(Enviado especial) “Es imposible gestionar la seguridad de una ciudad con dos estados, el nacional y el provincial, que se retiraron y decidieron abandonar Rosario”, dicen cerca de Pablo Javkin, el intendente del principal distrito electoral de Santa Fe, la ciudad mas emblemática de la provincia que en los últimos años se vio azotada por una inusual violencia y un avance fenomenal del narcotráfico que nadie sabe cómo frenar.
Según el Observatorio de Seguridad Pública del gobierno santafesino, Rosario tuvo el año pasado 287 homicidios, una cifra tenebrosa: representa el 70% de los asesinatos de la provincia -168 más que en el resto de los 18 departamentos, incluida la capital-, se ubica un 12% por encima del último pico registrado en el 2014 y equivale a una tasa del 22,01 homicidios por cada 100 mil habitantes.
La distribución en la principal ciudad electoral de Santa Fe también presenta diferencias abismales: en la zona centro, hasta la oposición reconoce que los registros arrojan tasas de delitos comparables, por ejemplo, a la ciudad de Buenos Aires, pero en la periferia, la vida cotidiana se tornó insoportable. Según cifras oficiales, el 80% de los homicidios está concentrado solo en 12 de esos barrios donde la marginalidad es moneda corriente, el narcotráfico se apoderó del territorio, la policía provincial prefiere no meterse y son muy pocos los vecinos que, cuando cae el sol, se atreven a salir de sus casas por temor a una balacera.
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Un paisaje opaco en esta ciudad de más de un millón y medio de habitantes con contrastes asombrosos, en algunos casos, similares a algunos rincones del Gran Buenos Aires: además de su belleza, Rosario lidera el polo biotecnológico de la Argentina, es el primer departamento en producto industrial agregado, el distrito con mayor empleo metalúrgico y es considerada la capital de la agroindustria, según estadísticas oficiales.
Más de una vez, Javkin, que este domingo empezará a buscar su reelección en las PASO locales frente a un PJ que quiere dinamitarle ese objetivo, planteó el desmantelamiento del sistema de inteligencia criminal como uno de los principales problemas en la lucha contra la violencia narco. Según el intendente, la mayoría de los delitos son coordinados desde cárceles federales alejadas de la ciudad.
Después de muchas idas y vueltas, la gendarmería se instaló en la ciudad con un comando unificado, pero la violencia siguió su curso.
En ese contexto, Rosario tendrá en estas horas su propia primaria que, a nivel provincial, ofrece una lucha descarnada entre Maximiliano Pullaro y Carolina Losada por el voto opositor del principal distrito -representa el 35% del padrón- y pronostica un comodísimo triunfo por parte de Marcelo Lewandowski, el precandidato a la gobernación más popular de los cuatro del peronismo que meses atrás, en las negociaciones previas al cierre de listas, Cristina Kirchner planteó puertas adentro como el mejor postulante del PJ a la intendencia.
En el entorno de Javkin están convencidos de que, a pesar de todo, el intendente radical que cerró su campaña junto a Patricia Bullrich y Losada en el monumento a la bandera no debería tener mayor inconvenientes en sortear la primaria y dedicarse después sí, exclusivamente, a consolidar detrás de su figura el voto de ese sector para retener el gobierno. Enfrenta, sin embargo, un incómodo contrincante interno como Miguel Ángel Tessandori, un conocido periodista deportivo que se posicionó en las encuestas a merced de su popularidad. Por el lado del socialismo, el postulante es el diputado Enrique Estevez. Rosario es la ciudad en la que el socialismo espera su mejor performance, con apoyos relevantes para las precandidaturas de Mónica Fein y Clara García, y el lugar desde el cual ese sector apunta a volver a fortalecerse de a poco para hacer fuerza en la disputa provincial.
En el caso del peronismo, Rosario plantea una enorme expectativa: la interna partidaria de este domingo se dirime entre Roberto Sukerman, un ex funcionario de la administración de Omar Perotti, jefe de Gabinete del Ministerio de Trabajo nacional referenciado en Agustín Rossi, y Juan Monteverde, un joven concejal del espacio Ciudad Futura promocionado por el Movimiento Evita.
Con algo menos de expectativa a nivel provincial, el peronismo quiere arruinarle la reelección a Javkin. En el 2019, Sukerman estuvo cerca: perdió con Javkin por apenas ocho mil votos.
Las calles de Rosario amanecieron en las últimas empapeladas de afiches, en su mayoría de Pullaro y Losada, los dos precandidatos con mayor presupuesto de campaña. En los barrios más populares, en los que se mezclan casas precarias, viejas casonas derruidas y casillas de material a la vista, también hay algo de cartelería y pasacalles, y cientos de postes de luz pintados en su base de azul y amarillo, o de rojo y negro.
El viernes por la tarde, Infobae recorrió algunos de esos barrios. En Ludueña, a escasos minutos del coqueto Puerto Norte, una de las comisarias del lugar está vallada por temor a las balas.
En el sur de la ciudad, en La Paloma, todavía sobresale una de las huertas populares que el entonces intendente Hermes Binner impulsó durante la crisis del 2001 a través del Programa de Agricultura Urbana que propicia la producción y comercialización de alimentos saludables y que, en ese lugar, es regenteado por diez familias en tierras fiscales. Fue un proyecto exitoso y premiado en el mundo que aún sobrevive y que, ahora, convive alrededor con la violencia narco.
La Paloma es el barrio vecino de Las Flores, histórico refugio de la familia Cantero y del clan Los Monos, y lindante a Villa Gobernador Gálvez, un distrito humilde, separado del resto por la circunvalación y el Saladillo, un arroyo abandonado que un siglo atrás aglutinaba como lugar de encuentro a la aristocracia rosarina. Ahora, la basura se amontona en las esquinas y las bandas narco se pasean como en el patio de sus casas.
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