Sergio Massa y después Agustín Rossi -es decir, el ministro de Economía y el jefe de Gabinete, integrantes de la fórmula casi única del oficialismo- denunciaron que la oposición opera en algunos pliegues del FMI para bloquear la negociación y agudizar al máximo la crisis. Pasó como nada, aunque las especulaciones en medios políticos lo abordan como síntoma. Y van desde la inquietud por la dilación del acuerdo, que de todos modos es considerado inevitable, hasta una señal de dureza para vestir el discurso en caso de mayor ajuste. En cualquier caso, las denuncias desde el máximo nivel del Gobierno y las reacciones no superan el terreno electoral, y eso también explicaría el desinterés general por el tema.
Quedan por delante apenas cuatro semanas hasta el domingo de las PASO y, por lo pronto, el oficialismo se muestra contradictorio y confuso en su estrategia, que de hecho se encamina a la polarización con Juntos por el Cambio, pero sin lograr aprovechar lo que consideran una “ventaja” facilitada por la oposición: el nivel de su confrontación interna y la incertidumbre que podría generar después de las primarias. Ocurre que lo que empieza a delinearse en el escritorio de campaña se complica rápidamente, en algunos casos porque provocan respuesta unificada en lugar de fisuras en la otra vereda.
En este final de semana asoma además un clima denso. El camino de la gestión es angosto, con poco margen para las celebraciones, incluso las más reservadas. En ese cuadro, se notan además las pinceladas que afectan el día a día de gestión o la línea de campaña. El último ejemplo fue la difusión del IPC de junio (6%). El número oficial marcó una desaceleración de los precios y eso fue destacado con satisfacción, de manera medida hacia afuera, por Economía. Había elementos que recomendaban esa prudencia -en primer lugar, el pasado con pronósticos muy a la baja que la realidad luego deshizo-, aunque no faltó algún desajuste público.
En la Casa Rosada, como ya ocurrió al menos dos veces -luego de la asunción de Massa como ministro y a fines del año pasado- se volvió a hablar de un “sendero de descenso” en la marca mensual de los precios. Transcurridas dos semanas de este mes y en base a aumentos programados, las cuentas sobre julio indicarían una nueva suba. Sin contar el efecto que podría tener la trepada del dólar si no es desinflada con rapidez. Dólar, reservas y FMI van de la mano y es lo que alimenta el clima enrarecido de las últimas horas.
En ese contexto, el oficialismo no termina de ajustar su propio pizarrón para la campaña. En principio, buscaría hilvanar varios objetivos a la vez. En la interna, el kirchnerismo busca afirmar la provincia de Buenos Aires, trabajar para que Juan Grabois contenga el voto considerado más “duro” y disgustado con Massa, y asegurar un acompañamiento efectivo de las estructuras de los gobernadores peronistas. Hacia afuera, linealmente, busca “elegir” el rival dentro de JxC y la opción que por momentos asoma más nítida es Patricia Bullrich, antes que Horacio Rodríguez Larreta. La idea adicional sobre la funcionalidad de Javier Milei fluctúa, a la baja, difícil de sostener en solitario.
El dibujo en el tablero de campaña partiría de un supuesto: confrontaría con más facilidad la imagen de Massa con la de Bullrich. Es fruto de una evaluación pragmática pero que no consideraría qué tipo de señal social podría estar indicando una coronación de la ex ministra en la oposición. De todos modos, el presupuesto sería que, en ese caso, podría salir a la búsqueda del voto “moderado”.
Fuera de las consideraciones casi mecánicas que alimentan las campañas, el problema es la posibilidad o no de mantener con cierto rigor el juego propuesto. Y en el caso del referido esquema de elección del rival, surge una contradicción inicial. El oficialismo endurece el discurso y su accionar, en algunos casos de manera extrema, para establecer los polos. Deja de lado lo que supondría la “moderación” de su propio candidato.
Se trata a veces de acciones más o menos habituales, pero también hay actos llamativos. La decisión de cargar sobre Bullrich incluyó una descalificación, de eco más bien macartista, para descalificarla por su pasado juvenil en la JP. No es nuevo, fue más allá de las chicanas sobre las idas y vueltas de muchos políticos, y hace rato fue respondido por la ex funcionaria. Pero esta vez, fue acompañada por una sugestiva pegada de afiches, en código de campaña sucia.
Sin embargo, la posterior medida de la Inspección General de Justicia contra la fundación que responde a Bullrich provocó una respuesta unificada de JxC, que denunció una maniobra de persecución contra opositores. Tal vez por esa previsible reacción, se hizo trascender el malestar por la movida, atribuida a una decisión inconsulta del organismo. Las dudas sobre esa respuesta surgieron porque la IGJ y el ministerio de Justicia tienen terminales claras en el esquema de poder del oficialismo. En el mejor de los casos, se habría tratado de una “desconexión” de campaña.
La sostenida carga sobre Gerardo Morales, en la otra vereda interna de JxC, tiene un efecto similar: fue condenada por todos los socios de la coalición. El oficialismo -con el kirchnerismo en primera línea- lanzó una ofensiva sobre el gobernador jujeño luego de la reforma de la Constitución provincial. En rigor, es una historia vieja, que incluye muchas páginas sobre Milagro Sala. La intervención del PJ local, con la firma de Alberto Fernández, va en la misma línea. Y para la semana que viene es anunciada una nueva protesta.
Parece extraña, en cambio, la escasa repercusión pública frente a la denuncia de Massa que adjudicó a la oposición maniobras para entorpecer la larga negoción con el FMI. Mereció unas pocas respuestas, nada como conjunto de JxC. Lo dicho: las especulaciones exponen, en todo caso, otras inquietudes, en un clima denso.
En ese marco, agrega lo suyo la larga sucesión de elecciones provinciales, más allá de las lecturas que sólo colocan el foco en la lógica de cada distrito. Este domingo, es el turno de las primarias en Santa Fe. Las expectativas son alimentadas por la posibilidad de que el peronismo quede relegado en la suma de cada espacio político y por la dureza extrema de la interna de JxC, entre Carolina Losada y Maximiliano Pullaro, que remiten a Bullrich y Rodríguez Larreta. Condimento nacional, por partida doble.
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