei, al que identifican como el verdadero adversario, porque corrió el margen de la discusión política y planteó la dolarización, el cierre o la privatización de empresas públicas, como Aerolíneas Argentinas, y terminó empujando a JxC a posiciones más extremas. “Hay que defenderse de esas ideas”, dicen en el entorno del precandidato.
A Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta le endilgan en la campaña de Unión por la Patria el fracaso de los cuatro años de Mauricio Macri. En esa línea se inscribe la acusación de Massa a economistas de JxC de interferir en las negociaciones con el Fondo Monetario. Luciano Laspina y Hernán Lacunza fueron los apuntados, pero quedó flotando otro nombre que no fue tan mencionado: el del líder libertario, otro dirigente que tiene canales de comunicación aceitados en Washington.
Durante el viaje de La Matanza a Tigre, el ministro de Economía miró el spot de campaña de Larreta, al que ve con un mensaje zigzagueante que le borronea el contorno y profundiza un declive que puede ser irreversible: primero es duro y a la semana siguiente es blando, y viceversa. Para él, Bullrich aparenta un mensaje más nítido, lineal. No prefiere a ninguno en una eventual segunda vuelta. “Los dos formaron parte del gobierno de De la Rúa y de Macri”, recordó. Y miró con asombro las declaraciones de Juan Manuel López, el diputado de la Coalición Cívica que pronosticó que, si gana Patricia Bullrich, hay riesgos de volver a 2001. Escuchó el corte que se publicó en Twitter y se sorprendió de la creatividad para las comparaciones que usó el joven legislador que responde a Elisa Carrió.
Fue un día largo. Por la tarde de este domingo estará en Tecnópolis, en la reapertura de una muestra que es un emblema del kirchnerismo. Irá el lunes a Entre Ríos y compartirá escenario con el gobernador Gustavo Bordet y con el precandidato del peronismo, Adán Bahl, que enfrenta una complicada competencia contra el líder local del PRO Rogelio Frigerio. Y durante la semana estará en el conurbano bonaerense para inaugurar una obra de saneamiento a la que definió como “otro gasoducto”. Es la confirmación de una nueva lógica, a la que definieron cerca del ministro-candidato como “la épica de la gestión”.
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